Maribel Cera: «Yo no hago caso de lo que dicen. Sé quién soy»
La pescadora siente pasión por su trabajo «lleno de vida»

Maribel Cera Chillida, con la embarcación Viznago y el fondo del Montsià, en La Ràpita.
Maribel Cera Chillida se levanta cada día a las 3 de la mañana y pasa a buscar a su «mano» Enric, patrón de la embarcación Viznago, para salir a pescar. Da igual que haga calor o frío, que todavía esté oscuro y que aún queden horas para que la luna comience a desdibujarse en el lienzo de la noche estrellada. Arrancan el motor, desamarran los cabos y se dirigen hacia el caladero donde tienen las redes caladas. Ahora toca pescado, sepias, caracoles, cangrejos... Lo que haya. Y así hasta la 1 del mediodía, cuando emprenden el regreso al puerto con el pescado ya clasificado y puesto en cajas con hielo. Hacen una pausa para comer y hacia las 3 de la tarde regresan para recoger el pescado y llevarlo con el carro a la lonja para venderlo, ya que a las 15.30 empieza la subasta. Cuando acaba de vender, Cera recoge las cajas y las limpia, prepara hielo y vuelve a bordo para dejar las cosas listas para el día siguiente.
«Lo que más me gusta de mi trabajo es la sensación de vida que hay, de alegría cuando coges pescado; de tristeza cuando no lo coges. Es apasionante ver salir el sol al alba, sentir las olas y el olor a mar... Pero también hay dolor cuando hace mal tiempo y no podemos salir», valora.
Maribel Cera Chillida, de 49 años y de La Ràpita, creció con las anécdotas e historias que contaban su abuelo y su padre, pescadores, y al final un día cumplió su sueño de salir a pescar. «De pequeña ayudaba a sacar el pescado o cogía el salabre. Después de la escuela, siempre iba a bordo... De más mayor le dije a mi padre que quería cotizar y que me embarcara, y aceptó», explica.
Pero no fue fácil: antes tenía que ir a capitanía para hacerse una libreta de navegación y apuntarse a un curso de competencia marinera. «Nos apuntamos mi hermana mayor y yo, y detrás de nosotras también lo hizo un hijo de un pescador. Un día, en la lonja, me lo encontré y me dijo que ya estaba haciendo el curso, mientras que nosotras todavía no... Les comentamos lo que pasaba a nuestros padres y fuimos a la cofradía y no sabían ni qué decir», recuerda. Finalmente las llamaron y aprobaron su curso. Las cosas antes eran distintas, pero por suerte, «actualmente la cofradía ya incorpora a mujeres en sus filas, así que ya no me siento tan sola».
Al principio, al salir a pescar, Cera se esforzaba en demostrar que podía hacer el trabajo, que era lo que le gustaba. «Y siempre me sentí apoyada por los otros pescadores», sostiene. «Después cuando me embarqué con mi hermano Enric fue muy bonito porque nos repartimos el trabajo y donde no llega uno, llega el otro. Los días son siempre distintos: un día hace mal tiempo y sufres, otro tenemos suerte y cogemos mucho pescado... El mar no hace distinciones, es tan duro para un hombre como para una mujer, pero es un trabajo muy bonito».
Pese a eso, reconoce que alguna vez ha tenido que escuchar comentarios de la gente: «Me han llamado marimacho y cosas así, pero yo no hago caso. Yo sé quién soy. Soy Maribel Cera Chillida, segunda patrona, hija y nieta de pescadores». Y lo más importante: «Hago el trabajo que me gusta».
Durante tres años, además, ha sido presidenta de l’Associació Catalana Dones de la Mar, para reivindicar el papel de la mujer en el sector pesquero y acuícola, a menudo invisible y poco reconocido.