Salvador Távora, la geometría de la pureza

Salvador Távora, el fundador en 1970 del grupo teatral ‘La Cuadra de Sevilla’, ha fallecido en su barrio sevillano del Cerro del Águila, a los 88 años

15 febrero 2019 17:05 | Actualizado a 15 febrero 2019 17:11
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Geometría: Parte de las matemáticas que estudia la relación entre puntos, rectas, curvas, superficies y volúmenes del espacio. Pureza: ausencia de imperfecciones y defectos. Geometría y pureza eran la esencia de los montajes de Salvador Távora que tuvimos la enorme fortuna de disfrutar en Tarragona.

Hace unos días Salvador Távora el fundador en 1970 del grupo teatral ‘La Cuadra de Sevilla’ murió en su barrio sevillano del Cerro del Águila a los 88 años. Fue pionero en reivindicar la pureza del flamenco y la denuncia de su Andalucía estereotipada y enclaustrada en el pasado, creó unos espectáculos donde el cante, la música, el desgarro, la opresión y el grito a la libertad eran su texto.

Conocí a Salvador Távora en 1972 en el I Festival de Teatro Contemporáneo que organizó Arturo Benítez en la Universidad Laboral. Aquel ‘Quejío’ me sacudió, acostumbrado a los textos de Bretch, Ionesco, Becket, Peter Brook o el The Living Theatre, lo de Távora era un latigazo que sacudía el espíritu, un impulso que te despertaba, te sacaba la venda de los ojos. Revindicó la sublevación cultural como los versos de Alberti: «a galopar, a galopar hasta enterrarlos en el mar».

Luego vinieron ‘Los Palos’, ‘Andalucía Amarga’ o ‘Herramientas’, montajes con una fuerza salvaje, con escenas llenas de magia, dolor, sentimiento, rabia y denuncia. 

Abrió un camino nuevo a la creación teatral. Y quizás la culminación fue la ópera ‘Carmen’ que vimos en el Auditorio del Camp de Mart y en la Plaza de Toros donde se lidió un novillo. 

Távora, jornalero, cantaor, novillero, minero, siempre hablaba desde la humildad, la sencillez, la sabiduría. El teatro es pureza, pero también llanto y sobre todo perfección. ‘La Cuadra’ fue un grupo que sacudió a una sociedad aburguesada y encorsetada en un teatro almibarado y conformista. 

También experimentó con otros registros en ‘Las Bacantes’, ‘Piel de Toro’, ‘Nanas de espinas’ (con textos de Lorca) y ‘Picasso o la muerte del Minotauro’. Aún resuenan en mi mente la música de la Banda de Cornetas de las Tres caídas de Triana mientras un caballo blanco trotaba en el escenario mientras se escenificaba la muerte de Carmen la cigarrera, una escena que emocionaba y te ponía el vello de punta. 

Descanse en paz Salvador Távora el despertador de conciencias, el alquimista de la geometría escénica, el adalid de la pureza del flamenco. Gracias por haber existido.
 

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