Hoy se cumplen exactamente dos años desde que la ciudadanía acudió a las urnas para elegir a sus representantes municipales. Fue el 28 de mayo de 2023 cuando se definieron los actuales equilibrios de poder en nuestros ayuntamientos, y con esta efeméride se alcanza el ecuador del mandato. Pero más que una etapa de balance, el momento marca el arranque de algo que nunca llegó a detenerse del todo: la campaña electoral permanente.
Porque si algo ha caracterizado este periodo es la continuidad de una lógica electoral que no se interrumpe ni en los años impares. La política local se ha convertido en un escenario de proyección constante, donde cada decisión, cada obra y cada gesto parecen pensados no solo para gobernar, sino también para posicionarse de cara a la siguiente cita con las urnas. En este contexto, los márgenes para el sosiego y la gestión pausada se estrechan. La presión por marcar perfil y diferenciarse de los rivales se cuela en el día a día institucional. La oposición no da tregua, consciente de que el tiempo corre, y el gobierno local debe decidir entre priorizar la eficacia o el relato. Cada rueda de prensa, cada pleno, cada visita a un barrio se convierte en una oportunidad —o un riesgo— en clave electoral.
A partir de hoy, y aunque quede mucho recorrido hasta mayo de 2027, puede decirse que arranca de manera oficial la carrera hacia las próximas municipales. La maquinaria electoral se pone en marcha, esta vez sin disimulos. Los partidos empiezan a definir estrategias, reforzar liderazgos y ajustar discursos. También la ciudadanía empieza, aunque sea de forma inconsciente, a observar con otros ojos a sus representantes.
En Tarragona, Viñuales camina en un delicado ejercicio de equilibrios. Le toca sostener consensos, marcar perfil propio y responder a expectativas altas, todo a la vez. En Reus, Guaita navega con un rumbo más estable y sin turbulencias destacadas, consolidando su liderazgo en un clima político más previsible pero con sus problemas y oposición en la calle. Ambos, sin embargo, son ya protagonistas de una cuenta atrás que, aunque silenciosa, ya ha comenzado. A medio mandato, gobernar y hacer campaña son ya casi sinónimos. La política local no se detiene. Solo cambia de ritmo.