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‘Indomable’, una miniserie para hacer un maratón de verano

Netflix trae de vuelta a Eric Bana en un relato policiaco en los bosques de Yosemite

Fotograma de 'Indomable'.​​

Fotograma de 'Indomable'.

Netflix/EFE

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Protagonizada por Eric Bana, Netflix lanza un relato policiaco con alma de western, que hubiera sido un buen largometraje. Indomable nos trae de vuelta a Eric Bana, un actor que no para de trabajar en producciones con poco predicamento, con lo cual su filmografía, aparentemente, se ha resentido en los últimos tiempos.

Especializado en el thriller, con algunas colaboraciones destacables como poner voz en la versión original a uno de los personajes de la estupenda Memorias de un caracol, el que fuera el Hulk de Ang Lee, sumamente incomprendido, interpreta en esta ocasión, a lo largo de seis episodios que invitan a un maratón, a un agente especial que trabaja en el Servicio de Parques Nacionales.

El descubrimiento de un probable crimen salvaje le lleva a estudiar un caso complicado en el parque de Yosemite. Los demonios del pasado toman forma mientras el protagonista intenta encontrar la verdad. En su gesta cuenta con la ayuda de una joven e inexperta guardabosques, a quien da vida Lily Santiago (La brea). Las respuestas al misterio se van sucediendo en un ambiente tenso que pone a prueba la relación entre los dos investigadores, en un paisaje que permite jugar con la idea de supervivencia ante el fragor de la naturaleza y la imprevisibilidad del propio ser humano.

Accidente o asesinato

El formato miniserie es una opción a reivindicar, aunque si el producto tiene éxito, nunca se sabe (léase El juego del calamar). A propósito de Indomable, el resultado finiquitado puede pedir una continuación para aprovechar las posibilidades del personaje principal, al que Bana aporta carisma y sentimiento.

Como buen relato policíaco, el crimen sin resolver es lo de menos. El cadáver sin identificar que aparece al comienzo del relato detectivesco, en una angustiosa secuencia en una pared de la montaña en vertical, donde unos escaladores se encuentran con la sorpresa, es el pistoletazo de salida de la intriga a descifrar. Sucede en un escenario natural fascinante donde la luminosidad de la belleza del paisaje contrasta con las tinieblas de unos posibles hechos irracionales que, una vez más, diseccionan el lado siniestro de nuestra especie.

Suicidio, accidente o asesinato, las señales llevan a una terrible solución. El protagonista, que va a caballo en algunos momentos, para subrayar que estamos ante una historia con alma de western, sabe leer las pistas, pero la amenaza de la llegada de una gran tormenta puede llevarse toda huella por delante en lo más profundo del bosque. Las localizaciones son de vital importancia. Como se suele decir, funcionan «como un personaje más».

El rol que desempeña Bana, con físico y solvencia, es un tipo testarudo, seco y obcecado. Bebedor, a tiempo parcial, algo arisco y obsesivo, no duda en llamar por teléfono a su ex en mitad de la noche, a quien encarna Rosemarie Dewitt (Arizona), con la que tiene una peculiar conexión afectiva, para contarle sus dilemas. La ayudante novata acaba de llegar destinada de Los Ángeles, huyendo de un amorío tóxico que trae cola, fruto del cual tiene un niño al que cuidar, con el cual convive en un continuo estado de alarma. La relación entre el agente y la guardabosques, trillada pero efectiva, transita de la desconfianza al apego.

La emoción es intermitente, con un buen comienzo y punto de partida que se desdibuja y retoma el vuelo es su tramo final, en un marco incomparable que supone, a la postre, su mayor reclamo.

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