Hay noticias que cuando las lees en el periódico te dan un pellizco en el corazón por lo dolorosas y terribles que son. La semana pasada se produjo un asesinato horroroso en la localidad de O Porriño, en Pontevedra. Teresa, la cuidadora de una mujer, fue asesinada a hachazos. Ella tenía 48 años, él 70. El presunto asesino es el marido de la mujer a la que cuidaba, y al parecer, la víctima había denunciado un día antes haber sufrido acoso sexual por parte de él. El hombre, que arrastraba problemas mentales, dijo a la Guardia Civil que esta mujer se quería quedar con el dinero de la familia. Los agentes dijeron que el hombre les confesó que escuchaba voces dentro de su cabeza.
Atónitos por la brutalidad de la noticia, nos pusimos en marcha hacia esa localidad de unos 20.700 habitantes. Me costó mucho localizar la casa donde se produjo el triste suceso. Al final, la encontré. En el suelo apareció la pulsera del hospital del presunto asesino. Había ingresado unos días antes en un centro de salud mental, pero solicitó el alta voluntaria.
Es una auténtica aberración que los enfermos mentales no puedan ser diagnosticados
Me encontré con Flora, una vecina de toda la vida de esta familia. Ella seguía en shock. Conocía perfectamente a este hombre de setenta años que presuntamente había acabado con la vida de Teresa. «Por lo que él comentaba estaba un poco deprimido después de un episodio de un desmayo que lo llevaron al hospital. Unos días después se encontró con mi sobrina, le preguntó qué tal se encontraba, le dijo que sentía que tenía mucha depresión, que le dolía la cabeza y que no se encontraba bien», apuntaba la vecina.
La cuidadora asesinada estaba aterrorizada. Ya había denunciado que, en esa casa, la había agredido sexualmente su presunto asesino unos días antes. De hecho, escribió a su empresa esa misma mañana y a sus compañeras. Teresa lo decía bien claro en sus últimos WhatsApp: «A la empresa se lo dije hoy y tengo que estar en el domicilio y estoy mal. La empresa me dijo que las cosas no se hacen así, o sea que hay que ir porque es un servicio social». Así rezaba el último mensaje que la víctima envió quejándose de la situación.
Espero que las instituciones actúen, porque
el asesinato de Teresa no puede pasar desapercibido
Esa misma mañana asistimos a un minuto de silencio frente al ayuntamiento de O Porriño, en un acto convocado por el sindicato de trabajadoras y cuidadoras sociales. Asistieron unas 300 personas, la mayoría mujeres. Hablamos con Mar, amiga y compañera de la víctima: «Mi compañera nos llamó el día de su fallecimiento, no dio tiempo a movernos. Llamó a la responsable a las nueve menos diez, ella tenía que entrar al domicilio a las nueve de la mañana. No estaba bien, estaba con una fuerte depresión, ese día no quería ir a trabajar y menos a esa casa», nos explica.
«A mí también me ha pasado. A mí me han agredido. Nunca sabes qué te vas a encontrar tras la puerta. A mí me agredió un esquizofrénico una vez. Hay que parar esto. Si la trabajadora dice que allí no se entra, la empresa debe respetar eso y no obligar a que nos juguemos la vida. Lo que ha pasado con Teresa es un punto y aparte, es un antes y un después». Además, pide que aquí todo el mundo depure responsabilidades. «Aquí los culpables son la empresa, la Xunta, el Ministerio, aquí no se han hecho las cosas bien», destacaba.
Preguntado sobre este tema por los periodistas, el subdelegado del Gobierno en Pontevedra, Abel Losada, denunció que «las demoras y las carencias en las listas de espera en la sanidad conducen a estas situaciones». Y es que los familiares del presunto asesino intentaron durante un año que lo atendiera un psiquiatra de la sanidad pública gallega, pero no lo consiguieron. Es una auténtica aberración que los enfermos mentales no puedan ser diagnosticados, medicados y, si es necesario, ingresados en centros especializados. Es la única manera de prevenir asesinatos tan injustos como el de Teresa, una mujer que perdió la vida trabajando en lo que más le gustaba, ayudando y cuidando de las personas que no pueden hacerlo por sí mismas.
Teresa, este artículo te lo dedico a ti, y a todas las personas generosas que cada día asisten a mayores y dependientes en nuestro país. Espero que las instituciones actúen, porque tu asesinato no puede pasar desapercibido.