El pionero de la informática

Jordi Planas perdió una pierna a los 16. Trabajó para la NASA y el ejército de EEUU. En 1975 mandó su primer mail mientras trabajaba en IBM. Luego fue empresario de éxito en el norte de África

30 abril 2018 17:26 | Actualizado a 30 abril 2018 17:38
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Jordi perdió una pierna a los 16. Luego dio 20 vueltas al mundo. Cogía 300 vuelos al año, manejándose con asiduidad entre el norte de África, China y el regreso a Tarragona. Desde 2007 está retirado y se dedica a labores altruistas. Antes fue informático pionero y un inquieto empresario. El inicio de todo en Jordi Planas, afincado en Tarragona desde 1980, hay que buscarlo en el deporte. Primero, en forma de fatalidad. «Yo hacía de comisario de control en una carrera en el circuito de Montjuïc. Haciendo una ronda, hubo un accidente y me cayó encima una moto», explica. 

Aquello, con 16 años, acabó en la amputación de una pierna, algo que no le impidió hilvanar una carrera fulgurante, con éxitos y algún fracaso. La otra clave deportiva la dio el béisbol. «En mi equipo me pusieron al cargo de la estadística, que en el béisbol es muy compleja», cuenta. Coincidió que el responsable de la sección del Barça era también director de Singer, la empresa de máquinas de coser. «Ellos fabricaban de todo, incluso ordenadores. Allí vieron que yo tenía una actitud buena para resolver problemas».  

Con Singer montó su primer ordenador en una fábrica de Igualada. Tenía 4K y carecía de disco duro. El objetivo era recibir los encargos e introducirlos en las máquinas. Uno de sus primeros trabajos fue modificar un programa usando un soldador para pasar cobre por núcleos de ferrita. «Por aquel entonces la informática era algo de gurús con bata blanca trabajando tras la puerta. Fui progresando, aprendiendo de unos y otros, y me metí dentro», recuerda. A mediados los 70 no había estudios regulados de informática. De hecho, Jordi participó en la creación de la Facultad de Informática de Barcelona: «Fue la primera de España. Fui profesor de estructura de la información». 

De IBM a Palo Alto
En aquellos albores de la especialidad nunca pensó que ni la informática ni mucho menos internet tuvieron la dimensión actual. «Era inimaginable que cada persona pudiera tener un ordenador. Hasta entonces era visto como una cuestión de empresa. A partir de que saliera el PC, sí que empezó a cambiar esa concepción». 

Montó su primer ordenador para Singer en Igualada, a mediados de los años 70. Tenía 4K y carecía de disco duro

Mucho antes de eso Jordi protagonizó un momento pionero, casi visionario. Era 1975. Él trabajaba en la sede de IBM en Barcelona. «Estaba haciendo el driver de una impresora y algo no funcionaba. Intentamos contactar con el responsable, pero no nos aclarábamos por teléfono y le envié un correo para solucionarlo, a Palo Alto. Era una red interna pero era precursor de lo que es hoy internet. Aquello era el padre, aunque todo era muy primitivo. Las pantallas no eran gráficas», cuenta. 

En IBM sintió el gusanillo empresarial. Creó su primera compañía, que llegó a tener 250 trabajadores. Asistió a firmas como Prosegur o el Banco Central, y fue encargado de llevar la estandarización de los sistemas informáticas a muchos rincones. Instaló el panel de control de Enher en Barcelona, las primeras historias clínicas informatizadas de Europa, en el Hospital del Mar, o los primeros robots de pintura de la Seat. Eran años de aprendizaje frenético. «Había que reciclar mucho a la gente. Pasar de hacerlo todo a mano al ordenador era complicado», rememora. 

Jordi, con su excelencia como programador, acabó trabajando para la NASA. Participó en el desarrollo del software para la primera generación del transbordador Space Shuttle. Montó y probó («más de mil veces», apunta) un simulador para la sincronización de cinco ordenadores de la nave, en un proceso clave tanto del lanzamiento como de la órbita. «En todo el mundo fuimos 1.500 personas que trabajábamos en aquel proyecto a distancia. Fue la base en la que luego se inspiró Microsoft para el Windows 3.1».

Retirado desde 2007, ahora se dedica a tareas altruistas, entre ellas luchar por mejorar la accesibilidad en Tarragona

Después de aquello, un cliente de una segunda empresa que quebró le acabó trayendo a Tarragona. Luego pasó a ser empresario corporativo dentro de la ITV, donde también fue pionero en implantar el certificado de lectura óptica. «Después salí del grupo y me establecí por mi cuenta como empresario», explica. A partir del año 2000 se especializó en la transformación de las botellas de plástico, recicladas, en material para los rellenos de peluches o nórdicos. La empresa se estableció en Argelia, Túnez y Libia. «En Argelia teníamos a 15.000 personas recogiendo botellas. Funcionó muy bien», recuerda. 

Fue otra vez una vorágine de vuelos, hasta que le falló la salud. «En 2007 me diagnosticaron un problema neurológico, y me retiré. Empecé a perder facultades sobre todo de ejecución. Sí puedo hacer cosas más estratégicas». A ello se dedica Jordi, que sigue multidisciplinar: colabora con la Fundació Gresol, las conferencias de TEDx Tarragona, las cuestiones sobre accesibilidad del Col·legi d’Aparelladors Arquitectes Tècnics i Enginyers d’Edificació de Tarragona y con Homeless Entrepreneur. «Ahora ayudo a que sean los demás los que hagan cosas. Soy un poco mentor». 

No suelta prenda, eso sí, de su trabajo con el ejército norteamericano en los 70. «Tengo un contrato de confidencialidad», apunta. Acaba en agosto de 2019. 

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