Pura impotencia (Nàstic 1-1 San Fernando)

El Nàstic se deja dos puntos ante el San Fernando en un partido en el que fue muy superior, pero en el que no aprovechó las múltiples ocasiones que tuvo

22 abril 2022 21:53 | Actualizado a 23 abril 2022 10:10
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El fútbol tiene sus particulares ilógicas y por eso es tan impredecible. El Nàstic cuajó uno de sus mejores partidos de la temporada en el Nou Estadi, pero no se llevó el botín de los tres puntos. Ofreció infinidad de argumentos para ganar el partido. Tuvo múltiples ocasiones para golpear sobre la mesa, pero solo lo hizo en una de ellas. Fue insuficiente. El San Fernando solo dispuso de dos, pero castigó a la segunda. Eficacia le llaman, impotencia significa. El conjunto grana solo pudo sacar un punto que sabe a puro jarabe. La jornada está al completo por delante y le puede poner a una distancia superior al play off. No definitiva, pero sí irritante. Porque fue un partido para ganarlo y bien.  

Al futbolista se le juzga cuando está, no cuando no. Sin embargo, a Pedro del Campo solo se le nombra cuando lo segundo y no cuando lo primero. Da la sensación de que no existe juicio sobre su figura porque es tal su importancia sobre la fluidez del equipo que ésta desaparece cuando él no yace sobre el terreno de juego.  Esto lo ha convertido en rutina y a veces se infravalora, pero ante el San Fernando compareció en el Nou Estadi con la intención de recordar su importancia. Tres partidos fuera del once inicial habían sido demasiado para una figura que refresca ese juego plano en el que muchas veces se sumerge el Nàstic. Con él todo toma otra dimensión.  

Lo suyo fue una exhibición de como liderar una tromba inicial orquestada probablemente en la cabeza colectiva de la plantilla. El Nàstic arrancó el encuentro dibujando su juego por el costado izquierdo. Allí Joan Oriol y Pedro del Campo generaban superioridad de manera constante y permitían a Nil Jiménez tener profundidad. Coleccionaron varios centros laterales, los más peligrosos, pero no encontraron rematador. Faltó algo de precisión y el San Fernando tampoco generó debate porque su defensa ofreció sobriedad que había echado en falta en las últimas semanas. 


Las salidas así suelen tener efecto gaseosa. Pegan fuerte al principio, pero van perdiendo gas porque todo se iguala con el paso de los minutos. Se volvió a cumplir, pero lo cierto es que el Nàstic seguía situando el encuentro en un contexto favorable. Lo hacía porque el San Fernando apenas podía conectar líneas ante la buena presión tarraconense. Los papeles andaban intercambiados porque el conjunto grana pasaba más tiempo en campo contrario con el cuero en su poder y el San Fernando solo vislumbraba la gloria en alguna tímida transición tras perdida grana. No era una mala arma teniendo en cuenta que poseía en sus manos un diamante en la categoría como Biabany. 

La jugada que se había cocinado a fuego lento durante los primeros 10 minutos casi sale a la perfección cumplida la media hora. Joan Oriol encontró a Nil Jiménez en pleno vuelo y le filtró un balón perfecto a la línea de fondo. El lateral llegó y conectó un centro al primer palo en el que encontró a Dani Romera. El almeriense interpretó bien el tiempo y el espacio y conectó un cabezazo que pasó muy cerca de la portería de Perales. Por si faltaban pistas, el Nàstic ya tenía una prueba más de que el partido de momento estaba en esa grieta en el costado izquierdo. Allí el conjunto grana había encontrado su Triángulo de las Bermudas. 

Si esa fue su arma durante casi toda la primera parte también supo encontrar otra. Fue consecuencia de su capacidad para embotellar al San Fernando. De repente encontró otra vía de ataque en el costado derecho con Carlos Albarrán. El lateral de Badalona se dedicó a hacer lo que mejor sabe y metió tres o cuatro centros de absoluto peligro. Ninguno tuvo premio y eso que uno fue puro veneno. Un envío tenso al segundo palo que Romera no remató porque otra vez estuvo firme el San Fernando. No acabó allí el peligro porque en la jugada que precedía fue el almeriense el que encontró la grieta y metió un centro tenso que Becerra no llegó a embocar. Otras dos ocasiones al limbo justo antes del descanso. El gol psicológico hubiese sido tan merecido como necesario, pero el fútbol tiene eso, a veces con más golpeas menos.  
Tantos centros laterales reclamaron intervención quirúrgica desde el banquillo para darle todavía más sentido a ese contexto. Raül Agné actuó en consecuencia y metió al Faro de Cangas. Pablo Fernández entraba por Juan Camilo Becerra para ganar centímetros en el área. Mayor peligro en los centros. 

Gol prematuro tras el descanso

El premio que no tuvo en la primera mitad le llegó rápido al Nàstic en la segunda. Fue en el ABP. Acciones a balón parado se les llama en el argot futbolístico. Nadie las subestima. Ni técnicos, ni jugadores. Se inician con colocación militar, pero cuando el cuero vuela todo cambia. Entre este libreto infinito de jugadas destaca la mítica del pase atrás. Esa en la que el Nàstic se arropó para adelantarse al San Fernando. Porque Del Campo golpeó desde el córner y Dani Romera fusiló desde esa zona que al final va a resultar que es indefendible. 

El gol tuvo consecuencias para un conjunto grana que respiró aliviado. Con el gol a favor todo se observa con más tranquilidad. Pero se puede esfumar ese desasosiego cuando se perdona. Y Pablo Fernández perdonó. Hasta en dos ocasiones. En la primera, Perales le sacó el pie a un disparo tenso. En la segunda cruzó demasiado cuando estaba solo ante el portero y venía siendo agarrado. No se tiró y la ética en el fútbol no tiene premio. 

Biabany avisó tras ese error y Juanmi Callejón castigó. El de Motril encontró el momento en un centro que remató con la cabeza y superó a Manu García. Tan letal como doloroso. De la nada un gol. Qué poco les cuesta a unos y qué fácil lo hacen otros. El final del partido fue una ruleta rusa. Los dos tuvieron para ganar. Sobre todo el Nàstic. Dani Romera, Pablo Fernández, Édgar Hernández y Javier Bonilla pudieron ser héroes, pero fueron engullidos por la impotencia y por Perales. Biabany pudo ser verdugo, pero fallo en el mano a mano con Manu García ya vencido. Pura impotencia.

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