Sociedad
Antes del neopreno: así se buceaba en Tarragona hace 70 años
La Societat d’Exploracions Submarines de Tarragona cumple siete décadas. Así fueron sus inicios, cuando no había neoprenos y los miembros del club hacían rescates donde nadie llegaba

Primeros cursos de buceo con escafandra autónoma en Tarragona.
Una de las primeras preguntas que viene a la cabeza cuando se sabe que la Societat d’Exploracions Submarines de Tarragona, SES, cumple 70 años es: ¿Cómo eran los equipos con los que se sumergían entonces? José Gálvez, a punto de cumplir 90 años, vocal de la junta y uno de los miembros más veteranos de la entidad, responde con naturalidad que al principio todo era simplemente «a pulmón».
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La entidad fue fundada en 1955 como una sección del Cineclub Cultural de Tarragona. Gálvez, que conoce el club desde que tenía 17 años, se ofrece a guiarnos por su historia.
En un principio, recuerda, el club surgió de la iniciativa de aficionados a la pesca submarina. Se reunían en el bar del antiguo faro del Port de Tarragona, los recuerda «contando sus batallitas. Si sacabas un pez así decías que era así...», relata entre risas mientras señala con las manos cómo se exageraba el tamaño de lo que habían pescado. Hay que decir, eso sí, que aunque la pesca fue la motivación inicial, hoy ya no hay sección de pesca en el club.

Curso de escafandra autónoma en los años 50.
Las escafandras autónomas (apenas la máscara, los tubos y las botellas a la espalda) llegaron más adelante y en el club se las ingeniaron para conseguir las primeras y organizar los primeros cursos para obtener la titulación oficial. Gálvez ha traído a la cita en las oficinas del club sus primeros carnés de buzo, recortes de periódico y hasta la factura de su primer equipo de buceo. Lo compró en 1968 y le costó 6.263 pesetas. Una pequeña fortuna.
Bucear antes del neopreno
Esa es, dicen Lluís Marqués y José Medina, también miembros de la junta que hoy preside Ana Belén Martín, una de las diferencias con la actualidad: el buceo no es cuestión de élites, «se ha democratizado», aseguran. Además, para hacer un curso de iniciación, como los que se organizan en el club, no hace falta tener equipo propio.

José Gálvez en la oficina del SES.
Los trajes de neopreno vendrían después. Gálvez cuenta que se sumergía con un jersey, un pantalón de pana y unos guantes de cuero. Recuerda que la parte más difícil era soltarse los botones de la ropa con los dedos entumecidos.
Desde el principio el club siempre ha presumido de su estrecha relación con la ciudad. Un ejemplo es la tradición de sacar la figura de Sant Magí, que yace en una cueva submarina entre las playas del Miracle y la Arrabassada, y volverla a colocar cada 19 de agosto. La primera figura se construyó con plomo de los cinturones de los socios del club.
Pero si algo recuerda Gálvez es la relación que tenían con los cuerpos de seguridad y de emergencias. Todo lo que pasaba debajo del agua era territorio suyo. En épocas en que, por ejemplo, los bomberos no tenían buceadores, eran ellos, los miembros del club, quienes voluntariamente ayudaban en todos los rescates.
Voluntarios para todo
Uno de los momentos que más recuerda Gálvez (que trae un recorte del Diario Español en su carpeta) es la tragedia del camping de Los Alfaques, que se saldó con 215 fallecidos en 1978. Después de las primeras asistencias a los heridos (el accidente lo originó un camión cisterna cargado de material inflamable), el Gobierno Civil pidió a los miembros del club peinar el mar en busca de víctimas. Todavía recuerda el escenario dantesco que encontraron.
En aquellos primeros años del club eran los únicos que se atrevían en territorio submarino. También los llamaban los pescadores cuando perdían algún arte o se les quedaban enredadas las redes.

Buzos preparándose para una inmersión en el Parque Subacuático esta semana.
Así pues, no es de extrañar que también fueran los primeros en descubrir todo el rico patrimonio arqueológico sumergido en nuestras costas. Entre otros hitos está, en 1963, el descubrimiento de un pecio romano en Roda de Barà. En 1968 el Museu Arqueològic abrió expresamente una sala para exponer los objetos recuperados.
El club también fue pionero en la incorporación de las mujeres al submarinismo. De hecho, María Teresa Guadaño fue la primera mujer española en bajar más de 60 metros y era miembro del club.
También fue invención de un miembro del club la primera cámara estanca que se utilizó para grabar imágenes submarinas que se emitieron en el NO-DO.
La Dragonera
Con el tiempo, el club fue evolucionando hacia un interés más lúdico-deportivo y. sobre todo, de conservación del medio ambiente y de apoyo a distintos proyectos científicos.

Ana Belén Martín bucea entre los restos de la popa de la ‘Dragonera’.
Un hito definitivo fue la inauguración, en 1995, del Parque Subacuático en el Port. El año anterior, en 1994, habían recolectado el dinero y conseguido los permisos para hundir en el lugar La Dragonera, un pecio que iba a ser desguazado. Desde entonces el SES se encarga, a través de una concesión, de la lámina de agua del parque. El año pasado fue ampliada a las tres hectáreas.
Se trata de un parque único en sus características y en el cual se pueden ver representadas más de 300 especies de organismos marinos. El año pasado pasaron por aquí más de 6.000 buceadores.
El club cuenta actualmente con unos 430 socios de ambos géneros y distintas edades. En este tiempo, recuerda Gálvez, ha habido de todo (incluido un momento en que estuvo a punto de desaparecer). Él ya no entra al agua, pero sigue buceando en los recortes de su carpeta.