Reus Refugi atiende a unas 300 personas demandantes de asilo o situación precaria

La plataforma ciudadana nacida en la capital del Baix Camp en 2016 cuenta que la mayoría provienen de Sudamérica y África y que necesitan orientación para realizar trámites

14 septiembre 2021 19:30 | Actualizado a 15 septiembre 2021 08:14
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Unas 300 personas han sido atendidas por Reus Refugi desde junio de 2016, cuando nació esta plataforma ciudadana. Su objetivo es doble: «Acompañar a personas solicitantes de asilo (aquellos que solicitan el reconocimiento de la condición de refugiado, es decir, personas que huyen del conflicto y la persecución) y, a la vez, sensibilizar a la gente local de las vulneraciones de los derechos humanos que sufren, de las situaciones de miseria…», detallan desde Reus Refugi. Trabajan con personas que llegan a la capital del Baix Camp, muchos de ellos a través de CEAR (Comisión Española de Ayuda al Refugiado). Y es que cabe recordar que Reus es ‘ciudad de acogida’, adherida a la Xarxa de Ciutats-Refugi desde finales de 2015. No obstante, «cada vez nos encontramos más con gente que no han pasado nunca por un circuito», relatan.

La mayoría de atendidos provienen de Sudamérica y África, de países que están en conflicto. «De América del Sur son familias o mujeres, mientras que de África, acostumbran a ser jóvenes que vienen solos, de países como Senegal, de la zona del Golfo de Guinea…», a la vez que destacan que «también hay muchas mujeres que quieren emanciparse», además de menores que se encuentran en situaciones de emergencia. «Son personas que lo único que buscan es una vivienda y un trabajo, pero en cambio se encuentran con muchas trabas y vulneraciones de derechos. Todo aquello que ya es complicado por sí solo, a ellos se les agrava, como es el acceso a una vivienda, empadronarse…», cuentan.

Hacen acompañamiento para solventar varias necesidades, como la gestión de trámites

Lo que ofrece Reus Refugi a estas personas –la mayoría, solicitantes de asilo–, es un acompañamiento. «Ayudamos, por ejemplo, en la realización de trámites administrativos, porque en muchas ocasiones son difíciles y farragosos», explican desde Reus Refugi. Con la pandemia de la Covid-19 y la digitalización de la administración, las dificultades se hacen todavía más evidentes. Y es que «les piden el NIE, y no tienen. Quedan totalmente excluidos».

Durante este tiempo, también se han encontrado que si iban presencialmente a realizar algún trámite «sólo dejaban entrar a una persona, no nos dejaban pasar y todo el mundo tiene derecho a la asistencia, ya sea por una cuestión de idioma o para entender exactamente qué les están pidiendo». Con la pandemia, también se han encontrado que este perfil, «si ya se encontraban de por sí aisladas, con la Covid han quedado totalmente solas». Pero la tarea de Reus Refugi va más allá de un simple acompañamiento en la realización de trámites, «sino que son personas con las que creas vínculos», destacan. Explican también que se encuentran con situaciones de emergencias sociales muy críticas, de menores y mujeres, y los miembros de esta plataforma ciudadana acaban siendo un apoyo moral.

Entre los trámites en los que Reus Refugi hace acompañamiento, destaca especialmente el empadronamiento, «que es esencial, porque sin él, no existes». Denuncian que, además, han detectado falta de información en los procesos. «El primer paso es presentar toda la documentación requerida y, posteriormente, reciben una notificación en la que se anuncia el inicio de diligencias para hacer efectivo o no el empadronamiento, carta que a veces no llega o sí que es recibida, pero no se dan cuenta...», describen. Además, detallan que en muchas ocasiones reciben un informe negatiovo y es porque Guàrdia Urbana no ha encontrado el individuo en cuestión en el domicilio, «o también sucede que, como se trata de personas en situaciones irregulares, ven la policía, y se esconden, porque no saben que se trata del proceso de conseguir el padrón».

Lo que reclaman desde Reus Refugi es el empadronamiento sin domicilio fijo –hacerlo en un centro cívico, por ejemplo–, una fórmula que se aplica en ciudades como Barcelona. En Reus se ha conseguido ya en algún caso, pero tanto afectados como varios colectivos piden que este supuesto cuente con un protocolo para que no haya lugar a duda.

Reus Refugi nació de la necesidad de aportar un granito de arena, desde Reus, a la crisis de los refugiados. «Surgió a raíz de los refugiados sirianos. Era necesario que la ciudadanía tuviese información», remarcan. Fue el 1 de junio de 2016 que nació Reus Refugi como plataforma ciudadana con el objetivo de crear consciencia social y participar en la resolución de la crisis migratoria en Europa, favoreciendo la acogida de personas refugiadas en la ciudad. Fue en 2018 que llegaron en Reus, progresivamente, los 50 primeros refugiados.

Desde entonces han atendido a unas 300 personas, y no sólo los han acompañado en la realización de trámites administrativos, sino que también tienen un programa educativo, se trabaja la integración con esplais, se realizan clases a adultos o contra el fracaso escolar. A nivel alimentario, se puso en marcha a finales de 2020 la campaña ‘El fresc que crea caliu’, con la que se daban cheques «para que ellos mismos fuesen al mercado a comprar producto fresco. Se hizo con la participación de una decena de paradas del Mercat Central y del Carrilet «y ahora mismo está paralizado, a la espera de poder retomarlo».

«Los pandilleros nos amenazaron, pero nos han denegado el asilo»

El Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur) describe al solicitante de asilo como «una persona que huye de su país en busca de protección internacional en otro país. Esta persona solicita oficialmente al país de asilo el reconocimiento de su condición como refugiado, pero su solicitud aún no ha sido evaluada en forma definitiva». Se trata de personas que huyen de la persecución por motivos de raza, religión, nacionalidad, pertenencia a determinado grupo social u opiniones políticas. Si la solicitud obtiene una respuesta favorable, pasan a ser refugiados. Pero la respuesta puede ser negativa.

Es aquí donde se encuentra una familia de El Salvador asentada en Reus y que prefieren mantenerse en el anonimato, dado que en su país de origen están «amenazados de muerte». Explican que las amenazas de ‘los pandilleros’ es lo que les motivó a huir del país: los dos progenitores, un hijo mayor de edad y una niña menor. «Nos extorsionaban, nos pedían dinero, intentaron secuestrar a nuestro hijo y nos amenazaron». La única salida que encontraron fue emigrar a otro país y llegaron a España como turistas. Fue a través de Creu Roja que tramitaron la solicitud de asilo y tras estar hospedados en varias ciudades, los llevaron a Reus, donde fueron atendidos por el CEAR. «Primeramente estuvimos en el Hostal Santa Teresa, donde conocimos a Reus Refugi. Conseguimos un piso y trabajo, pero después de dos años desde que habíamos hecho la solicitud, en octubre de 2020 nos llegó la negativa porque, según dicen, no cumplimos los requisitos», relatan. Con la negativa, quedaron en situación ilegal, por lo tanto, también sin trabajo y sin acceso a ninguna ayuda. «Por suerte desde Reus Refugi nos están ayudando mucho, también a nivel emocional. Son un apoyo. Gracias a ellos, nuestra hija está escolarizada y el mayor empieza este curso un Grado Medio», detallan. Ahora, la batalla se centra en poder conseguir el permiso de residencia por arraigo social.

Otro caso es el de un joven de Burkina Faso, huyendo de la guerra. Llegó al país después de que Open Arms rescatase la patera en la que viajaba, en 2018. Primero fue a Barcelona, después llegó a Reus, atendido por el CEAR. «Estaba en un centro de acogida, y allí conocí a Reus Refugi. Te ayudan con todo aquello que no sabes. Son como una familia». Tras trabajar 2 años en una empresa, le llegó la negativa a su solicitud de asilo, por lo que se quedó sin empleo y con un alquiler que pagar. «Tiro con los ahorros, pero estoy buscando la forma de legalizarme. Si no lo consigo, tendré que irme. No quiero forzar las cosas, aunque mi deseo es quedarme aquí. En mi país las cosas están muy mal», lamenta.

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