Los móviles robados en TGN acaban en África

En la ciudad se sustraen una media de tres a la semana. Muchos tienen como destino Nigeria y, en menor medida, Mali, Congo, Angola y Marruecos. Una minoría se cambia por droga

26 febrero 2019 07:27 | Actualizado a 26 febrero 2019 07:41
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Desde hace unos años se ha convertido en una herramienta útil de trabajo y también de ocio. Y ello también se ha traducido en una pieza muy apetitosa para los ladrones, que han visto en el teléfono móvil en un nuevo objetivo. En la ciudad de Tarragona se sustraen una media de tres aparatos a la semana, según señala el subinspector responsable de la Unitat de Seguretat Ciutadana de los Mossos en Tarragona, Jordi Dalmau. La mayoría de estos móviles tiene como destino final determinados países africanos. 

Estos teléfonos móviles conseguidos de forma ilícita tienen dos principales destinos. Una parte –la menor– se queda en Tarragona, mientras que la mayoría se envía al extranjero. Y curiosamente el destino principal es África, y principalmente Nigeria, donde se puede vender por un precio muy alto. En menor medida se envían a Mali, Congo, Angola en incluso Marruecos. 

Los ladrones son conscientes de que vender en Tarragona un  teléfono robado conlleva un cierto riesgo porque es más fácil de localizar y el ladrón de acabar detenido por los Mossos. Por ello, si además de enviar la preciada pieza al extranjero consigue un buen precio tiene ante él un buen motivo para robar el teléfono. 

La sustración de estos aparatos en domicilios ha bajado considerablemente

Los delincuentes saben a quién vender estos objetos. En el Camp de Tarragona hay un grupo de ciudadanos nigerianos que serían los receptadores de estos aparatos, que después enviarían a su país, donde hay una alta demanda. Y una vez llegado a destino –sea cual sea el país africano– ya es prácticamente imposible –si no existe un milagro– de recuperarlo. 

A veces, los investigadores han detectado que un móvil sustraído está siendo utilizado en uno de estos países africanos. La única manera de recuperarlo y entregárselo a su legítimo dueño es que el Juzgado correspondiente tramite una comisión rogatoria a su homónimo de país. Pero los jueces españoles no están por esta labor. El trabajo y el tiempo invertido es tal alto que no vale la pena iniciar un proceso largo y que muchas veces no conlleva el resultado que uno pretendía. Y sólo se deja las comisiones rogatorias para hechos delictivos considerados graves. 

El subinspector recalca que, a nivel europeo, es difícil introducir teléfonos móviles robados, porque son más fáciles de rastrear y existe una mayor colaboración entre los cuerpos policiales de los distintos países. Incluso los Apple, que aquí se pueden bloquear el IMEI –código único de identificación a nivel internacional de un terminal móvil compuesto por 15 dígitos– en caso de robo, pero dicha práctica no se puede utilizar cuando ya está en el extranjero.

En la calle
La mayoría de los móviles robados se consigue en la calle, reconoce el subinspector de la Unitat de Seguretat Ciutadana de los Mossos d’Esquadra de la comisaría de Tarragona. Es un ambiente proclive para aprovechar cualquier descuido para hacerse con uno de estos aparatos. Y es que la mayoría se sustraen tras unos segundos de descuido de la víctima: dejárselo encima de la mesa de un bar cuando se está hablando, en la terraza de un bar mientras se está mirando a otro lado o mientras uno de los ladrones intenta distraer la atención para que el compinche actúe. La Rambla Nova y las playas son las zonas donde más hurtos de móviles hay. 

Las denuncias falsas 
Este fenómeno, muchas veces para cobrar del seguro, se ha estabilizado, aunque se siguen dando casos. La mayoría de denuncias son por teléfonos de gama alta.

La mayoría de los móviles se consiguen a través del hurto. Si el valor es inferior a los 400 euros, el ladrón se enfrenta al pago de una multa. Pero si excede de dicha cantidad la pena que puede solicitar el fiscal está entre los seis y los 18 meses de cárcel. En menor medida están los robos con violencia, un delito que está castigado con una pena mucho mayor: de tres a cinco años de prisión. 

Donde sí los Mossos d’Esquadra han notado un cambio es a la hora de sustraer los móviles en el interior de domicilios. Dalmau señala que se ha notado un descenso muy importante, «en general los aparatos tecnológicos, porque se pueden localizar, trazar su recorrido. Para los ladrones es mejor las joyas». Saben que por un descuido como éste les puede costar años de prisión. 

Dinero rápido 
Pero hay otro delincuente que va a por los móviles para conseguir dinero fácil. Y lo hace sin usar violencia ni intimidación.  Y  una vez lo tiene en las manos se deshace de él rápidamente para conseguir dinero. «Algunos aparatos que cuestan mil euros tienen fácil salida en el mercado negro», recalca el subinspector de los Mossos. El porcentaje de la mercancía que se queda en la zona es cada vez menor. 

Los móviles sustraídos no son vendidos en tiendas de compra-venta porque son fáciles de rastrear por los Mossos. Muchos ladrones –normalmente los que cometen robos por el procedimiento del tirón– los cambian rápidamente por droga. Otros prefieren ponerlos a la venta a través de internet en páginas de segunda mano, donde los ofrecen por un precio inferior al de mercado.

Saltar la alerta
Muchas veces es el propio ciudadano quien localiza su teléfono móvil, bien porque salta el geolocalizador e incluso le llegan fotografías a su correo desde el teléfono sustraído. 

Pero a veces no es robo todo lo que se denuncia. Y aquí entra la perspicacia de los investigadores, quienes logran determinar que el denunciante se lo ha inventado, bien para cobrar del seguro o porque quiere hacer negocio. En una ocasión, el pasado verano en La Pineda, los agentes encontraron en el domicilio del denunciante –con antecedentes penales– móviles en sus cajas y sin estrenar. 

Pero a veces, los mossos también dan alegrías. Una ciudadana rusa denunció el robo de su teléfono en Tarragona. Los agentes detuvieron a un individuo con el aparato –llevaba varios–. «Tuvimos trabajo para contactar con la víctima. Le enviábamos mensajes, pero creía que era el delincuente haciéndose pasar por policía y no nos hacía caso. Al final la convencimos de que éramos los buenos. Hicimos llegar el teléfono a la embajada y a la mujer le llegó al cabo de unos tres meses», recuerda el subinspector.

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