– ¿Qué recuerdos tiene de su padre?
– En los últimos años de su vida estaba enfermo. Pasamos unos años muy duros. Aún así tenía una fortaleza inmensa. Me di cuenta después. Cuando falleció yo tenía 17 años.
– Su padre estuvo lúcido pese a todo lo que había sufrido.
– Su mente estaba totalmente ilesa. Siempre fue muy vitalista, emprendedor, con una voluntad inquebrantable, pero más escéptico que de joven.
– ¿Le contaba cosas de su estancia en el Gulag?
– No. Quizá lo había encerrado en un cajón. A mí no me contaba nada. Quizá a sus amigos sí les relataba cosas.
– Fue muy amigo del escritor Josep Pla cuando vivió en Palafrugell.
– Sí. Incluso le hizo una dedicatoria en uno de sus libros. (Rafael alude a que Pla escribió de Fuster en Notes per a Sílvia: El doctor Fuster és una gran persona, molt intel·ligent, molt desenganyat, d’un escepticisme total. Ho entén tot perque prescindeix dels prejudicis i dels convencionalismes. He tingut ocasió de parlar-hi de moltes coses. Quina vida més llarga, difícil y navegada!)
– ¿Qué pensó su padre cuando regresó a España tras su odisea en la URSS?
– Le sorprendió muchísimo que nadie supiese lo que estaba pasando realmente allí.
– Al poco de volver a España, viajó a Cuba a ver a su familia, que se había exiliado.
– Nada más ver lo que pasaba con Fidel Castro, sacó a su familia de la isla y la trajo a España.
– Siempre estuvo unido a su familia, pese a todo.
– Yo me llamo Rafael, por un tío mío que murió asesinado en la Guerra Civil. Mi padre siempre recordó a su hermano con cariño. Su muerte fue una losa de la que no se recuperó. Al acabar la guerra, se exilió.
– Y, como tantos republicanos, fue internado en un campo en el sur de Francia.
– Sí. Y se enfrentó a uno de los responsables por el trato que daban a los exiliados. Fue invitado a la URSS y fue a gusto. Pero enseguida criticó la situación que observó. Nunca tuvo miedo a decir la verdad. Eso le llevó al Gulag. Ejerció como médico durante la II Guerra Mundial. Pidió volver a España y empezaron los problemas.
– Su padre contaba que entre sus ‘amigos’ había un espía.
– Sí. Explicaba a las autoridades las críticas que mi padre y sus amigos hacían al Régimen.
– También ejerció como médico en El Congo.
– No encontraba trabajo en España y le contrató la OMS. Al cabo del tiempo sí que pudo hallar empleo en Palafrugell.
– Y de Palafrugell a La Pobla de Montornès.
– Vino a Tarragona, le gustó mucho y compró una casa.
– ¿Qué ha aprendido de su padre? ¿Cree que mereció la pena su sufrimiento?
– He aprendido su pasión por la historia. Estoy seguro de que si mi padre volviera a vivir haría lo mismo. Seguro que él piensa que mereció la pena.