Opinión

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Hace años que estoy enganchadísima a los documentales de la vida en los polos, en los glaciares, en la meseta del Tíbet, en el desierto del Gobi, en Kamptchapka o en Hokkaido. Y claro en instagram estoy reel adicta, que si foca por aquí, que si oso por allá sobreviviendo al frío. Pero mi verdadera obsesión compulsiva son los pingüinos. Puedo ver durante horas la película El viaje del emperador. Cada día puedo verla. No me canso. Y mi pregunta es: ¿qué tengo yo en común con los pingüinos? ¿Por qué me identifico con ellos profundamente? Dándole vueltas he llegado a la siguiente conclusión: aunque se vistan de gala, en realidad solo quieren comer pescado tranquilos y evitar conflictos. Yo también quiero eso en mi vida. Ir bien vestida, evitar conflictos (menuda profesión he elegido) y comer lo mismo cada día solo que en vez de pescado prefiero queso. Además, están los polos. Norte y Sur. ¿Por qué me fascinan tanto? ¿Será porque, como ellos, siento que me estoy derritiendo lentamente, aunque en mi caso sea por culpa de la edad y no del cambio climático? O quizá es que, como los pingüinos, quiero deslizarme por la vida sin complicaciones, pero en realidad voy esquivando grietas emocionales como puedo. O simplemente necesito un abrigo negro algo más gordo, y una buena camisa blanca de algodón egipcio que es el mejor del mundo. Eso y queso, mucho más queso.

PD. ¿Sabéis si hay vuelos a la Antártida?

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