Sociedad
Del camerino al patio de butacas: la revolución accesible del Teatre Tarragona
Audiodescripción, subtítulos, recorridos táctiles... Asistimos a una función donde las personas con discapacidad visual y auditiva tienen todas las facilidades

Visita al camerino. Oriol Pla a la derecha. Es la oportunidad de quedarse con la voz del actor y tocar el vestuario.
Oriol Pla explica con todo detalle cómo es su personaje, el vestuario que llevará, el maquillaje, el peinado... Estamos en los camerinos del Teatre Tarragona y la sensación es la de estar asistiendo a un privilegio poco habitual. Pla –que hace tres semanas se convirtió en el primer actor español en ganar un premio Emmy– atiende a un grupo de personas ciegas mientras realiza el calentamiento previo a salir a escena para representar Gola ante un teatro abarrotado.
Dolors, que tiene baja visión, le dice que no se extrañe si en algún momento saca el móvil; no será, ni mucho menos, que no esté atenta, sino que lo usa como lupa. Después de tocar cada una de las piezas del vestuario, el grupo es acompañado al escenario, donde hace lo propio con todos los elementos de la escenografía. Una vez más, mientras tocan, hay quien describe los colores y el aspecto de cada pieza.
Así comienza una función accesible, una posibilidad que el teatro ofrece para algunos espectáculos. En el caso de la que vamos a ver, la cantidad de aspectos de accesibilidad es notable.
Acabada esta parte, donde las personas ciegas memorizan la voz de los personajes, viene la entrega del aparato de audiodescripción (del tamaño de la mano), con un audífono para una oreja.

Dispositivo a través del cual se puede escuchar la audiodescripción de lo que pasa en escena.
Durante la función entenderíamos por qué solo hay un audífono: de esa forma se pueden escuchar los diálogos o las risas del público y, a la vez, oír las descripciones de lo que está pasando. Hacemos la prueba de cerrar los ojos y escuchar las descripciones. La variedad de lenguaje para relatar lo que está pasando en escena es sorprendente: «Se agacha, se balancea, camina con pasos muy cortos…». Lo cierto es que la voz serena que está contándolo todo se encuentra en una habitación viendo la obra en circuito cerrado de televisión para narrar en directo lo que está pasando.
Subtítulos como en la tele

Visita al escenario. Al fondo: pantalla donde se ven los subtítulos para personas con problemas de audición.
Pero las adaptaciones no terminan aquí. Las personas con discapacidad auditiva pueden pedir un aparato, esta vez con los dos auriculares, para escuchar el sonido amplificado.
En el caso de quienes llevan prótesis auditivas o implantes cocleares, pueden pedir una especie de collar con el cual el sonido llega directamente a su dispositivo a través del bucle magnético.
Durante el espectáculo, además, se contaba con una pantalla en la cual se iban subtitulando no solo los diálogos, sino todo lo que se iba escuchando, como «música de guitarra flamenca». Esta labor también la va haciendo una persona en directo. Todas estas adaptaciones cuestan en torno a mil euros por espectáculo.

Se ha cambiado la cartelería y se ha incluido el braille.
Pero una sesión como esta es apenas una muestra de los esfuerzos que se están haciendo desde Cultura del Ajuntament de Tarragona por mejorar la accesibilidad de los espacios escénicos. El punto de inflexión ha sido contar con una referente –en este caso la técnica de producción cultural Mariona Prunera– que reconoce sentirse como una especie de Pepito Grillo.
Desde dentro, Prunera se fija en aspectos como, por ejemplo, conseguir que los programas tengan un tipo y tamaño de letra lo más legibles posible.
De puertas afuera, cualquier persona con discapacidad que quiere acudir a un espectáculo sabe que tiene a una persona, con nombre y apellido, a quien puede consultar sobre sus necesidades y hacerle sugerencias. De hecho, las personas ciegas con las que hemos asistido a la sesión quedan con ella para seguir evaluando cómo se puede mejorar. Es la manera de que la información llegue porque «el ayuntamiento es muy grande», admite Prunera.
Recientemente, además, se ha terminado todo un proceso de sustitución de 160 carteles del teatro siguiendo las recomendaciones de expertos en accesibilidad. Ahora son más entendibles, con letras negras sobre blanco y en braille. Lo mismo sucede con los pasamanos de las escaleras, que ahora indican en qué dirección se está yendo. También se han instalado bandas horizontales que permiten a las personas ciegas ubicarse mejor y percibir con más claridad los escalones, por ejemplo. Dichas actuaciones se han llevado a cabo con una subvención de la Generalitat (unos 47.000 € + IVA).

Mariona Prunera, a la izquierda, referente de accesibilidad de los teatros de la ciudad.
La tarea pendiente sigue siendo mejorar la zona para las personas en silla de ruedas, aunque de momento se están tomando medidas para hacer las cosas más fáciles a quienes las necesitan, como, por ejemplo, no sacar a la venta las localidades en cuestión más que para las personas en estas condiciones.
Prunera dice que la idea es que la accesibilidad esté presente cada vez que se planean obras en un teatro en la ciudad, como las del Metropol. Y también seguir mejorando lo que tenemos como el propio Teatre Tarragona y el Camp de Mart, pero siempre con criterio. «No podemos hacer Roma en un día», dice