Opinión

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Dice el refranero –y qué sabio es el puñetero– que «mal de muchos, consuelo de tontos». Y supongo que dice poco de mí que hoy, día en que conoceremos a los agraciados con el Sorteo de Navidad, dedique unas líneas a explicarles historias de ganadores de la lotería desdichados. Pero no soy perfecto, y quizá a ustedes, si no les toca el Gordo, también les vaya bien algo de desgracia ajena. O, quién sabe, si este 22 de diciembre acaban siendo millonarios, quizá estas experiencias les sirvan para evitar el llamado «síndrome del ganador de la lotería».

El día de Navidad de 2002, Jack Whittaker se embolsó el mayor premio de Powerball otorgado a una sola persona en la historia de este popular juego de azar estadounidense: 313,9 millones de dólares que, tras impuestos y por cobrarlo en metálico, se quedaron en unos 113 millones. Pese a asesorarse con profesionales, Whittaker tomó decisiones financieras erróneas y arriesgadas, empezó a alardear, llevaba consigo altas sumas en efectivo, se dio a la bebida, las drogas y el juego... En una ocasión le robaron medio millón de dólares que guardaba en el coche. Perdió grandes sumas de dinero en inversiones. Gastó en exceso en fiestas y un estilo de vida lujoso. Su nieta murió por sobredosis. Llegó a decir que «ojalá hubiera roto ese billete de lotería». Un caso más cercano sucedió en España el año pasado: un joven ganador de un gran premio de lotería fue asaltado por conocidos suyos, que lo golpearon y le amenazaron para obligarle a revelar sus claves bancarias. Los agresores consiguieron retirar parte del dinero, pero fueron detenidos y condenados a prisión.

Así que, si hoy no le toca el Gordo, no se apure: el dinero no da la felicidad. Y, si es usted un nuevo millonario gracias al Sorteo de Navidad, asesórese bien, mantenga la compostura, sea cauteloso, rodéese de gente buena... Y si le sirven estos consejos, invíteme a una cerveza.

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