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    La formación bonificada no llega a la microempresa

    La burocracia y el desconocimiento llevan a que apenas una de cada diez microempresas catalanas aproveche los fondos públicos que tiene disponibles

    25 septiembre 2022 12:13 | Actualizado a 25 septiembre 2022 12:13
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    Apenas una de cada diez microempresas (entre 1 y 9 trabajadores) aprovecha en Catalunya los recursos que tiene disponibles para acciones de formación bonificada. Las cifras tampoco mejoran especialmente cuando se observa el conjunto de las organizaciones empresariales, donde tras sumar microempresas, pymes y grandes empresas, solo un 16,3% de ellas hizo uso en 2020 de esta herramienta para mejorar su competitividad y la empleabilidad de sus trabajadores.

    Los datos, procedentes de la Fundación Estatal para la Formación en el Empleo (Fundae), compuesta por la Administración General del Estado, comunidades autónomas y organizaciones empresariales y sindicales, reflejan una realidad que no ha dejado de empeorar desde el año 2015: la inmensa mayoría del crédito para formación del que disponen las empresas se deja perder año tras año.

    De forma resumida, una parte de los impuestos que las empresas pagan a la Seguridad Social tienen como finalidad la formación de los trabajadores. Cada año, en función del número de empleados que tenga la empresa y de las cotizaciones a la Seguridad Social que generen, esa empresa obtiene un crédito para formación, que puede utilizar totalmente, parcialmente... o no usar.

    En el caso de una microempresa con entre uno y cinco trabajadores, por ejemplo, ese crédito anual para formación bonificada es de 420 euros. Se trata del único perfil de empresa con un importe ya predeterminado. A partir de los seis trabajadores, en el cálculo de ese crédito intervienen factores como el número exacto de empleados o el importe de las nóminas y la contribución a la Seguridad Social que representan.

    Con la cifra para formación bonificada disponible para ese año (que cualquier empresa puede consultar en la web de Fundae), esa organización puede decidir contratar una formación a medida de sus necesidades (normalmente, en sus propias instalaciones, personalizada en contenidos, horarios...), que luego puede ser bonificada (totalmente o en parte) mediante ese crédito para formación de que dispone.

    La realidad, sin embargo, es que un 83,7% de las empresas catalanas no tocó un céntimo de su crédito disponible en 2020. Una importante carga burocrática, unida a un nivel de desconocimiento todavía significativo entre las empresas de menor dimensión, son dos de las explicaciones que señalan los profesionales de los Recursos Humanos y de la formación continua.

    A esas razones se suma el peso que tienen las microempresas sobre el conjunto de las empresas catalanas, donde un 85,5% tiene entre 1 y 9 trabajadores, un 11,9% entre 10 y 49 trabajadores, un 2,1% entre 50 y 249 asalariados y apenas un 0,4% supera los 249 empleados.

    Por último, la Ley 30/2015 que regula el Sistema de Formación Profesional para el empleo en el ámbito laboral añadió una carga burocrática que desincentivó el uso de estas bonificaciones. Tras alcanzar su cima en el año 2014, con un 25,7% de las empresas catalanas participando, en mayor o menor medida, en el sistema de formación bonificada, la entrada en vigor de esta ley desencadenó una caída sostenida de casi diez puntos, que en 2020 (últimos datos disponibles para Catalunya) había retrocedido hasta el 16,3%.

    Que las microempresas son las grandes ausentes en el aprovechamiento de esos recursos se constata cuando se observa la cifra agregada de financiación utilizada en el sistema de bonificaciones, donde en el año 2020 en Catalunya se hizo uso del 40,6% del crédito asignado. Claramente por encima de ese 16,3% de empresas que utilizó total o parcialmente su crédito.

    La explicación a esa diferencia, de nuevo, está en el tamaño: las grandes empresas, aunque muy minoritarias en el conjunto del tejido empresarial, como grandes empleadoras que son cuentan con créditos para formación bonificada mucho más elevados. Unos créditos que, además, utilizan. Frente al 11% de empresas catalanas entre 1 y 9 empleados que hizo uso en 2020 del sistema de bonificaciones, un 88,2% de las organizaciones con más de 249 trabajadores utilizó esos recursos.

    Lo explica Hèctor Pérez, director del departamento de Recursos Humans i Formació de Pimec: «Cuanto más grande es la empresa, más facilidad de utilizar el crédito tiene». La razón principal, explica este representante de micro, pequeñas y medianas empresas, es que, en el caso de las empresas de mayor dimensión, suelen contar con estructuras que permiten incorporar esa formación al funcionamiento de la organización, con profesionales que se encargan de diseñar y gestionar esos planes formativos.

    «Lo que nos preocupa -argumenta Hèctor Pérez- es que, cuanto más pequeña es la empresa, más dificultoso es utilizar ese crédito. Y las que lo utilizan, lo hacen a través de terceros, que les gestionan las bonificaciones del crédito». El bajo importe de esos créditos, unido a unas plantillas que pueden contarse con los dedos de una mano, lleva a que no salgan los números para plantearse acciones de formación a medida.

    «Hay una dificultad para organizar formación ad hoc en la empresa micro -prosigue Hèctor Pérez-, y después un sistema de regulación de la bonificación que, desde su cambio en el año 2015, no lo facilita. Por 420 euros no te sale a cuenta gestionarlo tú. Y, con los cambios administrativos a partir de 2015, en lugar de facilitarlo lo ha dificultado todavía más. Tenemos un tejido empresarial formado por microempresas, y en cambio la regulación está pensada en clave de grandes empresas».

    Ruth Barrera, HR Business Partner en la Fundació Bancària ‘la Caixa’, organización asociada a la Fundació Factor Humà, destaca el desconocimiento de la existencia de estos recursos como la principal explicación para su baja utilización en el perfil de microempresas: «Quizás se les acerca un centro de formación y les ofrece una formación bonificable, pero estas microempresas no saben que pueden pedir una formación muy especializada, distinta a la que les ofrecen, y también bonificable. No hay conocimiento de lo que podemos llegar a hacer, de que todo, bajo unas ciertas condiciones, puede llegar a ser bonificable».

    «Si no hay conocimiento y lo que te viene bonificado -prosigue Ruth Barrera- es lo que llega del centro de formación, la empresa piensa que no hay nada más. Al final, es integrar esta oportunidad en tu día a día, procurando que la formación continua sea un proceso más. A veces, se dejan perder esos recursos porque no están en el proceso».

    «Pero también falta -añade Ruth Barrera- esa mentalidad de que la formación es clave en la empresa, y que has de dar empleabilidad a tus trabajadores. Eso es algo de lo que muchas empresas son conscientes, pero en una microempresa quizás están más centrados en el día a día».

    Josep Oriol Fernández Abad, responsable de formación de la Cambra de Comerç de Tarragona, incide en que los bajos importes y las elevadas exigencias administrativas para gestionar el uso de estos créditos no ayudan en los perfiles de empresa de menor tamaño. «Dependiendo de los sueldos -calcula-, el crédito de una empresa pequeña puede estar entre los 800 y los 1.000 euros. Eso lo puedes bonificar tú como empresa, o bien que una empresa de formación te incluya también los trámites».

    En este segundo caso, el margen para llevar a cabo una formación muy personalizada es corto. En muchos casos, se termina impartiendo una formación ya predefinida por el centro ofertante, con mínimas adaptaciones a la realidad de la empresa cliente, que a la práctica acaba resultando en algo muy similar a lo que puede encontrarse en la oferta de formación subvencionada.

    La de la formación subvencionada, a diferencia de la formación bonificada (pensada para diseñarse a medida de las necesidades específicas de una empresa), es una oferta mucho más generalista, dirigida también a trabajadores en activo, pero donde tanto el trabajador como la empresa que lo emplea deben encajar en el formato anunciado, sin posibilidad de ajustes ni cambios.

    Horario, temario, modalidad (presencial, híbrido o remoto) y duración vienen predefinidos, y en este caso es el trabajador el que decide cursar una de estas formaciones fuera de su horario laboral o, en caso de acuerdo con la empresa, dentro de su jornada.

    En no pocas ocasiones, acaba siendo la modalidad de formación elegida por las microempresas, donde, por ejemplo, en lugar de desgastarse para conseguir una formación bonificada en ‘Excel avanzado’ para dos personas, acaban inscribiendo a esos dos trabajadores (si todas las partes están de acuerdo) en un curso subvencionado generalista, que imparte en remoto una organización empresarial en un horario que más o menos les encaje.

    Además, en esos perfiles de microempresa que a lo mejor no llegan a los cinco empleados, el propietario suele tener necesidades formativas muy similares a las de sus trabajadores, pero su condición de trabajador autónomo no le permite acceder a la formación bonificada, reservada solo para asalariados, mientras que en la oferta de formación subvencionada sí puede encontrar acomodo.

    «Que el gerente propietario de una microempresa no pueda cursar la formación en su propia empresa porque es autónomo -destaca Hèctor Pérez, de Pimec- es un handicap muy importante que lleva a no gastar ese dinero».

    «Se está trabajando a nivel estatal para cambiar la ley y resolver este problema -apunta Hèctor Pérez-, que no solo es un problema para la pyme, sino para el intermediario, lo que ha llevado a que hoy haya pocos intermediarios que gestionen la formación bonificada de este perfil de empresas».

    «Lo que nosotros planteamos -prosigue Pérez- es no tratar este dinero de forma unitaria, sino agregada, mancomunando los créditos. Y si, en el año 2020, en Catalunya había un crédito global de 18 millones de euros para microempresas, el hecho de permitir agruparlos ayudaría a aprovecharlo».

    «Con un crédito de 42.000 euros puedes montar una formación para cien empresas, pero no es eficiente organizar un curso para una sola microempresa que dispone de 420 euros», concluye Pérez.

    Ariadna Rectoret, directora del Consorci per a la Formació Contínua de Catalunya, organismo de la Generalitat de Catalunya encargado de organizar esta oferta formativa subvencionada, corrobora que «Catalunya pierde una millonada cada año en recursos para formación que las empresas no utilizan», en referencia a la formación bonificada. «Quien usa la formación bonificada -prosigue- son las grandes empresas o empresas tirando a grandes, porque tienen recursos para gestionarlo. Para las pequeñas y microempresas, con el modelo actual de formación bonificada es muy dificultoso, no es fácil».

    «La gestión de la documentación -añade- es algo grande para una microempresa, es muy complicado. Otra cosa es encontrar un proveedor que haga la gestión de esa formación».

    Formación subvencionada

    Cuando se pasa a lo que desde este consorcio denominan ‘formación de oferta’ (formación subvencionada, ya definida y cerrada, organizada por la Administración Pública y dirigida a trabajadores asalariados en activo), «si necesitas una cosa ad hoc, será más complicado, porque hacemos una formación generalista», explica Ariadna Rectoret, que avanza que «estamos en preconversaciones para asumir la gestión de esta formación de demanda (formación bonificada), y el reto es cómo nos acercamos a la microempresa».

    «La formación subvencionada -coincide Hèctor Pérez, de Pimec- es una solución para las microempresas, pero no deja de ser un parche, porque funciona con un catálogo cerrado y genérico, aunque el Consorci per a la Formació Contínua de Catalunya hace un esfuerzo titánico para mantener un catálogo actualizado y para que las entidades hagan aportaciones».

    En 2021, un total de 128.901 personas trabajadoras cursaron en Catalunya alguna de las formaciones subvencionadas organizadas por la Administración Pública, de las que 11.530 se llevaron a cabo en el Camp de Tarragona y 4.781 en Terres de l’Ebre. Unas cifras que, según las previsiones del Consorci per a la Formació Contínua de Catalunya, podrían duplicarse este año 2022.

    A diferencia del retroceso que ha experimentado la formación bonificada o de demanda, la formación de oferta o subvencionada va al alza. «Son cursos subvencionados -razona Josep Oriol Fernández Abad, de la Cambra de Comerç de Tarragona- que no tienen esas limitaciones, y que al final son también un beneficio tanto para la empresa como para el trabajador, que debería valorarlo así».

    «Pero hay mucha gente -prosigue Fernández Abad- que no sabe ni que existen estos cursos, porque su día a día es sobrevivir, y desconocen todo este mundo». La pandemia de Covid-19 y la proliferación de las herramientas de teletrabajo que la han acompañado, sin embargo, ha transformado también esta oferta de formación continua, hoy con mucha más presencia online.

    «Es algo -explica Fernández Abad- que facilita las cosas porque evita los desplazamientos, y te da la ventaja de acceder a formadores que no te podrías permitir de otra manera. Aunque también tiene sus desventajas, porque la atención que podemos mantener delante de una pantalla no es la misma que en una clase presencial. Ahora, la gran mayoría de la oferta que tiene el Consorci per a la Formació Contínua de Catalunya es en formato híbrido, pero siempre hay una formación que no puede ser virtual, como por ejemplo un curso de tapas y pinchos».

    Aunque, detrás de todo esto, hay un elemento clave: la voluntad de formarse. «Al final -concluye Fernández Abad-, la formación es la parte más importante de las empresas, es lo que te permite ser más competitivo, y es un beneficio para la empresa, pero también para el trabajador, y eso hay que valorarlo».

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