Del protocolo al protoloco
¡Hola vecinos! Jordi Pujol, consorte de la madre superiora de la congregación con la que forma esa unidad de destino en lo andorrano -especialista en gestión política ejercida como empresa familiar-, definió el protocolo como: la estética del Poder. De la ética, ni pío. La ética se escapaba de los valores del muy honorable presidente. Quizá la dejó olvidada en el chabolo de la cárcel de Torrero, Zaragoza, donde allá por los sesenta pasó un tiempito a salvo del cierzo que corre por Mañolandia.
El periodista argentino Leonardo Faccio escribe en su libro Letizia. La reina impaciente: Todo acto oficial es un acto de ilusionismo. Viene a decir que los actos institucionales constituyen una serie de efectos, trucos, artificios, escamoteos que, de manera fingida, hacen parecer realidad lo imposible.
¿El protocolo -el ceremonial, la etiqueta, la planificación de acontecimientos- es tan solo eso: estética, plástica, efecto, truco o fingimiento? Está mal que yo lo diga pero, a menudo, sí. No por culpa de los profesionales del protocolo. La responsabilidad compete a sus jefes, autoridades que se pasan por el arco del triunfo la máxima existencial de quienes nos dedicamos a esto: el protocolo ha de enmarcarse en la naturaleza de los actos. En su significado, entorno social, tiempo, oportunidad.
Tres actos de la pasada semana en el Estado de las Perimetrías hacen pensar que no andamos finos en el equilibrio de lo concreto y lo abstracto de su organización: espíritu, mensaje narrativo, momento, espacio, ambientación, atmósfera. Ética y estética.
Primero: el acto de presentación de los Presupuestos Generales del Estado y la coreografía de los socios de gobierno central portando un documento cual Santísimo Sacramento. Antes se fotografiaba una furgoneta llegando al Congreso con un montón de tochos cargados de cifras. Luego se presentaron soportes informáticos: disquetes, CD, pendrive. Pero el martes era el Santo Grial. Segundo acto: cena de El Español. Un dislate. Se han disculpado el ministro Illa y el alcalde de Madrid. Pedro J. Ramírez ha desvariado todo lo que puede desvariar el convocante de un acto no oficial pero que reunió a buena parte de la oficialidad en medio de una pandemia, para hacer lo que nos dicen que no hagamos. Y tercero: la «cumbre» de presidentes autonómicos -tres- en Ávila. Como si fuera el G-20, pero en G-3. Cada uno con su boato, bandera, escenario, atril y rollo a los medios. ¿Quién paga tanto aparato: el del PSOE, el del PP, la verso suelto del PP, tú y yo? Tú y yo, fijo.
Actos alejados de la realidad que vivimos y de su propia naturaleza. Actos de ilusionismo, magia potagia. Protocolo no es eso.
Ángel Pérez Giménez: Periodista. Exjefe de protocolo del Gobierno de Aragón y exdirector de la Escuela de Protocolo de Aragón.

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