¿Qué muerto estrenó el cementerio de Tarragona?

Reportaje. El camposanto de la ciudad se construyó extramuros en 1809 en plena Guerra del Francès. Una ruta por sus tumbas emblemáticas deja más de una sorpresa

04 noviembre 2018 17:51 | Actualizado a 12 noviembre 2018 17:28
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Hoy el cementerio de Tarragona está perfectamente integrado en la ciudad, pero cuando se fundó, allá por 1809, la intención era que estuviera extramuros, convenientemente alejado de la ciudad para no correr riesgos de salud.  Así lo cuenta Paco Tovar, guía turístico de Argos y apasionado de la historia, quien se dispone a darnos un paseo por el camposanto en el marco del programa Tarrorific.

Y ¿qué pasaba en la ciudad a principios del siglo XIX que comenzó a urgir un nuevo cementerio? Lo que pasaba era, sobre todo, la Guerra del Francès que terminó multiplicando la población de la ciudad de 9.000 habitantes en 1801 a 60.000 en 1810. Contingentes militares, funcionarios y desplazados, se encargaron de llenar la ciudad en un cóctel peligroso de hacinamiento e insalubridad donde la «fiebre pútrida» hizo de las suyas.

Hasta entonces los muertos se enterraban en un terreno cercano a la Catedral en lo que hoy es el Carrer de Les Coques y hasta entonces conocido como el Carrer del Fossar. La explosión demográfica de la ciudad  terminó por dejar pequeño aquel lugar, lo que coincidió con el permiso de Carlos III para que las ciudades pudieran construir cementerios en las afueras.

El irlandés que se llamaba Joan

Y he aquí la respuesta a la pregunta de quién fue le muerto que estrenó el cementerio. Se trató de Joan Smith Sinnot, quien seguramente se llamaría John (acorde con su origen irlandés) pero cuyo nombre acabaría catalanizándose habida cuenta de su labor en la ciudad.

Smith, tal como cuenta el memorial que se le dedicaría en los años noventa (los restos se habían enterrado inicialmente en otra parte del camposanto) era Jefe de la Armada, Gobernador Militar y Director de Obras del Port de Tarragona y murió el 16 de marzo de 1809 víctima de la epidemia de fiebre.

A Simith, un irlandés que fue escalando posiciones, se le recordará, explica Paco Tovar, por su astucia. Era el Gobernador Civil de la ciudad durante el estallido de la Guerra del Francès. Justo antes de que llegaran los franceses se encargó de apresar a cuantos se habían levantado. Cuando le pidieron que los entregara para fusilarlos se negó, y una vez  las tropas napoleónicas se marcharon, les liberó. 

También fue el encargado de continuar con el proyecto del puerto que había comenzado Juan Ruiz de Apodaca. Hoy los dos tienen sendas calles con sus nombres en la ciudad.

El suizo español 

Otro de los ilustres ocupantes del cementerio de la ciudad de Tarragona fue enterrado aquí apenas un mes después: el general de origen suizo Teodoro Reding von Bibereg. Y sí, también tiene una calle. Su mausoleo, en medio de una plaza es, sin duda de los que llaman la atención, no sólo por la ubicación o el tamaño, sino porque el conjunto luce una imagen de lo más cuidada. Luego sabríamos que es el Ministerio de Defensa el que se ocupa de su mantenimiento.

Reding murió en Tarragona el  23 de abril de 1809 después de las heridas sufridas un mes antes en la misma guerra del Francès durante la batalla del Pont de Goi en Valls. No obstante, antes había sido uno de los artífices del triunfo en la Batalla de Bailén en Julio de  1808. Aquella victoria supuso la primera derrota en campo abierto de la historia del ejército napoleónico «todo un chute de energía positiva», cuenta el guía.
Pero no todos los personajes son tan conocidos. Un ejemplo es el caso de Rosa Venes (sí, también le han puesto su nombre a una  calle) que, por deseo propio, está enterrada aquí. Aunque su nombre es menos afamado, se la considera una heroína de la Guerra del Francès. Se cuenta que luchó hombro con hombro junto a los soldados durante el asedio de las tropas napoleónicas, lo que le valdría, después de la guerra, el ser premiada con el grado de  subteniente. Cuentan que era aficionada a usar la casaca militar sobre sus ropas civiles.

Su hijo mayor, Simó Lloberes, llegó a ser alcalde de Tarragona en 1874, pero tal vez una de las cosas que más llaman la atención es que en su mismo mausoleo fue enterrado, muchos años después Eduardo Serrano Suñer, hermano del Ministro de Franco, Ramón Serrano Suñer. Eduardo fue Director del Port de Tarragona desde 1939 hasta 1972.

Y este es apenas un abrebocas de la historia de un cementerio que nació durante la Guerra del Francès. No hay tiempo para más, es la una de la tarde y nos apremian a salir.

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