Ganadería
"Después de nuestra generación esto se acaba"
Rebaños como el de Martí Badoquio son esenciales para la gestión forestal de la Serra de Pàndols

Martí Badoquio, con su rebaño de cabras
Con la imagen todavía en la retina del incendio de estos últimos días, Martí Badoquio salió este miércoles a pasturar con su rebaño de trescientas cabras cerca de la zona de Gandesa. Los animales no entienden de confinamientos ni de fuegos. «Es un trabajo en el que tienes que estar los 365 días del año y que tiene que gustarte mucho, porque no hay ni horarios ni calendarios; por eso no quiere hacerlo nadie», asegura.
A sus 56 años, Badoquio es la tercera generación de pastores de una familia originaria de Prat de Comte. Cuando se jubile, el rebaño se acabará, ya que la hija no seguirá sus pasos. Y, aunque afirma que es un trabajo «emocional» que «se lleva a la sangre», también confiesa que no le gustaría que hubiera una cuarta generación que mantuviera esta tradición familiar. «Es un trabajo muy sacrificado», lamenta.
Badoquio es el pastor de la Serra de Pàndols. Cuando acaba el invierno, las cabras duermen a la intemperie, pastando en una superficie de unas 500 hectáreas, propiedad de los Ayuntamientos de Gandesa y El Pinell. Los animales son los jardineros del territorio. Estos hacen el trabajo de las desbrozadoras, teniendo en cuenta que la limpieza a máquina supone un coste de unos 3.000 euros por hectárea, y que las cabras lo hacen de forma gratuita mientras se alimentan.
Un cambio drástico
La zona por la que ha pasado el rebaño se identifica fácilmente, con la falda de los pinares completamente pelada y limpia. «Hace siete años que estoy aquí y al principio estaba todo tan tupido de vegetación que los animales prácticamente no podían ni entrar. Ha cambiado al 100%», argumenta.
Desde los catorce años Badoquio acompaña a las cabras, por lo que hay pocas voces más autorizadas que conozcan los bosques y los caminos que lo rodean. Hace cinco años, se registró un incendio en la parte que pastura. «Cuando llegó a la zona de las cabras, este no avanzaba porque no había combustible por quemar y bajó su intensidad», recuerda.
Este ganadero asegura que tan solo en Paüls hace cincuenta años había más de media docena de pastores. Cabras, vacas y ovejas rasuraban un sotobosque que estos días se ha convertido en la gasolina de un incendio que ha quemado más de 3.000 hectáreas. «A medida que los pastores han ido dejándolo, el territorio se llena de combustible y, en poco tiempo, se hace irreconocible. Es lo que ha pasado en toda esta zona», argumenta.
Entrega y papeleo
El sacrificio que comporta el trabajo, la falta de relevo y de unos precios competitivos ha hecho que poco a poco los pastores se hayan convertido en una profesión en peligro de extinción. Ahora mismo, estos pueden contarse con los dedos de una mano en la comarca. «Tan solo en la zona de Rasquera había casi 30.000 cabras; ahora quedan dos rebaños de unas 800 cada uno», argumenta.
Este tan solo pide que «nos dejen tranquilos con el rebaño» y no quedar ahogado en el día a día por la burocracia. «Necesitas licencias, certificados y todos los controles veterinarios que tienen que pasar los animales, que ya está bien, pero a veces es muy fácil desde un despacho».
Este control quería hacerse aún más exhaustivo, cuando desde las instituciones europeas se propuso que los pastores tendrían que llevar una especie de libro de campo en el que debían registrar el número de cabras, el sitio en el que pastaban, de quién eran los terrenos y un sinfín de datos que implicaban un control minucioso de todos los movimientos.
Afirma que en «diez o quince años» la ganadería acabará por desaparecer en la comarca
Finalmente, la propuesta se quedó en agua de borrajas pero para el colectivo esta es una de las muestras de una burocracia que se cierne sobre una profesión que «se está acabando». «De los doce pueblos de la Terra Alta, en cinco o seis ya no queda ganado, cuando todos tenían cuatro o cinco explotaciones», lamenta.
Badoquio augura que en «diez o quince años» la ganadería acabará por desaparecer en la comarca y si a esto se le suma que «en materia de gestión forestal hemos ido atrás», incendios como el de estos días pueden convertirse en habituales en la zona. «Si no hay daños personales se arregla, lo que pasa es que antes de que vuelva a regenerarse pasará mucho tiempo y el coste será brutal», argumenta.