La literatura científica señala ciertos efectos positivos del consumo moderado de alcohol. El gráfico que describe la relación entre la ingesta y el riesgo de muerte suele, por eso, tener forma de jota: el riesgo disminuye si se bebe un poco, sobre todo por el efecto positivo que tiene en algunas enfermedades cardiovasculares. Pero en cuanto se sobrepasa cierta cantidad y frecuencia, el riesgo aumenta rápidamente. El mal consumo se origina por la combinación de factores biológicos, emocionales y sociales: cierta predisposición genética, el uso del alcohol para gestionar el estrés o el malestar y un entorno que normaliza su consumo, especialmente entre iguales. El consumo repetido altera los circuitos del cerebro y crea tolerancia y dependencia, convirtiendo un hábito aparentemente inofensivo en una adicción con graves consecuencias. Por eso los datos de la última encuesta ReusCohort son inquietantes: uno de cada cuatro alumnos de segundo de ESO —entre 13 y 14 años— ya consume alcohol. En segundo de bachillerato —entre 17 y 18 años—, el 86% de los chicos y el 89% de las chicas lo consumen habitualmente, sobre todo durante el fin de semana. Son porcentajes que desmontan cualquier relato de excepcionalidad y evidencian hasta qué punto el alcohol se ha normalizado entre los menores. No hablamos de un exceso puntual, sino de un hábito extendido que tiene consecuencias en el desarrollo físico, emocional y social de los adolescentes. Por eso es positivo que el Ajuntament de Reus y los cuatro CAP de la ciudad impulsaran una jornada de sensibilización y promoción de hábitos saludables. Sin embargo, no basta. Las familias, los centros educativos, los profesionales sanitarios, las entidades y las administraciones tienen un papel irrenunciable que las autoridades deben liderar con políticas concretas que den respuesta sostenida, coordinada y valiente al fenómeno. También es preciso preguntarse por el modelo de ocio que ofrecemos a los jóvenes y por la tolerancia social con la que se observa el consumo de alcohol. Si esos datos solo sirven para escandalizar y asustar, habremos ganado poco. Si abren un debate real e impulsan políticas eficaces, habremos dado un paso imprescindible. La alternativa, mirar hacia otro lado, ya no es viable.