Opinión

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Imaginen un hospital sin enfermeras ni enfermeros. Imaginen médicos desbordados, curas sin hacer, papeleo acumulado, pacientes solos... Y esa falta de humanidad y cercanía. Ahora trasladen esa atroz y triste escena a un paritorio. A uno de los momentos de mayor intensidad, crudeza, belleza, alegría, dolor, temor y esperanza para una madre. A un momento crucial para el niño que llega. Para el padre que acompaña, apoya y espera... Y no hay matronas. O las que hay, corren entre quirófano y quirófano, sin tiempo para nada. Y falta esa mano reconfortante, esa guía para respirar, esas palabras asegurando que todo irá bien, ese acompañamiento para aliviar el dolor, esa profesionalidad en el paritorio, esos consejos en el posparto...

En nuestros hospitales, la situación no dista mucho de esta imagen. Hoy, en Tarragona, una sola matrona puede llegar a asistir hasta tres partos a la vez. La mayoría están pluriempleadas. Las listas de espera para ser atendido por una comadrona en un centro ASSIR pueden alcanzar los 8 meses. Y algunas profesionales llegan a acumular jornadas laborales superiores a las 60 horas semanales. La demarcación cuenta con 105 matronas, pese a que se necesitarían al menos 210 para cumplir con las ratios europeas. Mientras países vecinos disponen de al menos 4 matronas por cada 10.000 habitantes, España apenas llega a 1,98. Y la situación empeora año a año: en 2024 se jubilaron en todo el país 149 comadronas, pero solo se formaron a 76 nuevas. Además sólo el 40% de las matronas formadas en Catalunya se quedan aquí.

En nuestros hospitales está faltando algo clave: las profesionales que saben acompañar con conocimiento, humanidad y seguridad en el proceso de parto. El riesgo no es solo la saturación de los quirófanos, sino el recorte de servicios, la pérdida de una figura clave para reducir la excesiva medicalización de los partos, la desaparición de la persona que acompaña física, psíquica y sentimentalmente a las madres... Y que se asegura de traer sanos y salvos a nuestros hijos. Hace falta más formación, contratos estables y condiciones dignas para retener a estas profesionales. Y hay que reconocer su valor. Porque cada mujer que da a luz merece estar acompañada técnicamente, pero también humanamente. Defender a las matronas, es defender a todas las mujeres.

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