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    Fernando Repiso: «Llevamos 17 años de matrimonio homosexual, pero igual que se nos da, se nos quita»

    ‘Las agujas de la noche’ es el thriller del escritor sevillano, protagonizado por un inspector gay, adicto a farras y drogas

    30 agosto 2022 15:39 | Actualizado a 30 agosto 2022 16:09
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    Iván de Pablos es un inspector atípico. Tras años de llevar una vida matrimonial convencional, heterosexual, decide salir del armario y ser él mismo. A partir de aquí compaginará unos días de investigaciones policiales con noches de juerga, drogas y sexo. Tras una de sus fiestas, en plena resaca, recibe una llamada inesperada. Un joven aparece muerto en una sauna gay, con varios pinchazos y un dedo del pie amputado. Es la novela Las agujas de la noche, de Fernando Repiso, publicada por Editorial Planeta.

    ¿Diría que su inspector tiene credibilidad?
    Sí que la tiene. En los primeros capítulos está siendo investigado por Asuntos Internos y por supuesto, su credibilidad está en entredicho porque su vida privada, esas noches de farra, terminan pasándole factura, aunque él piense lo contrario. No obstante, tiene un sentido de la justicia y de la moral muy interiorizado que le lleva a seguir investigando el caso. Sobrevive.

    Hubo un asesino en serie en Bilbao que mataba a homosexuales...
    Esto fue absolutamente casual. Presenté la novela en septiembre de 2020 y los asesinatos de Bilbao ocurrieron este año. Y espero que nadie se inspire en mi novela para liarla.

    ¿Hay mucha gente casada que lleva una vida heterosexual, pero que en realidad no lo es?
    Cada vez hay menos. Somos un país punta de lanza en cuanto a derechos sociales alcanzados por el colectivo LGTBI, pero todavía queda mucho armario. Por otro lado, también hay gente que vive feliz en su armario y es respetable. Cada uno decide cuándo, cómo, dónde y con quién salir del armario o no.

    La expresión ‘salir del armario’, ¿no le molesta?
    A mí sí. Pero los tópicos están para utilizarlos porque nos entendemos fácilmente. Está claro que, sobre todo, a las nuevas generaciones les molesta muchísimo. No obstante, yo soy producto de mi edad, de mi cultura, yo sí que tuve que salir del armario, con 23 años.

    $!Fernando Repiso: «Llevamos 17 años de matrimonio homosexual, pero igual que se nos da, se nos quita»

    Espero que lo llevara mejor que Ale, con su familia patriarcal y machista. ¿Esto todavía existe en Andalucía?
    Cuando hablamos del colectivo, se nos viene a la cabeza la Alameda o el Eixample de Barcelona, los barrios modernos de la geografía española, donde los gays vivimos con naturalidad nuestra sexualidad. Pero si nos vamos a un pueblecito de la España vacía, no es tan fácil porque no se tienen referentes o lugares a dónde ir. Cuando se tienen referentes, políticos, culturales, deportistas o familiares es más fácil. Y esa diferencia entre urbe y el mundo rural sigue siendo significativa.

    Antes ha hablado de derechos. ¿El golpe americano al aborto puede influir en los derechos LGTBI o del feminismo, por ejemplo?
    Hace tiempo que vengo advirtiendo que los derechos no se consolidan fácilmente. El matrimonio homosexual en España lleva ya 17 años, está a punto de cumplir la mayoría de edad, pero igual que se nos da, se nos quita. Efectivamente, lo que ha ocurrido en Estados Unidos no es gratuito. No digo que detrás haya un plan mundial, ni mucho menos, pero sí que hay intereses muy potentes en que volvamos a la caverna o a parte de ella.

    En la novela utiliza vocabulario que en boca de un heterosexual molestaría mucho.
    Hay una cosa básica y es que las palabras están cargadas de significado pero, sobre todo, están muy cargadas de intención. A un amigo le puedo decir zorra y no pasa nada porque estamos en un entorno de cariño, de confianza, y la intención de la palabra no tiene nada que ver con su significado. Sin embargo, si esto llega de fuera, la intención es otra.

    ¿En el colectivo hay homofobia?
    Las etiquetas se nos ponen para intentar reducir y entender la realidad. Pero luego, esa realidad es muy amplia. El colectivo es muy amplio y dentro de él hay homofobia. El ejemplo más claro es el de la plumofobia, gays que rechazan a otros porque tiene pluma y van buscando el machote. A mí eso me remueve las tripas porque, al final, estamos rechazando. Es como en política, por ejemplo, ¿cuántos partidos hay de izquierdas o de derechas? Y cada uno tiene sus matices o son más o menos radicales.

    ¿Qué reacciones le han llegado del colectivo a la novela?
    Tengo una lectora beta así como periodistas, escritores y críticos culturales. De estos, tres son gays y la reacción más animada o más fervorosa me llegó de ellos. La imagen del colectivo que presento en la novela no es la normalizada, de chicos guapos, ideales. Mis personajes son gays que no llegan a final de mes, que se drogan, que se enrollan con quien les va bien, hay chaperos, actores porno, es un submundo del mundo LGTBI. Sé que no es una imagen positiva, pero la creatividad y la ficción deben saltarse la corrección política. Eso enriquece e incluso le da credibilidad porque algo que es tan bonito y tan limpio... La realidad huele.

    Este tipo de locales que presenta en la novela, ¿existen en realidad?
    Todos los locales que aparecen en la novela existen, aunque les he cambiado los nombres. Primero, por respeto a los propietarios, ya que conozco a la mayoría. Y segundo porque para añadir tensión narrativa hago que en esos locales ocurran una serie de cosas, como que aparezca un muerto en la sauna, que haya trapicheo de droga o chaperos.

    Sé que la imagen que doy del colectivo no es positiva, pero la creatividad y la ficción deben saltarse la corrección política

    ¿De dónde surgió la idea de una inspectora catalana?
    En el noir, en general, es fácil incluir a algún personaje de fuera porque te ayuda a esa reflexión del extrañamiento, te pone en evidencia cosas que los demás consideramos normales y que en realidad no lo son. Es decir, tenemos situaciones interiorizadas de nuestro día a día que, desde fuera llaman la atención. Por ejemplo, cuando Pilar, que es catalana, cuenta que ha ido a aparcar a su casa y se ha encontrado con un paso de Semana Santa y ha tenido que esperar media hora a que pasara. Esa situación, para nosotros, es absolutamente habitual porque ensayan desde febrero. Y como esto, otras, sobre todo con las tradiciones. Personalmente, tuve la enorme suerte de que cuando entregué el manuscrito a la editora de Planeta me asignó una correctora catalana.

    ¿Por qué los capítulos al revés?
    Me percaté una vez que la escribí. Sobre todo porque hay un capítulo cero, un epílogo. Esto me ha llamado a darme cuenta de que el factor tiempo me preocupa mucho, ya que en mi anterior novela los capítulos están titulados con la hora del día en que ocurre la acción.

    ¿Con qué personaje se queda?
    Con Ivan, por supuesto. Yo planifico mucho las novelas, escribo una biografía de cada personaje, tengo una secuenciación completísima de lo que va a ocurrir en cada capítulo y no lo empiezo hasta que tengo el final escrito. Después, cuando me pongo a escribir, como lo tengo todo tan trabajadito, escribo rápido. Sin embargo, con Ivan me costó mucho al principio porque se me iba. Era un personaje tan caótico en su vida personal que se me iba. Pero creo que he conseguido el punto justo y al final le coges cariño.

    Aunque lo vapulea.
    Me encanta vapulear a los personajes. Al igual que no los enjuicio, yo no dictamino sobre el comportamiento de cada uno de ellos, porque soy yo el que decide lo que van a hacer, pero sí que me gusta vapulearlos.

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