El Chojin: «Cuando era joven, ser racista era un insulto y ahora la gente templada lo acepta como una opción»

Siete martes es un relato vibrante que aborda la discriminación racial, la violencia de género y el tabú de la salud mental, de la mano de una de las voces urbanas más populares del momento.

30 diciembre 2021 00:40 | Actualizado a 07 enero 2022 09:31
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Carol necesita un vuelco en su vida, pero se ve incapaz de afrontarlo sola. Para ello, busca ayuda en Edú, un psicólogo que, sin embargo, no pasa por su mejor momento. Siete martes es una novela de El Chojin, una de las voces urbanas más importantes del panorama musical actual. Publicada por Grijalbo, Grupo Editorial Penguin Random House, conjuga las relaciones tóxicas con la discriminación racial y el estigma de la salud mental.

No podemos decir que haya cambiado el rap por la literatura. Pero, ¿qué diferencia hay?
Yo también he caído en el juego de llamar literatura a la novela y no literatura a escribir rap pero en realidad, si lo piensas, literatura son las dos cosas, porque al final estás escribiendo. Yo llevo escribiendo desde pequeñito y son dos maneras distintas de enfrentarse a la literatura. En una cuentas una historia en tres minutos y medio con rima…

¿Qué es más difícil?
Es diferente. Supongo que tiene que ver con la costumbre que tengas. Para mí es más fácil hacer un rap que una novela, claro. Pero habrá novelistas a los que les costaría mucho hacer un rap.

Trata el racismo y la violencia contra las mujeres. ¿Este mensaje llega mejor a los jóvenes con el rap?
La novela es una de las pocas expresiones artísticas que requieren de un 100% de concentración. Eso le da un plus. Es decir, no se puede leer un libro mientras se hace otra cosa. Cuando se lee un libro, el mundo entero desaparece y te centras en la lectura. Y eso le da mucho poder a un libro. La música no tiene esa capacidad de abstracción, pero te la puedes llevar a cualquier parte y es mucho más fácil de digerir, es más rápida, puedes escucharla muchas veces. Por el contrario, un libro es muy complicado leerlo varias veces. Yo creo que consigues calar si el agua llueve desde cualquier parte. Por eso lo intento a través de la música y ahora con la literatura también. Para ver si con la novela llega mejor a otras personas. Es intentar que el medio no sea un obstáculo para el contenido.

«Muchas veces la sociedad no solo no te ayuda, sino que empeora tu situación».

Da la impresión de que las mujeres guineanas son más fuertes que las madrileñas.
No me atrevo a decir si son más o menos fuertes, pero sí que es cierto que las circunstancias vitales hacen que saques una cosa u otra. Yo conozco muy bien a las mujeres guineanas y están bastante bien representadas en la novela porque realmente son así. Hay un momento en que se dice que Edú estaba más acostumbrado a estar con chicas con callos en las manos que con chicas que se hacen la manicura. Es una forma de entenderlo. El hecho de que te hagas la manicura no quiere decir que seas menos fuerte, sino que has tenido unas circunstancias vitales distintas. Muy probablemente, si te hubiera tocado vivir lo que le ha tocado a la otra persona, estarías en el mismo sitio. Pero sí, hay una diferencia clara.

¿Tiene alguna cosa en común con Edú?
Creo que Edú es, en muchos aspectos, como me gustaría ser a mí en cuanto a la paciencia.

Eso se gana con los años…
Yo estoy en ello. Años cumplo… Estoy trabajándomela. Pero él es muy paciente y lo que tenemos en común son muchas experiencias vitales. Para mí era mucho más fácil meterme en su cabeza que en la de Carol.

 

 

 

¿Qué tal la experiencia de las dos voces?
Cuando tuve la idea me pareció fantástica. Pero cuando intenté llevarla a la práctica, me costaba la vida. Los planes siempre funcionan mejor en tu cabeza. En Siete martes son como dos novelas. Es la que se contaría si estuviéramos contando la historia de ella y la novela que se contaría si estuviéramos contando la de él. Y luego, al juntarlo, es una obra completa que nos cuenta una verdad más o menos objetiva desde dos puntos de vista distintos. Esa era la idea. Meterme en la cabeza de los dos, intentar redactar ligeramente diferente cuando está hablando una y el otro, utilizar palabras distintas porque hay un background distinto, era un reto interesante. Y me gustan los retos. Mientras más difícil me lo ponga, más me empeño y más satisfacción tengo cuando creo que lo he superado.

¿El color negro es feo?
Es una cuestión histórica, no me lo he inventado yo. No es que sea feo, evidentemente para mí no lo es, pero sí que tiene una connotación negativa constantemente. Incluso en las cosas teóricamente buenas, si les pones el adjetivo negro las conviertes en malas. Cuando hablamos de dinero, si es negro, entonces ya no es bueno. Incluso en el petróleo hay una parte que le llaman el blanco, que es el bueno, lo que ya es el colmo. De hecho, si miramos el diccionario, negro significa triste, melancólico, infausto, desafortunado, todos esos calificativos se aplican a la palabra negro y hay que luchar contra eso. Aunque siempre y cuando solo sean palabras se pueden cambiar.

 

«Yo también he caído en el juego de llamar literatura a la novela y no literatura a escribir rap, pero en realidad, si lo piensas, literatura son las dos cosas, porque al final estás escribiendo». 

 

Pero la lingüística no ayuda. Ni en el racismo, ni en el machismo. El castellano, por ejemplo, pluraliza en masculino.
Lo llaman neutro, que coincide en forma con el masculino. Es una forma de justificar cualquier cosa y ya en 1984, la famosa novela de Orwell, se habla del poder que tienen las palabras. Bajo mi punto de vista todo está pensado, pero afortunadamente, y eso sí que ha cambiado mucho en los últimos años, ya es muy complicado encontrar en sociedad a personas que no sepan leer y escribir. De modo que ahora nosotros ya somos los dueños de las palabras, ya tenemos la posibilidad de usarlas a nuestra conveniencia. Ya podemos, por lo menos, plantearnos dudas. Y una de las últimas polémicas con la RAE fue a raíz de una definición de gitano, que calificaba de mentiroso, tramposo… Al principio se dijo que no se iba a mover, pero al final se terminó cambiando. Entonces, estoy convencido de que vamos más despacio de lo que nos gustaría, pero la sociedad está siendo cada vez un poquito más justa.

 

«Cuando hago el ejercicio de ver hasta qué punto estoy contaminado con lo que me rodea, caigo en la cuenta de que es casi al 100%».

 

Si hablamos de racismo, ¿no tiene la sensación de que no pasa nada si se dice que una persona es racista?
Sí. Estoy totalmente de acuerdo. Antes, por lo menos, había vergüenza… Cuando yo era joven si le llamabas a alguien racista era un insulto y ahora sin embargo, la gente templada lo acepta como una opción y acepta que tiene amigos racistas, cosa que antes era impensable. Pero está muy bien que sepamos que existe ese problema. A mí lo que me da más miedo y me parece más peligroso es vivir en un mundo en el que se niega la evidencia porque no nos atrevemos a mostrarla, que en otro en el que mostramos realmente cómo somos. Soy antinazi, total y absolutamente, si por mí fuera esa gente no existiría, pero sí existe. Y cuando salen a manifestarse, mi gente defiende que no se les debería permitir y entiendo lo que dicen. Pero no estoy del todo de acuerdo. Creo que es necesario saber en qué mundo vivimos y no inventarnos otro que no es real, solo porque nos resulta más cómodo.

¿No habría que esforzarse en acabar con esas ideologías?
Mientras se hace, están ahí. Queremos algo que no es real, que no existe. El mundo es como es y vivir en sociedad implica estar rodeado de gente que vive como te gustaría que viviera y gente que lo hace de forma totalmente contraria. Entonces, el mundo que estamos creando ahora a través de las redes sociales en el que no toleramos nada, no aceptamos nada, me parece infantil. Personalmente, necesito saber qué ocurre a mi alrededor para no vivir en un engaño.

 

«Yo tengo muy poquita paciencia con según qué cosas y me caen muy mal los abusones».

En la novela, plantea una situación muy grave. Una mujer maltratada, que hace todo lo que puede por huir, pero la sociedad no la ayuda.
Carol intenta solucionar muchas cosas, pero la sociedad muchas veces no solo no te ayuda, sino que te empeora la situación. En este sentido, otra de las patas de Siete martes es la salud mental, el hecho de intentar normalizarla.

El tabú…
Ella huye de su burbuja para buscar otro lugar en el que poder pedir ayuda porque la necesita. Es verdad que todos pensamos que daríamos el paso antes, pero muchas veces la vida te lleva por un sitio y cuando te quieres dar cuenta estás donde no querías estar y ahí ya toca reaccionar. No hay que echar la bronca por haber llegado ahí, sino que una vez que eres consciente, intentar afrontarlo, si tienes el valor y la fuerza necesaria. Entonces, creo que Carol es una mujer valiente, con muchos problemas que no son achacables a ella estrictamente, sino también a su entorno. Si te dicen que a lo que tienes que aspirar es a estar casada con un hombre exitoso y a ser su mujer ¿es culpa suya cumplir con esas expectativas? No. Creo que en el momento en el que no tienes idea de que otros mundos son posibles, pues vives según el que te ha tocado e intentas cumplir con la corrección. No creo que exista nada intrínsecamente correcto, creo que somos seres sociales y que lo que buscamos es cumplir con las expectativas de nuestro entorno.

Cuando tendríamos que hacer nuestra vida…
Eso molaría mucho. Pero es muy muy complicado. Cuando hago el ejercicio de ver hasta qué punto estoy contaminado con lo que me rodea, caigo en la cuenta de que es casi al 100%.

 

«Muchas veces la vida te lleva por un sitio y cuando te quieres dar cuenta estás donde no querías estar y ahí ya toca reaccionar».

¿No ha hecho lo que ha querido?
Sí, pero dentro de las normas que me dejan. Nos autocensuramos o dejamos que nos censuren. Y cuando nos dicen que algo no se hace, lo que hacemos es trasladar al que viene después, que eso no se hace, sin ni siquiera saber por qué no se hace. Y así funcionamos. Y de igual manera, decimos el sí se hace. De modo que cuando a Carol le dicen que lo que tiene que hacer es estar divina siempre y tener a un hombre con dinero que la cuide, pues ella es lo que busca. Ahí es donde quiere encontrar la felicidad. El problema es que claro, como se ve aquí, a veces no funciona así.

Hay un momento que Edú piensa en consecuencias físicas para los maltratadores.
En este aspecto tuvimos una pequeña charla con la editorial porque la reacción de Edú era un poco más violenta de lo que aparece. Cuando he dicho anteriormente que Edú es más paciente que yo, también tiene que ver con esto. Yo tengo muy poquita paciencia con según qué cosas y me caen muy mal los abusones. Pero hay muchas cosas que no se pueden decir en el mundo en el que estamos. Es así. Estoy en contra de la pena de muerte, sé que hay que intentar erradicar según qué comportamientos, que la forma correcta, según dicta la sociedad, es hacerlo a través de la educación, de la reprogramación… No puedo decir que no. Lo que pasa es que cuando te enfrentas a una situación como la de la novela, muchas veces lo que apetece es dejar de ser civilizado, coger un palo y actuar. Nos pasa a todos. Queremos proteger a nuestra gente, de todas las maneras posibles.

La editorial, ¿qué le dijo?
Que había que rebajarlo. Que Edú era mejor que yo.

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