Un Sant Jordi muy triste
La estampa de la Rambla Nova, desierta, era la imagen del vacío que se apoderó de las calles y del espíritu de la gente
La pandemia de coronavirus hizo que ayer fuera el Sant Jordi más raro que se recuerda. Dicen las crónicas que las librerías vendieron una buena cantidad de ejemplares vía online, un hecho que, sin embargo, no es más que un mínimo consuelo ante la pérdida de lo que es el día más importante del año para un sector que no estaba precisamente boyante. También las floristerías aseguran que, si bien las ventas no fueron, ni mucho menos, las de otros años, la catástrofe tampoco fue tan estrepitosa. Y, sin embargo, la tristeza era la nota predominante ayer. Lo constataba la estampa de la Rambla Nova de Tarragona, desierta; una imagen impensable en esta fecha. La principal arteria de la ciudad, que cada año se convierte en el epicentro de la fiesta del libro y la rosa, presentaba ayer una imagen atípica. Sólo algunas personas con mascarilla que hacían cola en el quiosco para comprar el periódico –«rosas no tenemos», advertía el quiosquero– rompían la enorme sensación de vacío, más palpable ayer que nunca. Nada que ver con el bullicio habitual que caracteriza el Día de Sant Jordi. Ayer no había aglomeraciones, ni autores firmando sus obras, ni ojos leyendo las contraportadas de los libros, ni manos que pasaran las páginas... ni stands, ni rosas, ni banderas, ni pancartas, ni dragones pintados... ni esos besos apasionados tan propios de una jornada que en Catalunya ha sustituido a San Valentín como Día de los Enamorados. La poca gente que había en la calle salía o regresaba de hacer la compra. Este año las iniciativas se han trasladado a las redes sociales, a la intimidad de las casas. Como mucho, algunos balcones que se resistían a renunciar completamente a la fiesta se vistieron con algunas rosas. Una pena, porque, a pesar de las ventas de libros y rosas a través de internet, lo que hace tan grande y tan especial la Diada de Sant Jordi es ver las calles llenas de gente y de color, pues es una fiesta que la ha construido la propia gente. Solo cabe esperar que este infierno pase pronto para salir a celebrar un Sant Jordi como la ocasión merece.
