El tacto del jaque mate en Reus
Jugar al ajedrez a ciegas fue el reto de la Semana de la ONCE en la ciudad, utilizando solamente las manos y la memoria

Jan y su padre, probando la experiencia de una partida sin ver, en la sede de la ONCE.
Con antifaces, relojes, piezas y tableros adaptados, y con un buen puñado de afiliados-jugadores dispuestos a ofrecer su mejor versión, la agencia de la ONCE en Reus lanzó la mañana de este 4 de junio, a quien quisiera aceptarlo, un desafío muy interesante: echar una partida de ajedrez a ciegas.
Los que se animaron a probar se toparon con los primeros retos mucho antes del comienzo. Y es que colocar el caballo o la torre sin verlos, solo con el tacto y la memoria, obligó a más de uno a emplear toda su paciencia. Luego, entre un movimiento y otro, la mayoría de adversarios acabaron charlando, pasándolo bien, y hasta hubo algún ajedrecista experto que se apiadó del novato ofreciéndole tablas pese a tener a su rey en jaque.
La directora de la ONCE en la ciudad, Arantxa Vallespí, les explicaba que «además de estar marcado en braille para situarse, el tablero tiene un desnivel y las casillas negras quedan más altas que las blancas para que, tocando, uno pueda notar cuál es» y «las piezas negras tienen un pequeño pivote encima y así, usando las manos, se pueden distinguir, y se introducen dentro de las casillas con un saliente de tal manera que al palparlas no se muevan del sitio». El reloj «lleva un auricular y nos va diciendo el tiempo de juego, el del jugador y el de su contrario, así que simulamos un reloj de videntes». Y el reglamento «permite tocar las piezas para comprobar dónde están y, cuando levantamos una, aquí también ocurre aquello de pieza tocada, pieza movida».
En la mente de un campeón
En una de las mesas esparcidas por la sede, Alberto Olivera y Sergio Valero se lo tomaban en serio. Olivera, que es miembro del equipo olímpico de la ONCE, campeón de España y de Catalunya, lleva ya más de 20 años dedicado al ajedrez.
«Al final, con la práctica, el tablero se interioriza en la mente y no necesitas casi tocar salvo cuando la partida está muy avanzada», apuntaba, y detallaba que «la partida se desarrolla siempre en dos tableros: si el jugador es vidente, él juega en su tablero de vidente; y si los dos son invidentes, cada uno juega en un tablero y transmitimos la jugada por medio de la voz, diciendo las coordenadas, y cada uno mueve blancas y negras en su tablero. Así, no metemos las cuatro manos y no nos molestamos ni nos tapamos». Para las personas que no ven, «el mayor problema es a nivel de estudio porque el acceso a la información suele ser difícil para nosotros» pero «al final, al ajedrez juegas calculando». «Yo soy un viciado, todos somos unos frikis», bromeaba.
Para Valero, la de hoy era la primera vez con el antifaz puesto y el balance fue muy positivo. «Está muy chulo, no conocía esto. Cuando iba a los torneos, me llamaba la atención y quería jugar con un ciego porque no sabía muy bien cómo funcionaba», expresaba, y recordaba que «estuve federado, estuve jugando hasta los 15 años, lo dejé y volví 22 años después con internet; ahora no estoy federado y juego a rachas». Contra Olivera, «estamos ahí peleándolo en el centro», apuntaba, entre risas, y su oponente le correspondía afirmando que «se nota que juega bien».
Un poco más allá, Jan y su padre también debutaban en esto del ajedrez a ciegas. «Es muy difícil pero entretenido», contaba, ilusionado, el joven, que avanzaba con Vallespí guiándole las manos.