Opinión

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Francia está viviendo las navidades más frías de los últimos 15 años. En mi zona el frío es estático. Las ramas desnudas de los árboles que parecen los dedos de una bruja matusalénica no se mueven. La escarcha decora cada hoja, cada piedra, cada liquen. El sol luce espléndido pero tiene la misma temperatura que una estrella de Casiopea. El frío es el emperador de la inmovilidad. Te deja dentro de casa peleándote por las mantas. Seca la leña de tal manera que la chimenea parece unos altos hornos. Es curioso el silencio que impone. Nadie parlotea cuando hace este frío. Se entiende así las bromas que hacemos con los finlandeses, ¿cómo van a hablar si las palabras se encierran en el cerebro temerosas de salir?. El frío ama el té. De ahí que sean los rusos los principales consumidores de té (sí, los rusos, no los chinos o los japoneses o los indios). Tazas de té de Mariage Frères, especialidad French Breakfast (pero en Tessuto por ejemplo tienen tés maravillosos). Te levantas del sofá con dificultad porque hay que salir de debajo de la manta, ir a la cocina y esperar los minutos necesarios. Luego regresas debajo de la manta que ya sabes va a ser tu compañera de estos días sin tiempo que van de la Navidad hasta que se muera el año. Una taza tras otra. Cada minuto que pasa es uno menos de este 2025. Extraña sensación de finitud.

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