Sociedad
El barrio de Sant Salvador de Tarragona despide a su librera de toda la vida
Carme Artells se jubila tras más de 30 años al frente de la única librería del barrio, que continuará con nuevas propietarias. Este sábado será la pregonera de las fiestas

Carme Artells delante del mostrador de la única librería del barrio.
Reconoce Carme Artells Crosa que, cuando la invitaron a pronunciar el pregón de las fiestas de Sant Salvador (el acto será este sábado dos de agosto a las 22 horas), se puso muy nerviosa imaginándose hablando delante de tanta gente. Al final, pese a todo, aceptó el reto porque le pareció la oportunidad de agradecer al barrio en el que ha trabajado una vida entera. «Me pareció un buen momento para hablar del comercio de proximidad como yo lo he vivido, porque creo que, si perdemos el comercio de barrio, perdemos la identidad».
Carme se jubiló hace unos días, después de más de 30 años al frente de la Llibreria Sant Salvador, la única del barrio. El negocio, no obstante, es más antiguo: lo abrió su suegra hace 58 años (momento en el que el barrio comenzaba a levantarse) cuando se enteró de que delante iban a construir una escuela. La buena noticia es que, pese a la jubilación, la librería continúa porque dos nuevas propietarias han tomado el relevo.
Esa era una de las obsesiones de Carme: que el negocio no se muriera, porque sabe lo importante que es que, sobre todo, los niños de un barrio tan alejado del centro como el suyo tengan dónde comprar el material escolar si les falta alguna cosa.
Por su librería ha visto pasar a varias generaciones de niños que iban a comprar libros de la escuela o las colecciones de cromos del momento, desde los típicos de fútbol hasta los de Son Goku.
Admite, no obstante, que la fiebre coleccionista bajó mucho después de la COVID y le está costando recuperarse.
No es lo único que ha cambiado; también se nota la presencia de las grandes superficies y de la compra por internet. Con todo, y pese a los cambios en los hábitos de consumo, han conseguido resistir, siempre adaptándose.
De hecho, al negocio de librería-papelería agregaron no hace mucho el de venta de lotería, y el año pasado vendieron el primer premio de la Primitiva, que constaba de 32,1 millones de euros. Carme lo celebró, junto a sus vecinos, como si hubiera sido ella misma la agraciada.
El olor del papel
Eso no quita, no obstante, que siempre han tenido una clientela fiel. «Hay personas que las ves y piensas: ‘¿Ese señor lee?’ Y resulta que sí, que lee, y mucho».
Y es que estos años en el corazón del barrio dan para romper muchos prejuicios. Ella también ha sido testigo de cómo la inmigración ha ido cambiando la conformación del barrio en los últimos años y se ha llevado tan bien con sus nuevos vecinos como con los de toda la vida. Cree que no hay que poner palos en las ruedas, sino avanzar todos juntos: «Si hay armonía, el barrio funciona; yo lo creo así», asegura.
A excepción del día de Sant Jordi, cuando parece que todo el mundo repentinamente recupera el interés por la lectura, los libros que más se venden son los infantiles.
Ella reconoce que lo que más le gusta son las novelas de intriga, «de esas que te enganchan y no te sueltan hasta el final; a mí la novela ñoña no me gusta». Esa es, justamente, una de las cosas que, reconoce, va a echar más de menos: poder tener entre manos las novedades literarias. Eso y el olor del papel: «¡Ay, el olor del papel!».