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La BBC informa del hallazgo arqueológico de restos de burros gigantes en la aldea romana Boinville, a 280 kilómetros de París. Según estudios de ADN, medían 155 centímetros de alto (del suelo hasta la espalda), cuando lo normal hoy son 130.
Se cruzaban con yeguas para engendrar mulas, que tenían el tamaño caballar y la resistencia y tozudez de los burros, lo que las hacía útiles para transportar cargas pesadas a largas distancias.
Al caer el Imperio Romano fueron menos necesarias, aunque las mulas siguieron sirviendo a los ejércitos en las Guerras Mundiales, y antes en la americana. George Washington recibió burros españoles que le mandó Carlos III para producir mulas, a las que tuvo en gran estima.
Ya no quedan burros grandes, aunque me temo que sí grandes burros.
