Música
Bob Wilson, el maestro del escenario
El referente mundial que cambió el panorama del teatro contemporáneo, revolucionando las formas escénicas

El director de escena norteamericano Bob Wilson en el Gran Teatre del Liceu, en Barcelona
Robert Wilson fue una figura que revolucionó el teatro contemporáneo y dejó una huella imborrable en las artes escénicas. El pasado 31 de julio falleció a sus 83 años de edad.
Nacido en 1941 en la ciudad de Waco (Texas), Wilson se interesó por el mundo artístico desde pequeño, atendiendo las clases de su profesora de ballet Mrs. Byrd Hoffman, que no solo le enseñaba danza, sino que también le ayudaba a superar su tartamudez.
Bob les hablaría a sus padres de su homosexualidad y aquello les caería como jarro de agua fría por la espalda, particularmente a su padre. Sensible y afectuoso hasta el tuétano, el joven saldría disparado de casa y poco después intentaría suicidarse. Fue ingresado en un psiquiátrico del cual recuerda, sobre todo, su arquitectura terriblemente simple pero llena de significado.
Aún si pareciese improbable desarrollar un arte como el suyo en el seno de aquella típica y cerrada familia protestante, cuyos progenitores jamás habían dado muestra alguna de interés por el arte, claramente, estas vivencias estarían estrechamente vinculadas a la clase de creador rompedor en que Robert se convertiría.
Formado inicialmente en pintura y arquitectura, su mirada artística se distinguió por un enfoque visual único que convirtió el escenario en una experiencia casi pictórica y escultural. Su trabajo no solo cuestionó la narrativa tradicional, sino que expandió el concepto mismo de lo que puede ser una obra teatral. En 1963 se mudó a París para estudiar pintura y un año después se trasladó a Nueva York, donde se licenció en Arquitectura en el Instituto Pratt. De esta época destacan las enseñanzas de su profesora de historia del arte Sibyl Moholy-Nagy, que estuvo muy vinculada a la Escuela de la Bauhaus y su profesor Paolo Soleri. El dramaturgo también colaboró con actores como Brad Pitt, Winona Ryder o Reneé Flemming, así como con músicos como Lou Reed o la escritora Susan Sontag, de los cuales muchos formaron parte de sus famosos videorretratos, expuestos en más de 50 museos y galerías de todo el mundo.
Wilson fue pionero en el uso del tiempo y el espacio como elementos dramáticos esenciales. Sus puestas en escena se caracterizaron por la precisión casi milimétrica en el control del movimiento, la iluminación y el silencio. Sus obras, alejadas del ritmo frenético característico del teatro, adentraban al espectador en una contemplación pausada, donde cada imagen y sonido cobraban una fuerza simbólica profunda.
Wilson sentía más interés por la luz, el espacio y el movimiento que por el diálogo y el arco narrativo. Por ello, las palabras no eran la parte principal de sus obras, e incluso algunas de sus representaciones, como Deafman Glance (Le Regard du Sourd) (1970) o Life and Times of Joseph Stalin (1973) –que duraban siete y doce horas– eran totalmente mudas. Además, fue un innovador en la incorporación de técnicas escénicas no occidentales, enriqueciendo su lenguaje visual y narrativo con influencias de culturas diversas. Esta mezcla rompió con las convenciones occidentales y aportó una dimensión global y experimental a sus creaciones.
Entre sus proyectos más destacados se encuentran colaboraciones con figuras como Philip Glass, cuyo trabajo musical complementó el universo sensorial de Wilson. Su producción abarcó desde obras de teatro hasta óperas y performances multidisciplinares, siempre con un sello inconfundible que desafiaba y ampliaba los límites del arte escénico.
Obras y trayectoria
De todas sus obras destacan: Einstein on the Beach (1976), una ópera experimental sin argumento convencional que revolucionó el género operístico; The CIVIL warS (1984), una ambiciosa producción coral que combinó teatro, música y artes visuales; The Black Rider (1990), un musical oscuro y surrealista en colaboración con Tom Waits. Con ellas demostró que era todo un referente en su ámbito. También debutó en el Gran Teatre del Liceu de Barcelona con Einstein on the beach (1992/93) y volvió con Pelléas et Mélisande (2011/12).
Más allá de su impacto artístico, fue un maestro y mentor que inspiró a numerosas generaciones de creadores, transmitiendo una visión del teatro como espacio de innovación constante y exploración estética. Su muerte marca el fin de una era, pero su legado permanece vivo en cada escena donde la palabra se mezcla con la imagen, la luz y el silencio para contar historias desde una nueva perspectiva. Bob Wilson no solo cambió el teatro, lo reinventó y abrió caminos para el futuro del arte escénico en el siglo XXI.
Además, su influencia trascendió el ámbito teatral para adentrarse en el arte visual y la multimedia, con sus videorretratos que combinan tecnología y arte, siendo expuestos en prestigiosos museos como el MoMA de Nueva York y el Tate Modern de Londres.
Su pasión por experimentar con las formas y los formatos lo convirtió en un pionero que desafió las barreras entre géneros artísticos, sentando las bases para el teatro contemporáneo multidisciplinar. Su compromiso con la innovación se mantuvo activo hasta sus últimos años, explorando nuevas tecnologías y colaborando con artistas emergentes. La figura de Wilson continúa siendo estudiada y celebrada por su capacidad para transformar el espacio escénico en un lienzo vivo donde la luz, el movimiento y el sonido se entrelazan para provocar emociones y reflexiones profundas.