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    Pilar Adón: «En las comunidades femeninas que me planteo no hay imposiciones masculinas o sociales»

    La autora presenta ‘De bestias y aves’, una novela que habla de identidad, de pertenencia y de transformación personal en una atmósfera que no llega a ser del todo real

    24 noviembre 2022 18:39 | Actualizado a 25 noviembre 2022 09:23
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    Una mujer huye de sí misma y de su mundo personal. Conduciendo irracionalmente, Coro llega hasta una casa aislada, a Betania, donde la recibe un grupo de mujeres un tanto inquietantes. Todas visten igual, como si pertenecieran a un culto ancestral. Con reticencias, Coro se deja ayudar aunque, al mismo tiempo, no desea sumarse a su comunidad. Sin embargo, ella no decidirá. No la dejarán. Es el arranque de la novela De bestias y aves, de Pilar Adón, publicada por Galaxia Gutenberg. Una obra que habla de identidad, de pertenencia y de resurrección simbólica.

    Imagino que más de una mujer ha pensado en algún momento de su vida en salir corriendo y dejarlo todo...
    Exactamente. Ella está agotada mentalmente. Físicamente quizás no tanto, aunque creo que en la sociedad actual el agotamiento físico se lleva de mejor manera que el mental. Lo que le ocurre es que quizás a nivel físico no tenga demasiadas responsabilidades familiares, pero a nivel mental, Coro es capaz de asumir muchísimas. Es artista, es muy perfeccionista, está muy acostumbrada a creer que lo controla todo. Como miniaturista, cada detalle le lleva al agotamiento mental. Entonces, su manera de romper es huir de forma repentina e irreflexiva.

    ¿Una comunidad de mujeres no significa regresión cuando se está pidiendo la igualdad?
    Las comunidades de mujeres que me planteo son muy libres, son mujeres que se autorregulan, que son autosuficientes, que se reúnen de manera voluntaria. Esta manera de vivir y de decidir no es tanto una forma excluyente, de decir que no quieren hombres, sino un movimiento de reunión de las afinidades. En ese sentido, no me lo planteo como una regresión, en absoluto, sino como un avance de elegir directamente con quién quieren estar y sin ningún tipo de imposición masculina o social, que hace que las mujeres nos casemos, tengamos hijos, formemos una familia y sigamos ciertos patrones.

    Pero su comunidad da un poquito de miedo. ¿Diría que Coro tiene libertad de hacer lo que quiere?
    No. Las mujeres que ya están en Betania, sí, quizás exceptuando a la niña porque ella no ha salido nunca de ahí. El caso de Coro no es voluntario, ella se pierde, termina ahí y de repente las mujeres deciden que se quede. Pero hay un elemento y es que ellas saben lo que es bueno para Coro, lo que le conviene y le imponen.

    El amor es uno de los sentimientos que más cuesta comunicar. Es más sencillo hacerlo con el tacto, con un abrazo, que con la palabra

    Es muy paternalista.
    Sí. Es terrorífico, pero es la única manera que tienen de mostrarle el camino. La novela también tiene mucho de cuento de hadas, de simbolismo. Hay mucha influencia de mujer que huye, se pierde, llega a una casa de la que no puede salir, donde le espera una transformación. Y las mujeres le van a indicar cómo llegar a esa transformación y a cierta resurrección. Un poco como hadas madrinas o brujas, términos que no están tan lejos uno del otro, desde mi punto de vista.

    ¿La pérdida de la ropa se puede leer como una pérdida de la identidad individual?
    Sí. Aunque su ropa está sudada y sucia, Coro no quiere deshacerse de ella porque sería renunciar a su pasado, a su identidad, que es lo único que le queda y no quiere entrar en las costumbres e imposiciones definitivas, en esa casi secta. Porque al final, el uniforme, uniformiza. Y algo parecido sucede con los nombres. Los que tienen esas mujeres en la comunidad podrían ser asimilados, igual que las ropas y se los dan a sí mismas.

    ¿Hace referencia a la uniformidad que se busca en la sociedad?
    Sí. Al final, como toda norma que se supone que es para conseguir el bien, es impositiva. Es el pacto social para fomentar la convivencia. Hay unas reglas como en toda sociedad, pero esas reglas que se han dado a sí mismas, de repente a Coro se las imponen como recién llegada.

    Y luego tienen un señor que no piensan dejarlo entrar.
    No, porque dice que la casa es suya. Para ellas, quitarles la casa sería quitarles su identidad y obviamente, el lugar en el que se han asentado y donde están desarrollando todas sus actividades. Es cierto que es un hombre, pero también podría haber sido una mujer o una institución. Es básicamente, el elemento del intruso que llega y dice que se tienen que ir de allí. Hay un elemento que no quiere estar allí, que es Coro y hay otro que quiere estar, que es este hombre. Ambos tienden a ser disruptivos. Ellas, como maestras del castillo, quieren asumir a una y expulsar a otro de la manera más violenta.

    Ella pierde a su hermana. ¿La historia supone reconstituirse tras una mala experiencia?
    Eso es. Ella arrastra la culpa de la superviviente. Se ha preguntado desde siempre por qué en un accidente de tráfico en el que iban las dos, su hermana se ahoga y ella no. Ahí entran muchísimos factores que tiene que aportar el lector porque en la novela no se cuentan, más allá de que ella ha cargado toda la vida con ese fardo. Coro debe dar el paso por fin, saber asimilarlo, que no es fácil, y entrar en el siguiente nivel. Las mujeres saben que ese es el lugar en el que va a poder hacerlo, pero ella no y asiste a todo con terror, estupefacción y la voluntad de marcharse.

    $!Pilar Adón: «En las comunidades femeninas que me planteo no hay imposiciones masculinas o sociales»

    Coro no encuentra las palabras para expresarse. ¿Cree que no somos capaces de comunicarnos?
    El amor es uno de los sentimientos que más cuesta comunicar, desde mi punto de vista. Y es algo que con la pandemia lo hemos experimentado a lo bestia. ¿Cómo comunicar el amor mediante palabras cuando no podemos tocarnos ni abrazarnos? Porque comunicar el amor es mucho más sencillo con un abrazo, con un roce, con el tacto. Y esto es algo que ya decía Iris Murdoch, una escritora a la que admiro inmensamente. Murdoch hablaba de la imposibilidad de la comunicación y de la cantidad de malos entendidos. De errores, de rupturas, de comeduras de cabeza que se nos forman porque no somos capaces de comunicar el amor. Decir ‘te quiero’ se queda muy flojo y decirlo muchas veces seguidas tampoco sirve de mucho.

    Ahora que estamos en sequía, el agua aparece por todas partes...
    El agua es un elemento simbólico increíble, da para mucho y siempre forma parte de lo que escribo. En este caso es un elemento de transición, de pasar de un estado a otro. Por otra parte, hay un asunto relacionado con el nombre de la casa, con Betania, que no recordaba porque lo asociaba a la resurrección de Lázaro. Después supe que, al parecer, Betania es donde bautizaron a Cristo. Es muy curioso. Ahí de nuevo está el agua como elemento que hace que se pase de un estadio previo del bautismo a otro posterior, espiritual o como se quiera llamar.

    El título también podría ser entre cabras y perros.
    Podría, pero de manera sonora me gusta más De bestias y aves.

    ¿Por qué?
    La presencia de las aves es evidente. Muchas veces a posteriori descubres elementos increíbles. Ya con el libro en imprenta, leyendo a Helen McDonald descubrí que las aves, sobre todo las rapaces, en determinadas culturas simbolizan el paso de un estado a otro, del mundo actual al posterior, el que sea. Me parece increíble porque de repente las aves son muy importantes como elemento que favorece la transición. Y las bestias, todo lo demás. Hay muchas bestias en esta novela, no necesariamente animales.

    ¿Debemos recuperar el sexto sentido? Ella lo sigue.
    Algunos lectores también me preguntan por qué no se va.

    La novela también tiene mucho de cuento de hadas, de simbolismo. Hay mucha influencia de mujer que huye, se pierde, llega a una casa de la que no puede salir, donde le espera una transformación

    Yo también lo pensé.
    Me siento bastante identificada con Coro, aunque ella sea mil veces más valiente que yo. De repente llega a un lugar aislado rodeado de naturaleza cuando está agotada mentalmente y no es capaz de tomar muy buenas decisiones, donde se enfrenta a un grupo organizado. Y todos sabemos lo que es la presión de grupo, lo que es no querer enfrentarse a un grupo del que se depende, porque ella depende de esas mujeres, está en su casa, de repente quiere que le den gasolina para irse de allí. Muchas veces cuando nos enfrentamos a grupos ya hechos queremos agradar, aunque sean hostiles a nosotros, para que nos ayuden, porque al ser una contra muchas tenemos las de perder.

    Naturaleza que no es romántica. Que se tiene que trabajar, dura.
    Es muy dura. Además, tiene delante una roca que le obstaculiza cualquier tipo de salida, incluso oculta la luz del sol. Esto hace que muchas veces tengan menos luz que en otro sitio. Y sabemos también lo que es la falta de luz anímicamente, que no nos hace estar tan felices. Muchas veces no somos conscientes de hasta qué punto la naturaleza, cómo está el día, influye en nuestro estado de ánimo. Entonces, se mezclan muchos elementos naturales que también determinan y esto está relacionado con el instinto y con el sexto sentido.

    ¿Usted se quedaría en la casa?
    Yo sí. Me gustan mucho las casas aisladas y además, el lugar existe. Y también hay mucho de no lugar. Empieza con un elemento realista evidente, pero de repente hay una transición a otro de irrealidad, que alguien me ha dicho que es irrealismo. Me ha parecido una palabra maravillosa y ahí entra otro ambiente, otra esfera. En esa irrealidad ella está en un no lugar y de ahí ya no se puede salir. Y es lo que le pasa. Es el plano en el que a mí me gusta moverme.

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