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    Retener a los jóvenes, uno de los grandes retos que afrontan las ciudades del siglo XXI

    El envejecimiento de la población, combatir los efectos del cambio climático y avanzar hacia un modelo más sostenibe y saludable son desafíos que requieren una gestión eficaz

    26 febrero 2023 12:17 | Actualizado a 26 febrero 2023 20:42
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    La sociedad está inmersa en una continua transformación de la que las ciudades no son ajenas. La globalización, el cambio climático, la pandemia, los movimientos sociales... comportan nuevos retos para la gestión de las ciudades que exigen transformaciones también en el gobierno local, obligado a poner a las personas en el centro de todas sus políticas y a elevar considerablemente los niveles de eficacia y eficiencia. Los nuevos tiempos implican hacer frente a una serie de desafíos que la Carta de Leipzig sobre Ciudades Europeas Sostenibles, un documento trascendental porque sienta las bases para recibir los fondos europeos necesarios para realizar esa transformación, distribuye en tres dimensiones: la social, la ambiental y la económica, a la que se añade una cuarta transversal, la digitalización. Se trata de retos que inciden en la vida de la ciudad y cuyo abordaje requiere un plan y un modelo de ciudad bien trazados y consensuados, pues de su gestión dependerá en gran medida la calidad de vida de los ciudadanos.

    Rejuvenecer la población

    La pirámide poblacional de nuestras ciudades tiene ya una base muy estrecha y una cúspide ensanchada, una tendencia que irá a más. El envejecimiento representa un reto de gran envergadura, pues obligará a preparar la ciudad para esta realidad. De hecho, algunas ciudades ya están en ello. Lo cuenta Kepa Korta, director del plan estratégico de San Sebastián, una urbe que se halla a la cabeza en lo que a este aspecto se refiere. «Nos dimos cuenta de que la edad de la población era alta y eso nos generó cierta alarma. Por una parte vimos la necesidad de crear espacios amables para combatir la soledad no deseada, sobre todo en algunas zonas donde este fenómeno era más pronunciado, para que las personas mayores pudieran salir de casa y encontrarse con gente de su edad. Parques, cafeterías, bancos donde sentarse... cobran especial relevancia a la hora de pensar la ciudad».

    Se suma a esta preocupación la arquitecta Ana Montalbán, que en varios espacios apunta que «las personas mayores tienen necesidad de un sitio donde reposar; parar cada ciertos metros, sentarse, socializar charlando, descansar y seguir. Pongamos bancos cada 100 metros en todas las aceras. Al menos, uno por manzana», recomienda.

    «La cada vez mayor proporción de mayores obliga a repensar la ciudad para combatir la soledad no deseada», Kepa Korta, Director del plan estretégico de San Sebastián

    Este progresivo envejecimiento de la población plantea asimismo otros retos, como el encaje de una inmigración que seguirá llegando y que se hará más necesaria, si cabe, así como la necesidad de políticas destinadas a retener a los jóvenes.

    Y claro, para que los jóvenes puedan quedarse en la ciudad han de encontrar un empleo en ella, otro de los grandes desafíos. Los expertos recomiendan a la administración reforzar los vínculos y favorecer las relaciones público-privadas, facilitar la llegada de empresas, reducir y agilizar la farragosa burocracia, ofrecer ayudas e incentivos a los emprendedores...

    Vivienda asequible

    Y, junto al empleo, la otra condición indispensable para que los jóvenes no se ven expulsados a la periferia de la ciudad o a poblaciones limítrofes pasa por facilitarles el acceso a la vivienda, uno de los retos más acuciantes para nuestras ciudades.

    Sergio Nasarre, catedrático de Derecho Civil en la URV y uno de los expertos más respetados en materia de vivienda, sostiene que este fenómeno tiene diferentes variables. «Por un lado, hay un problema macro, y es que las grandes urbes acumulan las mejores ofertas de trabajo y muchos jóvenes de las ciudades medianas tienen que marcharse allí para progresar. Pasa en Tarragona con respecto a Barcelona. Esto hace que las ciudades medianas pierdan talento, por un lado, y que se dispare el precio de la vivienda en las grandes urbes, por otro. Es una depredación terrible por parte de las grandes ciudades. La solución pasa por buscar una mayor cohesión territorial, un mayor equilibrio».

    «Y si bajamos a lo micro –continúa Nasarre–, hemos de entender que no hay fórmulas mágicas. La vivienda social no es la solución, porque solo existe cuando la administración tiene mucho dinero porque la economía va bien, pero cuando las cosas no van tan bien, que es cuando se necesitaría vivienda social, no se hace nada. Hay que ser muy pragmáticos. Esto no se puede arreglar con multas, ni con expropiaciones, ni con control de rentas... La solución pasa por diversificar las formas de tenencia, por ofrecer muchas opciones –alquiler, propiedad, propiedad compartida, cooperativismo...– para que la gente pueda acogerse a la que más le convenga».

    La ciudad de los quince minutos: las necesidades esenciales a menos de un cuarto de hora

    También considera necesario Nasarre «realizar un plan potente de rehabilitación en el centro de las ciudades, donde hay muchos edificios abandonados porque no reúnen las condiciones que buscan las parejas jóvenes; carecen de parking, de ascensor... Pero esto requiere arremangarse mucho, y no parece que los que están al frente de nuestras administraciones estén por la labor».

    Revitalizar el centro

    Este abandono que Nasarre observa en el centro de algunas ciudades enciende las luces de alarma sobre otro reto, el de volver a llenar de vida el centro de la ciudad. En este sentido, el arquitecto Juan Alayo, que acumula 25 años analizando la forma urbana y el uso que le dan sus habitantes, también se ha pronunciado en diferentes foros y en su blog sobre la necesidad de volver a la ciudad densa, «como un cogollo, donde se concentren museos, escuelas, bares, restaurantes, tiendas, comercios, viviendas...». Enlaza esto con la idea de «la ciudad de los quince minutos», que permite a un ciudadano tener garantizadas las seis necesidades esenciales –vivienda, trabajo, compras, educación, salud y ocio– con traslados de un cuarto de hora.

    Recuperar el centro de las ciudades pasa también por revitalizar el comercio dentro de la ciudad. Así lo defiende Ana Montalbán, quien destaca que en las plantas bajas de los edificios deben predominar los usos comerciales y de servicios. «Con espacios peatonales generosos para permitir la contemplación de escaparates y la interacción interior-exterior». Llevar el comercio hacia la periferia «no es una decisión adecuada», incide Montalbán.

    «La solución al problema de la vivienda no pasa por multas ni controles de renta, sino por diversificar las formas de tenencia», Sergio Nasarre, Catedrático de Dereecho Civil en la URV

    Y Alayo critica que «estamos mandando a la población a vivir a zonas periféricas, empujados también por la carestía de los precios en el centro», y eso resta accesibilidad. Y resulta más insostenible: «Aparte de los edificios privados, tenemos mucha infraestructura pública: carreteras, aceras, bancos, iluminación, alcantarillado, autobuses, escuelas, edificios de la administración, hospitales, bibliotecas... No solemos pensar lo que supone costear lo público en una ciudad». Y construir extendiendo la urbe hacia las afueras supone más asfalto para llegar a nuevas urbanizaciones con carreteras, más iluminación, conducciones, policía que vigile la zona... «Sin olvidar que esa expansión genera más movilidad para llegar hasta allí y volver a la ciudad en busca del trabajo, el ocio, las compras...». Apunta el arquitecto que este modelo requiere de unos enormes gastos públicos, «siete veces más que en un bloque urbano. Por no hablar de los costes que se generan para una familia que se va a vivir a uno de esos suburbios, en posesión de coches o utilización de autobús para ir al centro, con el gasto en gasolina y tiempo que eso conlleva».

    $!El envejecimiento de la población es uno de los mayores desafíos para las ciudades. Foto: Pere Ferré

    Sostenible y saludable

    Sí, perseguir la sostenibilidad es uno de los puntos estratégicos que marca la Carta de Leipzig. Y esto obliga a una revisión de la movilidad urbana. Ana Montalbán, quien colabora con la Red Ciudades que Caminan, aboga por «sacar los coches restringiendo el tráfico. El automóvil debe ser una herramienta para ir a otras ciudades o para transportar cosas. El problema es que su uso se ha pervertido y lo cogemos para recorrer 500 metros». Su propuesta es que el tráfico sea solo para residentes, la actividad comercial de carga y descarga, el reparto, las ambulancias, los servicios sociales y las personas con diversidad funcional. Ella habla de «empoderar a los peatones», porque, dice, el coche se lleva hasta un 80% del espacio urbano, ya sea circulando o aparcado. «Si tenemos una calle de 12 metros de ancho con dos carriles de 3,5 metros cada uno, más la zona de aparcamiento de 2,5 metros, y además, farolas, señales... ¿cuánto queda para el peatón? Pues a veces ni el 20%». Hay que pensar en una ciudad donde apetezca estar. Y en peatonalizar donde sea posible, con aceras de, como mínimo, 2,5 metros de ancho y si las calles son demasiado estrechas, compartirlas con los coches: «No hay pasos de peatones, sino pasos de coches, es decir, si la peatonalización total es difícil y escasa, hagamos calles con prioridad peatonal donde los autos deban ir a 10 km/hora. Y en el resto de la ciudad, a 30».

    Al respecto, Javier Sigró, investigador del centro de cambio climático en la URV, considera que la necesidad de mejorar la calidad del aire en las ciudades pasa por potenciar una movilidad sostenible, así como crear zonas de aparcamiento en las afueras y ofrecer transporte gratuito para llegar al centro. Hay que dar facilidades y hacerlo lo más amigable e integrado posible».

    Cambio climático

    La sostenibilidad aparece estrechamente ligada a otro de los retos impostergables: cómo afrontar las consecuencias de un cambio climático que, como dice Javier Sigró, «tiene dos aspectos fundamentales: los impactos sobre la ciudad y la población a través de eventos extremos y las actuaciones a realizar para tratar de minimizar los efectos del calentamiento global». Entre los impactos, Sigró apunta «los temporales de mar, con repercusiones a nivel de infraestructuras, de movilidad y económicas, y apunta que la estrategia pasa en primer lugar por un retroceso en parte de la línea de costa –y cita el ejemplo de lo que se hará en La Pineda con los fondos Next Generation–. En otros lugares donde esto no se pueda llevar a cabo, se puede probar con otras obras, como espigones sumergidos, que se tienen que planificar muy bien para no dañar los ecosistemas marinos».

    «Las olas de calor, cada vez más largas e intensas, obligan a potenciar las zonas arboladas más allá de los parques», Javier Sigró, Investigador del centro de cambio climático en la URV

    Otro impacto que destaca es el de las olas de calor, «muy preocupantes y cada vez más duraderas, intensas y frecuentes y que llevan asociada una mortalidad que no hay que desdeñar». Para combatirlas propone, «en primer lugar, lograr la mejora ambiental de las ciudades y los espacios públicos. Potenciar áreas sombreadas, arboladas, en las calles, no solo en los parques. Una buena zona arbolada reduce la radiación que llega al suelo y la temperatura en varios grados y aumenta el confort de la gente que transita por allí, al tiempo que disminuye el impacto del estrés en nuestra salud. También es oportuno crear refugios climáticos con espacios habilitados para que la población más vulnerable pueda refugiarse del calor en determinados momentos. Y facilitar la adecuación y el confort térmico de las viviendas».

    No menos preocupantes son los episodios de precipitaciones intensas, cortas en el tiempo pero con una intensidad muy alta. «La administración debe planificar las emergencias, saber qué hay que hacer, identificar los puntos vulnerables y llevar a cabo labores de prevención».

    El cambio climático también se deja notar en las ciudades a través de las sequías, «que generan una menor disponibilidad del agua, un tema recurrente en esta zona mediterránea y que se traduce en restricciones y un mayor riesgo de incendio, con riesgo para la población». La solución, en este caso, pasa, según Sigró, por «mejorar el uso eficiente del agua en espacios públicos y concienciar a la gente para un uso racional del agua».

    Destaca Sigró, al igual que hacen otros expertos, que muchos de estos asuntos van más allá de una ciudad determinada, por lo que la respuesta también exige una planificación integrada a nivel de varios municipios, requiere una planificación supramunicipal, de área metropolitana.

    Eficacia y eficiencia

    Todos estos retos –y algunos más– a los que deben hacer frente las ciudades sin perder más tiempo exigen de los administradores públicos una serie de condiciones que deben promover una gestión de las ciudades mucho más eficaz y eficiente, basada en la capacidad y en la necesidad de promover la participación de la ciudadanía y de alcanzar consensos entre los diferentes actores de la ciudad e incluso del territorio, pues muchos de los desafíos que vienen sobrepasan las competencias de una ciudad concreta y habrá que asumirlos desde una perspectiva metropolitana.

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