Laboral
Trabajar y estudiar a la vez, al alza por necesidad
Un informe de la Xarxa Vives indica que la mitad de los estudiantes universitarios son sisis (trabajan y estudian al mismo tiempo)

Salma Largo Loulout (sisi) durante una jornada de gravación del proyecto 'Repte Experimenta', donde trabaja.
Salma Largo Loulout estudia química en la Universitat Rovira i Virgili (URV) y, además, trabaja en el proyecto 'Repte Experiment' de la misma universidad. Salma forma parte del colectivo sisi (sí estudian, sí trabajan), que en el conjunto de las universidades de la Xarxa Vives, según el informe Via Universitària (2023-2025), representan más de la mitad de los estudiantes universitarios (51,7%). La mayoría de ellos (27,8%) trabajan menos de 15 horas semanales, el 19,4% entre 15 y 35 horas a la semana y solo el 4,4% de los estudiantes universitarios de la Xarxa Vives tienen empleos a jornada completa. Como indica el estudio, Salma también tiene esta percepción: "muchos de mis compañeros lo hacen".
Salma estudiará este año su quinto curso del grado de química, ya que la compaginación entre el trabajo y los estudios le ha imposibilitado acabar la titulación en los cuatro años que marca el currículum. Su primer trabajo fue en la academia de inglés Attla, pero de seguida se incorporó al 'Repte Experiment' de la URV. "Acercamos la ciencia a los adolescentes mediante actividades prácticas con material casero", explica. "Gravamos vídeos, vamos a institutos... lo que hacemos es divulgación científica", concluye. Además, también participa en charlas por los institutos del territorio para explicar los grados que ofrece la URV.
"Con el dinero del trabajo me puedo pagar la matrícula y clases de repaso de algunas asignaturas", expresa Salma. Como ella, cada vez más el gasto universitario que proviene del trabajo crece. De hecho, es la fuente de ingresos que más ha aumentado, con un incremento del 58,2% en apenas cinco años, al pasar de un 18,9% de los ingresos a un 29,9%. De cada 100 euros de gasto universitario, 22,2 euros provienen del trabajo durante el curso y 7,7 euros del trabajo durante el periodo no lectivo, las mal llamadas vacaciones. Los sisis van al alza.
Los padres pagan, pero menos
Por el contrario, el informe indica que el gasto universitario financiado por los padres, aunque sigue siendo mayoritario, ha ido descendiendo con el paso de los años. En 2019, ese porcentaje era del 58%, cuando en el último informe esta cifra cae hasta el 50%. Ernest Pons, miembro de la dirección científica del informe Via Universitària explica que "La pérdida del poder adquisitivo de las familias explica buena parte de esto".
Las familias pagan menos, pero las becas tampoco han visto ampliada su presencia. El informe muestra que el 13,9% del gasto se financia con becas cuando en el año 2019 ese porcentaje era del 18,1%. Aunque la cantidad de dinero invertido en becas ha ido creciendo año tras año, Pons destaca que "los costes han subido más que el importe de las becas".
Las clases altas crecen
"Somos la primera generación de mi familia que vamos a la universidad", reflexiona Salma. El informe clasifica los estudiantes en tres tipos de clase social según el nivel de estudios y el tipo de trabajo de los padres. Por lo tanto, no utiliza una clasificación según la renta familiar. Si los padres fueron universitarios y tienen un "trabajo de cuello blanco" son clase alta. Si, por el contrario, los padres tienen estudios básicos y su trabajo es "de cuello azul" son clase baja. La clase media la forman estudiantes cuyos padres ocupan puestos técnicos y mandos intermedios. El padre de Salma trabaja en la construcción mientras que su madre es ama de casa. Por lo tanto, siguiendo esta clasificación, Salma procede de una familia de clase baja.
La clase baja representa un porcentaje muy pequeño del estudiante universitario, concretamente el 9% del alumnado. El 62% de los actuales estudiantes universitarios provienen de la clase alta, mientras los de clase media representan el 29%. Pero en el año 2019 las clases medias eran el 34,4% de los estudiantes universitarios y las clases altas el 55%. En cinco años, la clase alta ha aumentado en 7 puntos mientras que la clase media ha retrocedido en 5,4 puntos. Los estudiantes de clase baja también han perdido peso en estos años, pero en menor proporción (1,6%).
El ascensor social
"El acceso a la universidad no es tan democrático como parece", explica Ernest Pons. Tradicionalmente, la universidad ha sido vista como un elemento que permite a las clases más bajas subirse al 'ascensor social', pero la realidad hoy es algo distinta. Para este profesor universitario, esta sobrerrepresentación de la clase alta se debe a que "hay familias en las que se dan por hecho ciertas cosas". En muchas casas se da por sentado que los hijos van a ir a la universidad mientras que en otras no. El acceso a la universidad no es sólo cuestión de nota. El contexto afecta a los hijos a la hora de tomar decisiones y a valorarse. Si la referencia materna o paterna no ha ido a la universidad, es difícil replicarlo y es complicado creer que se puede llegar a esa meta.
Los estudiantes no trabajan por capricho, sino por necesidad
(Ernest Pons,
Via Universitària)
Sin embargo, la experiencia de Salma indica otra cosa. Ella procede de una familia inmigrante, sus padres migraron desde Berkan (Marruecos). Salma es la mayor de cuatro hermanos, ella y el segundo de los hermanos van a la universidad, mientras que el resto estudian en el instituto. Salma tuvo "muchas dudas" a la hora de decidir titulación, aunque siempre quiso estudiar en la universidad. "Creo que era lo mejor para mí", explica. Salma estudió en el Institut Roseta Mauri de Reus y, según afirma, "más o menos la mitad de mis compañeros van a la universidad". Esta estudiante cree que los factores sociales no son los principales, "depende del esfuerzo de cada persona", expresa.
Pese a la situación social previa, Pons matiza que "la universidad pone el marcador a cero". Es decir, no existen diferencias en el acceso al mercado laboral entre los graduados según la clase social de la que proceden. O, como mínimo, se reequilibran un poco. Para Ernest Pons, el principal problema reside "en la etapa preuniversitaria". Es decir, en todos esos años que transcurren antes de acceder a la Universidad.
Pilar Jiménez, consultora estratégica en Desarrollo Organizativo y Gestión de Personas y miembro de la Comisión Consultiva de la Fundació Factor Humà, explica que "hay un cambio de paradigma muy grande" respecto al ascensor social. "Según qué formación profesional (FP) [se curse] -asegura Pilar Jiménez-, tendrá mejor retribución que una carrera universitaria". La Universidad no es la única vía y, a veces, no es ni la más rápida ni la más clara para subirse a ese ascensor.
En muchos casos, la necesidad es la primera motivación para ponerse a trabajar a la vez que estudiar. "Lo hacen para pagarse los estudios, para vivir o para pagarse sus propios gastos", afirma Ernest Pons, de la Xarxa Vives. Para este profesor universitario "la necesidad económica ha ido en aumento", y concluye que "los estudiantes no trabajan por capricho, sino por necesidad". Jiménez, destaca que "las universidades están en las grandes ciudades y, en muchas ocasiones, las carreras que les gustan a los jóvenes no las ofrecen cerca de casa". Además, coincide con Pons en que "vivir en una gran ciudad cada vez es más caro".
Salma no tiene que recurrir a pagar una vivienda para estudiar, aunque el gasto de desplazamiento hasta el campus Sescelades desde Reus "no es pequeño", expresa. Además, asegura que el trabajo le "ayuda a pagar gastos personales". No obstante, más allá del apoyo económico, es un trabajo que le llena personalmente. "La oferta me llamó la atención desde el primer momento", explica. El trabajo que ella realiza tiene que ver con lo que está estudiando, por lo que, según considera, "son conocimientos que me sirven luego a la hora de estudiar". Además, el trato humano con los adolescentes "es algo que me aporta mucho", afirma. La necesidad económica existe, pero también la necesidad de aprender y de crecer en el caso de Salma.
Los sisis son maduros, tienen adquirida una cierta disciplina y compromiso
(Pilar Jiménez, Fundació Factor Humà)
Por otro lado, la principal diferencia entre clases reside en el tiempo que dedican al trabajo. Mientras que el 30,1% de los estudiantes universitarios de clase baja dedican al menos 15 horas a la semana a trabajar, este porcentaje disminuye hasta el 27,5% en la clase media y al 21,6% en la clase alta. Sin embargo, en el trabajo esporádico, destaca la clase alta (29,7%) por delante de la clase media (25,6%) y la clase baja (22,8%). Es decir, que los estudiantes de clases bajas tienden a trabajar más horas porque tienen una mayor necesidad.
Además, Jiménez señala que "las universidades no lo ponen nada fácil" a la hora de poder compaginar el estudio con el trabajo. "En algunas universidades los estudiantes no pueden decidir horario", explica. Es por eso que, según Jiménez, "la universidad online está creciendo".
Pero los sisis tienen una ventaja laboral ante aquellos que no lo fueron. "Son más maduros, tienen adquirida una cierta disciplina y compromiso que las empresas detectan", concluye Jiménez. Salma también está de acuerdo: "la experiencia te aporta mucho, sobre todo si has trabajado tratando con gente".