Cuando un acto está lleno de sentido sobran las palabras. Lo que esta tarde ha ocurrido a los pies de las murallas de Tarragona ha sido un acto de justicia. Un reconocimiento que llega tarde, porque el protagonista ya no está entre nosotros. Hablamos de Eduard Boada, conocido por ser el maestro de los bocadillos, pero realmente famoso y querido por su tarannà y por su manera de hacer y de hablar. Quienes lo conocimos podemos dar fe.
Hoy, la ciudad de Tarragona ha entregado, a título póstumo, la distinción de Fill Adoptiu al señor Boada. El homenajeado era nacido en Nulles, y no en Tarragona, como muchos creíamos. «Eduard Boada era más tarraconense que las murallas», ha dicho el alcalde de la ciudad, Rubén Viñuales.
Honesto, sabio, tierno, idealista, fiel, querido y buena persona. Estos han sido algunos de los piropos que han salido de la boca de quienes más conocían a Eduard Boada. Es el caso del periodista, biógrafo, autor del libro y amigo personal del protagonista: Enric Garcia Jardí. Ha aparecido en escena con una barra de pan debajo del brazo. Sus palabras han sido poesía para el oído de cualquier tarraconense. «Era un gran hombre porque se sabía pequeño», ha explicado Garcia Jardí, quien se ha dirigido al homenajeado diciéndole: «Usted alimentó a generaciones de tarraconenses. Ahora, nosotros, tenemos el deber de alimentar su recuerdo». El periodista ha recordado sus últimos encuentros con Boada. Les quedó pendiente un desayuno al bar Cortijo y muchas de esas conversaciones y áudios de WhatsApp, que siempre acababan con un «Buenu, adiós».
Garcia Jardí ha explicado como Boada hablaba de «usted» a todo el mundo, por aquello de igualar en dignidad a todos lo que se le acercaban.
También lo ha definido como honesto, ya que en las paredes de su bar también colgaba aquellos artículos que hablaban mal de él. «Eso sí, los ponía arriba del todo, donde nadie los podía leer», ha dicho el periodista poniendo el toque de humor.
Los encargados de recoger la distinción han sido sus hijos. Estaban muy emocionados. Para ellos, el año pasado fue muy duro. Perdieron la madre en abril, y en diciembre, al padre, el homenajeado. «Lo de hoy es algo muy bonito. Mi padre nunca se lo hubiera imaginado», ha dicho Eduard Boada hijo, quien ha añadido que «nuestros seres queridos no mueren nunca mientras los recordemos». Finalmente, el hijo ha asegurado que sus padres se encuentran «arriba, en la Tarragona del cielo».
El acto ha estado acompañado de música, a cargo de la cantante Núria Esquius y del pianista Raül Cid. Además, la fiesta ha terminado con una fiel reproducción de los bocadillos del homenajeado, de la mano del restaurante Ol’Dirty Smash.
Eduard Boada fue clave en el tejido asociativo y cultural de la ciudad. Fue uno de los impulsores de la recuperación del Carnaval en los años 80, y en 2019 fue pregonero de las fiestas de Santa Tecla. También colaboró con el Diari, escriviendo semanalmente sobre historias y anécdotas de su vida.
En definitiva, Eduard Boada es y será siempre patrimonio vivo de esta ciudad. Y no solo por sus creaciones de cócteles o de bocadillos, que también. Sobretodo por enseñarnos una bonita manera de ser.