«Las gaviotas ni esperan a que te acabes el bocata»

Las más listas. Estos días, a las gaviotas patiamarillas, que ya conocen nuestros hábitos, se suman otras especies que nos visitan en invierno

20 enero 2021 18:50 | Actualizado a 21 enero 2021 12:13
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Una alumna del Institut Antoni de Martí i Franquès cuenta que las gaviotas que van a su centro a la hora del recreo cada vez se esconden menos: «Es como si supieran a la hora que salimos al patio y cuando se acaba. Ahora como que tienen más confianza y ya casi ni esperan a que terminemos el bocadillo para ir a buscar las sobras», cuenta. El director lo confirma: «Cada día las tenemos por aquí a desayunar».

No muy lejos, en la Escola Cèsar August, cada mañana a la misma hora se ve sobre el tejado a cerca de un centenar de gaviotas esperando lo mismo: los ansiados restos de las meriendas escolares. Curiosamente, además, los vecinos comprobaron como durante el confinamiento del año pasado, cuando no había clases ni sobras, las aves ni aparecieron por allí.

Y no pasa solo en escuelas que están más cerca del mar. En la Escola Els Àngels de Torreforta también se las ve al acecho de los bocadillos, junto a las palomas.

Pero lo cierto es que no, no se trata de una impresión, sino de una realidad: las gaviotas son más listas de lo que pensamos y son capaces de adaptarse a los horarios humanos para poder comer. Así lo corroboraba, de nuevo, un estudio de la Universidad de Bristol en Reino Unido hecho público a finales del año pasado.

Decimos ‘de nuevo’ porque desde 2009 el Institut Català d’Ornitologia (ICO) lleva a cabo un estudio en el Zoo de Barcelona para identificar a diferentes aves que acuden allí a alimentarse y documentan sus movimientos. Gracias a ello han podido observar como las gaviotas hacen recorridos regulares, especialmente a vertederos, pero también hacia algunos parques y escuelas... Y siempre a la misma hora.

La patiamarilla ‘de aquí’

Lo más probable es que cuando vea a una gaviota de estas de las escuelas se trate de una gaviota patiamarilla (Larus michahellis) muy común en Catalunya. En el caso de Tarragona, ya puede considerarse que algunos grupos de estas aves son ‘de aquí’; es decir nidifican y crían en tejados y pasan los días comiendo las sobras que dejan los humanos.

Nos los explica el ornitólogo Raül Aymí, del ICO, tarraconense y uno de los responsables del estudio de las gaviotas en Barcelona. Una de las cosas que nos advierte, no obstante, es que aunque las gaviotas están cada vez más en el centro de la ciudad, eso no quiere decir que esos mismos ejemplares, ese mismo día no hayan viajado, por ejemplo, varios kilómetros hasta el Ebre, o mar adentro persiguiendo los descartes de pesca.

Y esa es justamente una de las explicaciones de por qué estos días parece que hay más gaviotas que nunca por la ciudad. Si ha tenido oportunidad de pasearse por El Serrallo, habrá podido observar el espectáculo de como la pasarela, ahora cerrada, del embarcadero, ha sido ‘tomada’ por las gaviotas. Además, no es infrecuente ver a personas lanzándoles trozos de pan solo por ver el espectáculo de los animales disputándose las migas.

En este caso, lo más probable es que la especie que se encuentre sea la gaviota reidora (Chroicocephalus ridibundus). A diferencia de la patiamrilla, en invierno tiene una característica mancha oscura a los lados de los ojos y es más pequeña. Su nombre viene de los sonidos que emite y que recuerda la risa.

Mandamos una foto a por WhatsApp a Aymí y nos lo confirma: son reidoras y vienen aquí buscando un sitio más cálido donde pasar el invierno.

Visitantes fieles

El especialista lo sabe bien porque desde hace años también participa en un proyecto de seguimiento de aves marinas con el Port de Tarragona gracias al cual han podido documentar el caso de gaviotas que vienen de Holanda, Alemania, Dinamarca, Polonia o Hungría. Algunas, además, son muy fieles. Es el caso de una Gaviota sombría (Larus fuscus) otra de las que viene en invierno. Un ejemplar lleva 10 años viniendo desde Noruega.

Y es que esa es una de las peculiaridades de estos animales; explica, que pueden ser muy longevos y vivir hasta 20 o 25 años, mientras que un gorrión en la ciudad, por ejemplo, seguramente no vivirá más de cinco.

E insiste, se trata de especies con una gran movilidad y pone el ejemplo de la gaviota cabecinegra (Larus melanocephalus), que también puede verse de tanto en tanto por el Port. Fácilmente puede ser que lleguen a pasar el invierno en la Ametlla, pero que se pasen por el embalse de Riudecanyes a buscar agua dulce para limpiar sus alas.

En Tarragona, de momento, a las gaviotas no se las considera una plaga, aunque su vuelo rasante puede ser algo intimidante. En el puerto pesquero de O Berbés, en Vigo, donde acuden en miles a alimentarse de los restos de la pesca, han tenido que optar recientemente por la cetrería (halcones y águilas) para que mantenerlas a raya.

Para otros las gaviotas son una buena noticia porque creen que pueden ayudar a controlar a las palomas. Aunque hay que aclarar que no todas se dedican a este tipo de ‘caza’.

Preguntamos a Aymí si tener muchas gaviotas en la ciudad quiere decir que tengamos una mejor calidad ambiental pero nos baja a la realidad: no hay relación. Las gaviotas, en general, son animales adaptables y resistentes. Tendremos que ir acostumbrándonos a ver como miran nuestros bocatas.

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