Internet y WhatsApp disparan un 24% las denuncias por injurias

Las faltas por injurias son los hechos delictivos contra las personas que más crecen en el Camp de Tarragona por la actividad en Facebook y Twitter. Aún hay apariencia de impunidad

19 mayo 2017 23:05 | Actualizado a 22 mayo 2017 21:21
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Las injurias, las calumnias, los insultos y las amenazas se han disparado en el último año en Tarragona en el marco del uso de redes sociales como Facebook o Twitter y servicios de mensajería instantánea como WhatsApp. En España, los procedimientos incoados por hechos ilícitos relacionados con las tecnologías de la información y la comunicación ascendieron en 11.990, lo que comporta un aumento del 50,6% en comparación con los 7.957 del anterior, según la Memoria Anual de la Fiscalía de 2014 a nivel estatal.

En el Camp de Tarragona, las faltas de injurias crecieron un 24,7% en el último año según el balance de los Mossos d’Esquadra. Las amenazas se incrementaron un 4% en las comarcas tarraconenses. «Los delitos aparecen y desaparecen en función de la evolución de la sociedad. Las redes sociales crean un campo abonado para verter opiniones que en buena medida son injuriosas», explica el abogado penalista en Tarragona Francisco Zapater.

Los tribunales se están encontrando con esta casuística, por primera vez vinculada a las comunicaciones en la red y sus particularidades. «Existe una especie de impresión de impunidad en internet, cuando lo que hay que hacer realmente es normalizar y entender que el uso de la red no supone impunidad alguna y si se dice algo es perfectamente denunciable», cuenta el abogado tarraconense Julio Sanz.

 

‘Hay una cierta lenidad’

Zapater indica algunas claves: «Cuando tú tienes a una persona delante es muy difícil hacer una injuria porque sabes que puede responder y se puede defender, pero las redes sociales producen una cierta lenidad, como si fuésemos inmunes a la defensa del ofendido. Hablamos de un contenido de mucha rapidez e inmediatez. Uno puede estar caliente en un momento determinado y escribir algo que no escribiría con un proceso de reflexión».

La mayoría de juristas rehuyen el debate de si hace falta una regulación extra de las redes sociales, una polémica surgida a raíz de la proliferación de insultos e injurias. «Ya hay herramientas más que suficientes. Están tipificadas la injuria y la calumnia. Es igual decirlo en un tuit que en una columna de un periódico», explica Zapater.

En general, este tipo de hechos suelen acabar en faltas. «Salvo casos flagrantes, el asunto se soluciona rápidamente llevándolo al terreno de las faltas. La Audiencia Provincial de Tarragona tiene dicho que muchas frases que se dicen no son constitutivas de una falta de injurias. No es suficiente con que una expresión menoscabe tu buena fama. Se exige que te lesione, que se produzca un ataque a tu dignidad personal», cuenta Julio Sanz. Es decir, hay que diferenciar correctamente entre la crítica, por dura y corrosiva que sea, y el insulto. «Puede haber comentarios éticamente despreciables pero tienen que tener una especial gravedad. El derecho tiene que garantizar una razonable libertad de opinión. Puedes hacer una crítica muy inapropiada y que la persona esté muy ofendida pero para que traspase el límite de lo inaceptable penalmente debe haber un ataque directo a la dignidad», agrega Sanz.

 

‘Indisciplina social’

«Es algo que está aumentando a consecuencia de la indisciplina social y de la ignorancia. La gente cree que la democracia es hacer y decir lo que uno quiere, como si fuera un juego», admite Ángel Camacho, abogado reusense que precisamente acaba de preparar una querella por calumnias contra un cargo público. «Hay una frase de un auto que dice que no hay ninguna libertad constitucional ilimitada. Hay aspectos a tener en cuenta, como la cuestión humorística o irónica, el animus iocandi, o también el tema político, donde el derecho a la crítica es mucho más amplio. He visto sentencias que absuelven a un concejal que llamó hijo de puta al alcalde», reconoce Camacho.

De haber condena, el caso suele acabar en multas económicas, aunque antes de eso se puede topar en camino con algunas complicaciones, como la dificultad de encontrar, en el anonimato de internet, a quien ha escrito realmente el mensaje en cuestión. «Un porcentaje muy elevado de las injurias son leves y por lo tanto la pena es leve. Por eso a veces me he encontrado con clientes injuriados por no se sabe quién y con dificultad para llegar a su ordenador. A veces los jueces te dicen que existe desproporción entre la falta cometida y el trabajo que necesitaría el Estado para llegar al ordenador. Un juez me dijo que no investigaba porque era una simple falta. Recurrimos, apelé y la Audiencia Provincial dijo que, costara lo que costara, se tenía que investigar. Se investigó y se llegó a condenar a esa persona por la falta cometida», desgrana el jurista Francisco Zapater.

Por eso, aunque hayan aumentado las injurias sobre todo por la actividad en redes sociales, una gran parte de ellas siguen sin llevarse a los juzgados. «La pregunta clave es: al que ha recibido la injuria, ¿le vale la pena meterse en eso y perder tiempo y dinero para conseguir a lo sumo una multa?», se cuestiona Zapater.

Sin embargo, dar ese paso es un progreso incipiente en la concienciación colectiva. «El hecho de que se llame a declarar a alguien en calidad de imputado ya supone un mecanismo de escarmiento. Es lo que llamamos prevención especial de una persona en concreto o de la sociedad en general», define el abogado Zapater. «Cuando se habla de delincuencia en internet siempre se tienen en cuenta grandes tramas de estafas pero hay que considerar también la pequeña delincuencia en la red. Las injurias sí se dan pero la accesibilidad de las nuevas tecnologías puede provocar hechos más graves como extorsiones o algún tipo de chantaje», indica el letrado Antoni Mendía.

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