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    Sant Pere i Sant Pau: 50 años de contracultura ‘underground’

    Reportaje. El barrio dispone de un peculiar ADN que se genera en el 72: el «orgullo picapiedra». Un distrito obrero que nace con aspiraciones de elegancia residencial

    23 octubre 2022 09:00 | Actualizado a 23 octubre 2022 09:11
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    Hemos podido ver en la plataforma YouTube el documental de Erik Anderson y Óscar Jordà Jo soc de Sant Pere i Sant Pau: 50 anys fent barri. Se trata de un híbrido entre el reportaje y la crónica, de montaje sencillo y eficaz, intercalando imágenes de archivo con registros para la ocasión. Se muestran las entidades de la comunidad, entre las que destacan el club de voleibol y la colla castellera. Quizás algo descompensado el minutaje de las intervenciones. En definitiva, un enfoque con cierta tendencia a la nostalgia de carácter oficial, sin pecar de lacrimógeno.

    El barrio, ya cincuentón y apacible, dispone de un peculiar ADN que se genera en el 72: el «orgullo picapiedra». Se trata de un distrito obrero que nace con aspiraciones de elegancia residencial. La propia estructura asociacionista, el cuidado minucioso de tanta zona verde ajardinada, la autogestión en régimen de cooperativa y la época histórica de prosperidad, mantienen una complacencia contagiosa, a pesar de que algunas procesiones acostumbran a ir por dentro.

    El motivo de este escrito no es otro que el de aportar algunas reflexiones relacionadas con los jóvenes de entonces y su actividad creativa. Una barriada que respira bienestar, con formato de ciudad dormitorio, piensa poco en espacios para la diversión de la juventud. Algo parecido continúa sucediendo medio siglo después.

    En 1980 un vecino del bloque San Bartolomé, Jesús Gutiérrez, ponía música desde su piso amplificando un par de bafles y tenía cada fin de semana una cincuentena de adolescentes bailando en la calle. La sesión concluía siempre con el «Adiós amigo» de Raffaela Carrá. Hubo un tiempo, breve, en que en el local de la actual Sociedad de Colombicultura se pinchaban vinilos –desde Tequila a Deep Purple o Led Zeppelin– en modo guateque.

    La etapa final de los setenta y todos los ochenta pedían información cultural alternativa. España salía de una especie de Edad Media en todos los sentidos. Como intento, no estuvieron mal las sesiones de cine organizadas por el PSUC, asientos de ladrillo y tablones en un local diminuto del bloque Santo Tomás. Bud Spencer y Terence Hill preludiaron, quizás, las venideras filmotecas con Pasolini o Martín Patino.

    Cabe decir que en el piso de Pascual Ortega se organizaban las reuniones de la célula del PSUC del grupo universitario. La biblioteca de Pascual, dicen, era estupenda.

    Iris, Krater o Siuma fueron locales pioneros en la difusión del rock en el barrio

    Una barriada que respira bienestar no tiene enemigos visibles, no necesita una respuesta reivindicativa, una protesta o una queja. Acude en el 84 a ver a los Lone Star teloneando a El Fary. Algo es algo. La comodidad de ser dominados / nos lleva al silencio, cantaba ya Evaristo Páramos.

    La contracultura, en toda España, no cesaba de abrir puertas a espacios de libertad creadora: cine, teatro, música, fotografía, artes plásticas, literatura, radio e incluso televisión. Desde Fotogramas a Ajoblanco. De García-Alix a Sebastiao Salgado. De Els Joglars a Pepe Rubianes y a La Cuadra. De Pilar Miró a Abel Ferrara. De Javier Krahe a Pau Riba. De Neil Young a Lou Reed o a David Bowie. De Leopoldo María Panero a Nick Cave. De Radio 3 a José Luis Moreno Ruiz o a Jesús Quintero. De José Luis Fradejas (Aplauso), Paloma Chamorro (La edad de oro) y Lolo Rico (La bola de cristal) a Àngel Casas (Musical Exprés).

    Los elementos difusores de una contracultura en los barrios pasan por locales donde la juventud, algo marginal, alterna, y por entidades como son las emisoras de radio. Así, desde 1986 Ràdio SP i SP, en el 101.0 de la FM, representó un papel considerable en la transmisión de ciertos cambios en la percepción de la cultura de proximidad.

    Otros elementos difusores de la filosofía underground fueron los locales donde se escuchaba música poco comercial. El pionero Iris, de Miguel Royo, mostraba un especial interés por el rock sinfónico de Pink Floyd, Supertramp, o Alan Parsons. Jordi Llagostera fundó Krater, cercano al Heavy Metal. Siuma fue una idea de Pedro Cruces: el rock en español tuvo un espacio importante. Picasso fue fugaz, con un estilo norteño, para dar noticia del rock radical vasco. Rolling lo abrieron Hugo García y Rogelio ‘Kely’ Soler, con formación contrastada para pinchar R&R y R&B de calidad.

    Pero todo esto no es suficiente para que se genere una respuesta cultural verdaderamente activa. El consumo pasivo es una cosa y el decidirse a «hacer algo, a crear», es otra. Un activista incansable, un caso insólito, en este sentido es Hugo García, incondicional de Dr. Feelgood y aún en activo con los sesenta cumplidos, con capacidad y valor para iniciar multitud de proyectos vinculados al rock desde el 78 (Thao, Bronze, Chanel, Menos lobos, Lobosónica, ZinK, Feelgood Van). Quiere el azar o la genética que su hija (LABI) se halle emprendiendo una prometedora carrera con un proyecto inmerso en las diferentes variantes de los ritmos rap.

    El hecho de que un músico ejemplar como fuera Tony Urbano, al regresar de su experiencia madrileña (Coz, Leño, Zero), conocido y respetadísimo en el panorama nacional, decidiera vivir en el barrio, pudo haber resultado un incentivo manifiesto.

    Así, una barriada que respira bienestar consigue disponer de un grupo de rock que quizás la represente. Otra oportunidad para defender el «orgullo picapiedra», como en el voleibol, como en la colla. A mediados de los ochenta se empiezan a ver formaciones como Viuda Negra (Tarragona), Flor de Lis (Bonavista), Prole (Torreforta). De este caldo de cultivo nacería la estable Números rojos (Torreforta), sin duda el grupo que más éxitos obtuvo. Hugo García mantuvo el tipo con Bronze, quizás su banda más emblemática.

    Manifestaciones artísticas

    Una barriada que respira bienestar fue dando a la música, con los años, formaciones como Chicanos, de Damián Ruiz. Y, quizás, el ejemplo que responde más a la idea de contracultura fue el proyecto The Juan Zarppa’s experience, a finales ya de los 90, de manos de Miguel Zanón, un entonces joven de inusitado talento que había instalado su estudio de grabación en el bloque Santiago: letras satíricas, entre la denuncia y el humor, con unas ideas de composición musical altamente creativas.

    Y así la música rock. ¿Otras facetas contraculturales en SP i SP durante los 80 y los 90? No las conocemos: ni publicaciones como fanzines o revistas, ni grupos culturales, ni salas de exposiciones. Si pudo considerarse underground cultivar un género como la poesía, sería digno mencionar a los autores y vecinos Rafael Gómez Muñoz (La anchura de los puentes) o al maestro Julio Quílez (Poemas del viajero), que consiguieron publicar sus obras ya en los 2000, ambas en Silva Editorial.

    El perfil de la barriada va encajando por sí solo: ciudad dormitorio sin infraestructuras en los primeros momentos para ver nacer proyectos culturales: compañías de teatro, talleres de fotografía o video, artes plásticas, cursos ajenos a la enseñanza reglada.

    A todo aquel que dispusiere de inquietudes, no le quedaba más opción que salir del barrio y formar parte de otros colectivos. Así, el actual dramaturgo, director, actor y docente de teatro Vicente Cañón. Se formó en la Escola Municipal d’Art Dramàtic Josep Yxart (EMAD), a principios de los ochenta. Su trabajo ha sido premiado con galardones, tanto como actor, como director o como dramaturgo. Su labor pedagógica, incansable, dirigida a la edad infantil o juvenil, le ha llevado a ser persona grata y ampliamente conocida, tanto en los colegios como en el teatro para adultos. Desde finales de los ochenta hasta principios de los noventa perteneció a la compañía Espai de troc, formada por personal ajeno al distrito, que disponía de un local de ensayo en el bloque San Tadeo.

    En 1980 un vecino ponía música desde su piso y cincuenta adolescentes bailaban en la calle

    Tuvo el barrio la suerte de contar a finales de los setenta y primeros ochenta, con la presencia del artista visual y poeta Marcel Pey. Quizás con el mayor espíritu velvet underground de cuantos han vivido. Se trata de un artista conceptual de nombre y reconocimiento internacional. Artista plástico, de inspiración Pop Art y contracultura norteamericana. Creador de cine, video, poesía visual, montajes y collages fotográficos. Del Súper 8 al Polaroid, por resumir grosso modo. En SP i SP mantuvo un estudio donde albergaba la montadora de video, la biblioteca y la amplia colección de discos.

    En los noventa, el prestigioso Rufino Mesa y Assumpta Rosés fueron vecinos de la comunidad. Esta estancia representó el embrión de lo que a la larga sería el proyecto La Comella, un espacio donde las artes vinculadas con la piedra (escultura, arquitectura) se asocian con su dimensión espiritual. Espacio cerca del barrio donde la energía y la respiración de la naturaleza conviven con el tratamiento artístico del entorno.

    Nos alegró volver a ver en el reportaje al primer director del colegio, Diego López, don Diego. Pone el dedo en la llaga del actual sistema educativo: la burocracia ahoga al profesional de la enseñanza y anula la pedagogía.

    Quizás se haya echado en falta en el documental alguna referencia a la perspectiva del personal sanitario, pues desde 1992 el CAP es una entidad que forma parte considerable del día a día. Tampoco se aprecia la voz de los jóvenes. Hace veinticinco años que un instituto de secundaria se encarga de la formación de los adolescentes entre los 12 y los 18 años. Nos hubiera gustado comprobar el contraste entre el ayer y el ahora. Jóvenes que manifiestan con cierto nihilismo la falta de espacios para su diversión: salas de baile, cine, locales de socialización estimulantes. Quizás el bienestar y el optimismo del 72 ya no sean las características dominantes.

    ¿Cuál es la respuesta de los jóvenes ante la felicidad o ante la insatisfacción de los tiempos o de la edad? ¿Su actitud ante el descontento o ante el aburrimiento, que es, quizás, peor? ¿Cuáles son sus metas y cómo valoran el camino que conduce a las mismas? ¿Cómo afrontan la idea futura de la formación, los estudios superiores, el mundo laboral, las condiciones o los sueldos? Son el porvenir. Su voz es importante.

    El ser humano –hecho de polvo y tiempo, que dejó dicho J.L. Borges– anda con su nada, solitario y ausente, por fin, de la pauta de los dioses.

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