1. Una enfermedad grave e imprevisible

El SARS-CoV-2 es leve en algunas personas pero mortal en otras

31 diciembre 2020 12:55 | Actualizado a 05 enero 2021 13:57
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Las consecuencias que provoca el SARS-CoV-2 en la salud continúan rodeadas de incógnitas. Médicos y científicos han ido avanzando en la investigación al tiempo en que luchaban contra la propia pandemia. Han sido claves algunos hallazgos, como conocer su alta capacidad de contagio y la importancia de los aerosoles en la transmisión, y también su impacto incierto en función del organismo de la persona: algunos contagiados pasaban la enfermedad de forma muy leve e incluso sin síntomas mientras que otros fallecían en cuestión de días. Conocer la dimensión de esta nueva patología ha servido para combatirla mejor, empezando por tener claros los factores de riesgo y, por lo tanto, los perfiles poblacionales que hay que proteger con especial dedicación. 

La edad está entre las principales amenazas (el 87% de los fallecidos en Tarragona tenían más de 70 años según las estadísticas del Departament de Salut), pero también patologías previas como la diabetes, la hipertensión o las dolencias pulmonares, así como otras enfermedades crónicas. Estos meses también han servido para dejar clara la gravedad de un virus en buena parte impredecible capaz de generar complicaciones serias incluso a personas que estaban sanas. Un ejemplo: la mitad de los enfermos que requirieron ingreso en UCI en el Hospital Joan XXIII de Tarragona no tenían patologías previas, según un estudio elaborado con pacientes ingresados durante la primera ola. Otro informe del centro tarraconense muestra cómo el coronavirus genera también daño miocárdico, una complicación severa que se produce en los infartos. 

Todavía están por ver las secuelas que deja la dolencia a largo plazo, aunque ya empiezan a conocerse algunas. En este sentido, hay médicos que hablan incluso del surgimiento de una nueva enfermedad, que es la Covid persistente, consistente en que personas que resultaron contagiadas superaron la patología y hasta generaron anticuerpos siguen padeciendo síntomas incluso ocho meses después, en ocasiones de más gravedad que cuando pasaron por la fase aguda de la infección. 

Se trata casi siempre de mujeres, en algunos casos sanitarias, que siguen experimentando síntomas como cansancio, dolores musculares, dificultad para respirar, cefaleas, presión en el pecho, palpitaciones, hormigueos, taquicardias o fallos de memoria. Consiste en males que van apareciendo intermitente, que nunca acaban de remitir y que incluso han sido reconocidos por la Organización Mundial de la Salud (OMS).
El colectivo de estos pacientes con padecimientos de tan larga duración se ha organizado en busca de atención y visibilidad. Solo el seguimiento a lo largo del tiempo de estos cuadros clínicos y la investigación médica arrojarán más luz acerca de los efectos del SARS-CoV-2 y, fundamentalmente, sobre la manera de mitigarlos.  

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