Crímenes de guerra

La de ahora mismo en Ucrania es una salvajada muy gorda. Impensable en el siglo veintiuno. Pero ahí está, no muy lejos

01 marzo 2022 09:20 | Actualizado a 01 marzo 2022 09:42
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¡Hola vecinos! Junto al viejo puente de Mostar construido en 1566 sobre el río Neretva durante la dominación turca y declarado patrimonio cultural de la Humanidad, había una piedra icónica con una pintada: ‘Don’t forget’ (No olvidéis).

Cuando hice una foto a aquella piedra se iniciaban las obras de reconstrucción del puente destruido el 9 de noviembre de 1993 por los bombardeos que enfrentaron a croatas y musulmanes en la guerra de la antigua Yugoeslavia.

Entré en una de las numerosas tienditas cercanas que venden recuerdos y compré una pequeña acuarela del viejo puente de 1566 que nunca volvería a ser el mismo. Guardo con mimo la foto de la piedra y la acuarela.

Olvidar, lo que se dice olvidar, acaso no olvidemos. Pero lo que está claro es que no aprendemos. Decimos: ‘Perdono, pero no olvido’. Es como declarar: ‘Perdono, pero no olvido y, por eso, te la guardo’, lo cual no es de mucho perdonar. Subyace ahí un poso de rencor que convierte el presunto perdón en una actitud poco consolidada.

Tal y como es la compleja condición humana que domina a los terrícolas, deberíamos afirmar: ‘No perdono, no olvido, que sepas que te la guardo y, además, no pienso aprender nada del pasado, coño ya’. Como frase hecha resulta un poco larga y prolija pero, al menos, se ajusta mejor a nuestro errático proceder en la vida.

Mostar me impactó como un cascote que hubiera caído en mi desértica cocorota desde cualquiera de los edificios acribillados por la artillería y las balas.

Y en el viaje surgía todo el rato, desde lo profundo de la incredulidad, una pregunta recurrente ¿Cómo fue posible que ocurriera lo que sucedió aquí? Pues no hemos aprendido nada. Vamos de una salvajada a otra. La de ahora mismo en Ucrania también es una salvajada muy gorda. Impensable en el siglo veintiuno. Pero ahí está, no muy lejos.

Radislav Krstic (excomandante serbobosnio), Slobodan Milosevic (expresidente de Serbia y de Yugoslavia), Vojislav Seselj (presidente del Partido Radical Serbio), Milan Lukic, (líder paramilitar serbobosnio), Ramush Haradinaj (exprimer ministro de Kosovo), Ante Gotovina (exgeneral croata), Vlastimir Djordjevic (exjefe de Seguridad Pública de Serbia), Radovan Karadzic (antiguo líder de los serbios de Bosnia), Ratko Mladic (excomandante del ejército serbobosnio) y Goran Hadzic (antiguo líder político serbio en Croacia) fueron juzgados por el Tribunal Penal Internacional para la antigua Yugoslavia como criminales de guerra. Genocidio, crímenes de lesa humanidad, crímenes de guerra, son los cargos por los que se les juzgó.

¿Qué les diferencia de Vladimir Putin, presidente de Rusia, de su ministro de Exteriores, Sergei Lavrov y de quienes han orquestado la invasión de Ucrania -un Estado soberano, libre y democrático- por la fuerza de las armas? Si hay diferencia, no la advierto. Claro, que no soy de tener muchas luces y es muy posible que, con tanta medicación, esté medio lerdo.

Pero aun con escasas luces, medio lerdo -o lerdo entero-, desconociendo las sutilezas de la geopolítica, incapaz de ponderar qué pasa con el gas, con las exportaciones y las importaciones y refanfinflándomela las sanciones económicas y diplomáticas a Rusia, las enérgicas condenas internacionales, los discursos y quienes aprovechan que el Volga pasa por Moscú para asegurar que su comunidad autónoma es como Ucrania y que España les invade con sus tanques a sangre y fuego, aun así, digo, insto desde mi cortedad y lerdez a la creación de un Tribunal Penal Internacional para Ucrania y Rusia que declare a Putin y a Lavrov en búsqueda y captura como criminales de guerra.

Y que, cuando los trinquen, sean juzgados sin tanta contemplación y tanto ‘pues ya no te ajunto, Vladimir’.

Reconozco, eso sí, que hay sanciones tremendas. Que Rusia no pueda participar en el Festival de Eurovisión es de una crueldad inconmensurable. ¿Pero de verdad va a celebrarse el Festival de Eurovisión?

¿La organización de televisiones europeas tendrá el santo cuajo de hacer un fiestón cantarín cuando Ucrania se desangra bajo la enloquecida ambición de un tipo del que los entendidos politólogos dicen que no es Hitler aunque se asemeje mucho a Hitler? No es Hitler, vale. Pero es un hitler. Y hay más hitleres sueltos.

¿Recordáis los viejos tiempos en que nuestra preocupación era la discutida final del ‘Benidorm Fest’ entre Chanel , Tanxugueiras y Rigoberta Baldini? ¿Recordáis cuando la noticia que recorría el mundo era si Novak Djokovic jugaba en el Open de Australia o le daban puerta?

¿Recordáis acaso a un tal Pablo Casado que dijo en la despedida ante el Congreso que uno de sus compromisos políticos era ‘el respeto al adversario’? ‘No olvidéis’, se leía en la piedra de Mostar junto al viejo puente. Pero hay cosas perfectamente olvidables. Los crímenes de guerra, no.

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