Sociedad
Casales de verano, un respiro para las familias más vulnerables
La Fundació Pere Tarrés impulsa actividades becadas para unos 800 niños y jóvenes en situación vulnerable en las comarcas de Tarragona

Niños participantes en el casal que se realiza en la Escola Saavedra.
Un grupo de niños y niñas está tratando de ponerse de acuerdo para ver qué dibujarán en el mural que están preparando sobre el mar Mediterráneo: una tortuga, un pez, una sirena... «¿Una sirena? Pues ponemos una sirena también», risas.
Es un día más en el casal que la Fundació Pere Tarrés organiza en la Escola Saavedra, y una de las principales peculiaridades es que se realiza en agosto, un mes en el que quedan pocos casales y recursos a los que puedan recurrir las familias.
Pero no hay que llamarse a engaño: el casal está pensado para ser mucho más que una ayuda para que las familias puedan conciliar. Es, sobre todo, una apuesta para que niños y adolescentes que se encuentran en una situación socioeconómica especialmente vulnerable disfruten durante unas horas de actividades que les alejen de un contexto en el que habitualmente se debaten entre casas pequeñas y mal acondicionadas para aguantar el calor, el abuso de pantallas y el estar en la calle sin supervisión.
Lo saben desde la fundación porque cada año realizan una encuesta entre las familias que becan para sus casales y colonias de verano. En ellas ha quedado en evidencia, por ejemplo, que el 43 % de esas familias vive en una situación de pobreza extrema, lo que supone que viven con un 20 % de los ingresos de una familia media en Catalunya. El 60 % vive en una superficie inferior a los 25 metros cuadrados por persona.
Pero aquí los días se pasan entre los juegos de toda la vida para activarse de buena mañana, los juegos de agua y las idas a la playa, como explica Diana Benjumea, directora del casal.
Montse Vall, directora de la delegación de Tarragona de la Fundació Pere Tarrés, apunta que este año unos 800 niños participan becados en casales y colonias que organizan en las comarcas de Tarragona. La selección se realiza desde Benestar Social con la colaboración de ayuntamientos y consells comarcals.
Vall recuerda, además, que las entidades de ocio educativo de Catalunya están defendiendo que las actividades de verano se conviertan en un derecho. Explica que, entre junio y septiembre, hay mucho tiempo de desconexión que hace que, cuando estos niños vuelvan a clase, lo hagan en condiciones «mucho más dificultosas».
En cambio, señala, estos espacios son entornos seguros, reparadores y de desconexión que, además, les garantizan estímulos educativos y una comida nutritiva al día.
En inglés han bautizado la brecha entre los niños que hacen o no actividades en vacaciones como ‘summer learning loss’ (pérdida de aprendizaje de verano) y se refiere a lo que sucede con los niños que, durante este largo período, dejan de recibir estímulos cognitivos; una circunstancia que afecta especialmente a los más pobres. Dicha brecha puede ser de hasta tres años al final de la primaria en asignaturas como lengua o matemáticas. Así lo señalan los estudios recogidos en el reciente informe ‘La educación vence la pobreza’ de la Fundació Bofill.
Además, según un estudio del Síndic de Greuges, 4 de cada 10 niños catalanes no hace ninguna actividad en verano. Las desigualdades, además, son palpables: entre los niños y adolescentes de familias con pocos recursos, los que no acceden a estas actividades suben al 60 %.
Mientras, en una clase cercana, los más pequeños también están representando a su manera, cómo es el mar haciendo animales de plastilina. Un niño pide plastilina blanca para representar la lluvia. Definitivamente, el casal es un respiro.