Internacional

Las amas de la Casa Blanca

Melania no lo tendrá fácil para lidiar con los índices de popularidad que logró Michelle, ni parece interesada en dejarse la piel en política como Hillary. He aquí un retrato de tres primeras damas de EEUU

De izquierda a derecha, Melania Trump, Michelle Obamma y Hillary Clinton.

De izquierda a derecha, Melania Trump, Michelle Obamma y Hillary Clinton.

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MELANIA, LA PRIMERA DAMA DE LAS PASARELAS

A Melania Trump la hemos visto en situaciones insólitas, para las que resulta inútil buscar precedentes entre las primeras damas de Estados Unidos. Por ejemplo, desnuda sobre una manta de piel a bordo de un jet privado, con la muñeca izquierda esposada a un misterioso maletín. O más desnuda todavía –es decir, sin los brazaletes ni la gargantilla de brillantes– sobre un lecho de aire menos aristocrático, mientras otra mujer –desnuda, esto se vuelve reiterativo– la abrazaba por detrás. Más allá de los reportajes fotográficos, también conocemos de ella declaraciones atípicas, como las de aquella entrevista por teléfono que le hizo el locutor Howard Stern, en la que comentó algunos pormenores de su relación con Donald Trump: «Tenemos sexo increíble al menos una vez al día», comunicó Melania al mundo. Por la radio no se veía, pero también en aquella ocasión admitió que no llevaba encima mucha ropa.

Y sin embargo, a pesar de tanta desnudez y tanta exhibición, no parece que nadie tenga muy claro cómo es realmente Melania. La tercera esposa de Trump, 24 años más joven que él, es una persona extrañamente opaca, que prefiere mantenerse en segundo plano y rara vez se aventura fuera de los guiones establecidos. Durante la campaña ha cedido buena parte del protagonismo a Ivanka, hija del primer matrimonio de Donald, y todo apunta a que su papel como primera dama supondrá un retorno al modelo clásico, hogareño, sumiso, sin la hiperactividad política de una Hillary Clinton ni la visibilidad continua y divertida de una Michelle Obama. De Melania, desde luego, nadie espera bromas ni sentido del humor, porque siempre se esfuerza en aparecer como una mujer formal hasta la exageración, y tampoco destaca precisamente como heroína de la igualdad entre sexos: «Sabemos nuestros roles –ha dicho de su matrimonio con Donald Trump–. No quise que él le cambiase los pañales a Barron ni que lo metiese en la cama».

Origen ¿humilde?

Melania, entonces Melanija Knavs, nació en la pequeña localidad de Sevnica, en los tiempos en los que Eslovenia formaba parte de Yugoslavia. La biografía de la nueva primera dama se suele presentar como un cuento de hadas contemporáneo, que arranca en los hoscos bloques de hormigón del comunismo y concluye en la Casa Blanca, pero hay matices que atenúan ese violento contraste. La familia de Melania llevaba una vida más desahogada que la de la mayoría de sus convecinos: el padre era chófer y miembro del partido, mientras que la madre trabajaba para una fábrica textil de propiedad estatal y a veces viajaba a otros países, de donde volvía con revistas de moda y pinturas de colores vivos para animar su hogar. Los Knavs veraneaban en el extranjero e incluso acabaron trasladándose a una casa unifamiliar.

Melania, una alumna aplicada que no bebía y casi no salía, empezó a estudiar Arquitectura, pero para entonces ya había debutado en la moda, después de que un fotógrafo se prendase de su belleza. La Eslovenia independiente se le quedaba muy pequeña, así que saltó a Milán, a París, a Nueva York, y fue allí, en una fiesta, donde su camino se cruzó con el de Donald Trump. El magnate esperó a que su acompañante fuese al baño –ella era, por cierto, una noruega heredera de un imperio cosmético– y abordó a Melania, que se negó a darle su teléfono. Se casaron en 2005: la novia lució un vestido de Galliano de más de cien mil dólares y entre los invitados estuvieron Bill y Hillary Clinton.

Más de una contradicción

De alguna manera, pese a su respaldo incondicional y devoto a su marido, Melania parece diseñada para evidenciar las contradicciones y los defectos de Donald Trump. Es la esposa inmigrante del hombre que critica ferozmente la inmigración: ella siempre insiste en que su llegada a EE UU fue completamente legal, pero algunas investigaciones han demostrado que trabajó de modelo con su primer visado de turista.

También sus intereses como primera dama parecen elegidos adrede para poner en evidencia a Trump: su plan es concienciar al país sobre el ciberacoso. «Nunca está bien que se burlen de un chico o una chica de 12 años, lo hostiguen o lo ataquen», declaró en una entrevista. Seguro que, en lo que tardó en decir esa frase tan larga, el sanguíneo Donald ya había arremetido contra alguien a través de un tuit.

Una de sus primeras tareas consistirá en transformar la Casa Blanca en un hogar a su gusto, ayudada por un equipo de decoradores y por los responsables de preservar el edificio: quizá proceda recordar que, en una de sus mansiones, Trump arruinó unos tapices flamencos del siglo XVI al exponerlos a la luz solar y convirtió la biblioteca (con sus valiosas primeras ediciones) en un bar, decorado con un retrato suyo en deportivas blancas. ¿Quedaría bien una manta de piel en el Despacho Oval?

MICHELLE, 'UNA ABSOLUTA ESTRELLA'

Brian Fallon, portavoz de la campaña de Hillary Clinton, dijo de Michelle Obama que es «una absoluta estrella de rock». Se refería a la tremenda repercusión de los discursos que hizo durante la campaña de Hillary Clinton. La propia Hillary le dedicó nada menos que 23 minutos a presentarla en una de esas apariciones: «¿Hay alguien más inspirador que ella?», preguntó ante un público entregado.

Después de éste y otros celebrados mítines muchos especulan sobre su futura carrera política, algo que, por los momentos, parece descartado.David Axelrod, estratega de las dos campañas presidenciales de Barack Obama, se ha encargado de negarlo a diestro y siniestro. La primera dama «va a estar muy feliz de recuperar su vida cuando todo esto termine», asegura.

Nacida el 17 de enero de 1964 y criada en los suburbios sureños de Chicago, Michelle ha explicado en varias oportunidades que gracias a haber estudiado –se recibió de Socióloga, con diploma de honor, en la Universidad de Princeton en 1985 y tres años después logró su título de abogada en Harvard– tuvo «oportunidades que mis padres jamás hubieran imaginado para ellos».

Pero más allá de su formación y trayectoreia profesional Michelle ha hecho bandera de sus orígenes raciales y sobre todo su papel como «mamá en jefe» y ha dejado, sobre todo, ocho años de momentos impagables.

Entre sus frentes de actuación han estado las familias militares, algo que ayudó a darle una pátina de patriotismo en la primera legislatura cuando aún levantaba suspicacias, y por otro la campaña hipermediática contra la obesidad infantil y a favor de la nutrición saludable. Se la recordará bailando el Uptown Funk y haciendo incontables flexiones en el programa de Ellen deGeneres y promoviendo su muy publicitado huerto.

Sus apariciones en los medios han servido para mostrar su cara más cercana. Por estos días comienzan a recordar su aparición en el Carpool Karaoke de James Corden, en la que cantó con Missy Elliott y demostró que puede rapear toda la letra de Get Ur Freak On sin trastabillar. The New York Times la fotografió como a una modelo, vestida de Chloé, Céline y Calvin Klein para su revista de estilo.... Lo dicho, una estrella.

HILLARY SE QUEDÓ SIN HACER GALLETAS

En la campaña presidencial de 1992, Bill Clinton dijo que al apoyarlo a él, los electores recibían «dos por el precio de uno». Se refería a su esposa, Hillary Clinton, una mujer incombustible. Hillary prometió entonces que cuando fuera primera dama no iba a dedicarse a hacer galletas y tomar té...Y lo cumplió.

Desde entonces Hillary ha sido primera dama, senadora, candidata a la Casa Blanca y secretaria de Estado.

Nacida en Chicago en 1947, se casó con Bill Clinton en 1975 y fue nombrada como la primera socia femenina en el bufete de Rose Law Firm. En 1979, apareció dos veces como uno de los cien abogados más influyentes en Estados Unidos.

Su personalidad se forjó en el seno de una estricta familia conservadora de clase media-alta. Sus padres, el empresario textil Hugh Rodham y la ama de casa Dorothy, le inculcaron desde muy pequeña que ni la cobardía ni la debilidad de carácter eran aceptables.

Creció en un rico suburbio de Chicago, Park Ridge, junto a sus dos hermanos menores, Hugh y Tony, en un entorno de profundas creencias metodistas.

Fama de mujer dura

Suavizar su fama de mujer dura y calculadora fue uno de los frentes en los que tuvieron que luchar sus asesores en esta campaña. Ella llegó incluso a tirar de su condición de abuela.

Ese mismo temperamento ha sido determinante, sin duda, a la hora de enfrentar los escándalos personales y políticos que no le han abandonado.

Una prueba a su resistencia fue el escándalo del «affaire» del entonces presidente Bill Clinton con la becaria de la Casa Blanca Monica Lewinsky en 1998. Haciendo de tripas corazón, la primera dama perdonó a su marido y se quedó a su lado, como había hecho con otros líos de faldas anteriores.

El escándalo más reciente tuvo que ver con el uso de un servidor privado de correo electrónico mientras era secretaria de Estado (2009-2013). La investigación del FBI finalmente se descartó a pocos días de las elecciones.

Una de sus bazas en esta carrera electoral fue el hecho de ser mujer. Para el cierre de la campaña escogió el Jacob Javits Center de Manhattan con idea de simbolizar la ruptura del techo de cristal, que impide que las mujeres accedan a los ámbitos de poder y de toma de decisión. Pero el techo no terminó de romperse. Eso sí, en su discurso después de perder las elecciones Hillary dijo estar convencida de que otra mujer lo hará.

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