Leí El Cuarteto de Alejandría de Lawrence Durrell hace mucho tiempo, y me impactó profundamente, no solo por los personajes enredados y la complejidad del amor, sino también por las descripciones de largas tardes soleadas en el Mediterráneo y el Levante. Por la descripción de esa ciudad que era a la vez antigua y moderna. Admiro el poema de Fernando Pessoa donde habla de cómo brilla el «sol feliz» mientras añora el beso de su amada. Y luego está El libro de verano de Tove Johnson, absolutamente maravilloso, profundamente elegíaco y mágico… Adoro cómo se representa la estrella alrededor de la cual orbita la Tierra en la literatura universal, pero lo cierto es que odio el sol, odio el verano, odio el mes de agosto (y este en particular con mucha intensidad) y decididamente esta es la peor semana del año. No se trata de que prefiera los cielos grises, los nubarrones, la lluvia, el frío, la nieve, la tarde. Es que el exceso de luz combinado con el exceso de calor no te permiten pensar, distorsionan los contornos de las cosas y de las ideas. Te funden, te aplastan, te desorientan. Los espejismos te engañan. Solo se puede sobrevivir pensando que cada día que pasa, es un día menos. Pero esto no es vida. El verano debería ser cancelado. No sé si hay movimiento woke antiverano, pero me apunto.