La plaza Corsini: Un pulmón comercial revitalizado
El Mercat Central es el corazón de la plaza y de las calles que lo rodean y tras una década en obras los comerciantes están recuperando la fuerza de antaño

El mercadillo llena la Plaça Corsini de paradas, justo delante del Mercat Central de Tarragona desde primera hora de la mañana.
Popularmente se la conoce como Plaça del Mercat, aunque su nombre oficial es Plaça Corsini, en honor a Luis Corsini Senespleda, ingeniero jefe en obras públicas en la ciudad a inicios del siglo pasado. El primer momento de vida urbana de este espacio fue en la época romana, cuando se levantaron viviendas y construyeron calles en la zona residencial de Tarraco. Llevó por nombre Plaça del Velòdrom y a principios del siglo XX se llamaba Plaça del Progrés. Justo allí, el que por aquel entonces era arquitecto municipal, Josep Maria Pujol de Barberà, ideó el Mercat Municipal. Una construcción modernista como la que el mismo arquitecto proyectó en la Part Alta con el Escorxador unos años antes, entre 1892 y 1902, y que actualmente es la sede del rectorado de la URV.
Pujol de Barberà no era solo arquitecto, también era urbanista; y la ubicación del Mercat Municipal fue un gran acierto desde este punto de vista ya que como apunta Anna Isabel Serra en su libro Recorregut per la Tarragona modernista, «la implantación en este punto del Eixample sería un aliciente para empujar la construcción de nuevas viviendas y el consiguiente desplazamiento de la población hacias las cercanías de la ciudad». Dos pájaros de un tiro. Tarragona creció hacia esa zona y ya de salida lo hizo con vida. La obra se inició a finales de 1913 y finalizó apenas dos años después, seis meses antes de lo previsto. Una hazaña de las que ya no suceden en la actualidad.
Desde entonces este espacio del centro de Tarragona ha estado ligado al comercio. Así sigue a día de hoy, con un Mercat remodelado hace un año y medio, aproximadamente, y un sector que mira con optimismo al futuro. Aún así, a día de hoy todos los vendedores de la zona miran de reojo hacia atrás. Es consecuencia de casi diez años de obras en todo el entorno del mercado que han castigado con dureza las tiendas de la zona, con coincidencia en el tiempo además de una crisis económica severa. «Se está recuperando, pero cuesta. Tantos años de obras hacen que sea difícil que la gente cambie el chip de que por aquí ya se puede volver a pasar», reconoce Josep Maria Juan, presidente de la Unió d’Empresaris dels Voltants del Mercat Central, y propietario de una tienda en la calle Reding desde 1977. Aún así, afirma que «desde hace unos meses se ve más movimiento, vamos vejorando». Por todo ello asegura que «somos optimistas; poco a poco vamos viendo la luz al final del túnel».
El triple
En el diagnóstico coincide bastante Montse Bertran. Empezó en el mundo de la venta al público casi en el mismo momento que Josep Maria Juan –en su caso en 1976– pero lo hizo desde una parada en el interior del mercado. Desde hace aproximadmente medio año es la presidenta de la Associació de Paradistes del Mercat: «De momento no nos podemos quejar de nada», señala. Desde que han regresado a su puesto tras los trabajos de remodelación «hemos triplicado respecto lo que hacíamos en la carpa», en referencia al espacio provisional que ocuparon en medio de la Plaça Corsini durante una década.
Bertran indica que «en la última etapa de la carpa ya estaba bajando la venta». Aún así asegura que «tampoco vivíamos abandonados, siempre hemos ido trabajando y a pesar de estar 10 años provisionales no dejó de ser un mercado activo». En buena parte apunta que ha sido porque «no nos dejamos hundir». Para la representante de los paradistas cuando realmente se estaba tocando fondo «era antes de empezar las obras; había una gran degradación. La gente iba cerrando porque no podía aguantar el gasto y no compensaba abrir».
A pesar de la notable mejoría, a Bertran esta etapa oscura del pasado se le viene a la cabeza a menudo. «Las tardes de los sábados de ahora me recuerdan a aquello», afirma. Lo dice por el número de puestos que cierran en esa franja horaria, muchas de las cuales pescaterías. Una problemática que lleva de cabeza a los paradistas y a Espimsa, la empresa municipal gestora del Mercat. Bertran es consciente de que «aquí todos somos pequeños comerciantes y familias, y cada parada tiene sus problemas. Esto es respetable pero hay que intentar aportar soluciones y a veces cuesta que todo el mundo se adapte a los nuevos tiempos. Hay que innovar», detalla.
Ubicación mejorada
La mejora del entorno de la Plaça Corsini también ha permitido que hayan vuelto el mercadillo –no sin polémica porque los paradistas no querían abandonar la Rambla Nova donde han estado provisionalmente durante una década– y desde hace escasas fechas también el Mercat de Sant Quadrat, o de los anticuarios. Todo ello retroalimenta tanto a los comercios del interior como del exterior del mercado. «Es una simbosis. Ellos nos ayudan a nosotros y nosotros a ellos», afirma Bertran. Juan apunta que «no me cansaré de decir que estamos en el meollo. El centro de toda población es donde está el mercado, por pequeño que sea el pueblo. Y lo tenemos que saber aprovechar», reivindica.
Con todo, Juan reclama otro esfuerzo a sus colegas y vecinos, enfocado a realizar promociones que ayuden a la dinamización de un pequeño comercio muy castigado en la ciudad, pero al que él le ve futuro y afronta con «optimismo»: «De acuerdo que durante todos estos años hemos perdido mucho dinero, pero agua pasada molino no muele. Estamos en el presente y sabemos que para cosechar hay que sembrar», expone. Y apela a la inauguración del carillón prevista para finales de noviembre para tomar un nuevo impulso con el objetivo de seguir atrayendo clientes hacia esta zona y que «se sigan abriendo comercios por aquí porque todavía hay algunos cerrados».
Alquileres más caros
Pero no todo es positivo en este renacimiento de las calles adyacentes a la Plaça Corsini. Josep Maria Juan alerta que los precios de los locales comerciales están subiendo y ello conlleva un doble efecto negativo. Por un lado menos margen de recuperación para los empresarios y por el otro más lentitud a la hora de reabrir negocios. «Realmente es un problema, pero supongo que los propietarios de los locales se darán cuenta». Y pone un ejemplo: «Hay locales que hasta no hace mucho pagaban 3.500 euros por 150 metros cuadrados. De golpe se subió 1.000 euros el alquiler y ahora llevan dos años cerrados. Imagínate cuánto dinero ha perdido el dueño».
Otra consecuencia que está levantando polémica es el gran número de terrazas de bares que hay. Vecinos y comerciantes ya han expresado su malestar por una situación de dificil solunción. Juan lo tiene claro: «Local que cierra, local que abre un bar. Yo no quiero una Plaça de la Font 2».