La intervención para la mejora del alcantarillado que se está llevando a cabo entre las plazas del Oli y Peixeteries Velles de la Part Alta de Tarragona han puesto al descubierto restos arqueológicos entre los que destaca, por su gran volumen, un bloque de mármol de Carrara de época romana. La pieza, que no presenta ninguna decoración, mide más de un metro de largo y hasta ayer al mediodía estuvo junto a las obras que realiza Ematsa para cambiar las tuberías que ya estaban obsoletas en la zona. El bloque, que se trasladará al Museu Nacional Arqueológic de Tarragona, presenta dos orificios que, según fuentes municipales, son, por una parte, producto de la manipulación del mismo con una grúa en época romana y, por otro, el encaje con otra pieza similar –los romanos utilizaban placas de metal para unir grandes bloques de piedra y fijarlos a la estructura donde iban destinados–.
Anteriormente, en una cota superior –más cercana a la superficie– se halló una serie de restos de silos, probablemente medievales, destinados al almacenaje de productos. Estos silos han aparecido a menudo en esta zona en diferentes intervenciones arqueológicas y son la evidencia de la singularidad de Tarragona como ciudad que ha ido evolucionando, sobre un mismo enclave, desde tiempos de los íberos –aunque el poblado ibérico no se encontraba en esta zona de la ciudad. Las diferentes culturas fueron reaprovechando las construcciones anteriores que finalmente configuran el paisaje urbanístico de Tarragona, una ciudad que se ha mantenido habitada en todas las fases.
Mármol de importación
El gran bloque de mármol encontrado procede de las canteras de Carrara. Era un tipo de piedra muy apreciado por los romanos por su gran blancura y que tiene una textura arenosa. El gran bloque de mármol hallado en las obras de mejora de alcantarillado de la Plaça de l’Oli puede proceder del recinto de culto, es decir, de la gran plaza porticada en mitad de la cual se hallaba presumiblemente el templo de Augusto –presumiblemente porque todos los indicios apuntan a su existencia en este lugar, aunque no se han encontrado restos concluyentes de cimentación in situ, esto es, bajo el actual edificio de la Catedral–. En el año 14 d.C. grandes bloques de mármol de Luni-Carrara fueron enviados a Tarraco para dar el acabado decorativo al templo y a los pórticos de la plaza que lo rodeaba. Estos bloques de mármol procedentes de la península itálica llegaron con los talleres imperiales para su trabajo. Cinco décadas más tarde, bajo el poder del emperador Vespasiano, nuevos artesanos de los mismos talleres acompañaron otra remesa de mármol de Carrara para la ampliación del recinto de culto.
El área donde se ha encontrado esta gran pieza está fuera del recinto de culto y de la Plaza de Representación –que comprendía desde las calles Civaderia y Merceria hasta la Nau y Cavallers y desde la Antiga Audiència hasta la Plaça del Rei. Por tanto, fue un material reutilizado en la zona, que se convirtió en una área de hábitat para los ciudadanos de Tarragona tras la época romana –la actual Part Alta era la zona de administración provincial y de culto al emperador–.