«Sufrimos acoso callejero día sí y día también»

Unas 2.000 personas se manifestaron en Tarragona en la concentración unitaria del 8-M, que puso el broche a decenas de actos y protestó contra el sistema «patriarcal y capitalista»

09 marzo 2022 09:10 | Actualizado a 09 marzo 2022 11:23
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Protesta Ana en la Plaça Imperial Tarraco, en el inicio de la manifestación del 8-M, por esos ocho años de violencia machista, física y psicológica, que ha sufrido; también María, por aquel coche que la siguió por la calle y la atosigó, o por aquel otro día, en el bus, cuando alguien a su lado empezó a masturbarse. Camina por Rambla Nova Melyssa Cosialls, mujer trans, para denunciar el miedo que padece por la noche cada vez que sale y los comentarios desde los vehículos que pitan. Irene Muñoz, una joven en Ramón y Cajal, apunta una afrenta muy compartida, acaso como síntoma del sustrato machista que perdura pese a los avances: «Sufrimos acoso callejero día sí y día también». Casi cada testimonio de las 2.000 personas que participan en al acto unitario en el Camp de Tarragona del 8-M refleja algún agravio en las propias carnes, algún episodio vivido en primera persona.

Olga y Marina, de la plataforma 8-M, centran el frente: «Estamos en un sistema patriarcal y capitalista que no nos deja vivir con dignidad. Y nos afecta a todos, independientemente de la sexualidad o el género. Salimos para luchar por el derecho de las mujeres pero también de todo el mundo». «Hoy me han felicitado, pero no sé por qué, es un día de reivindicación, no de fiesta», dice Soraya, en la Imperial, donde arranca una marcha que cita a personas de todas las edades, con un peso importante de la juventud y de la adolescencia.

Toca vencer el frío y la lluvia en un día desapacible –aunque momentos antes hubiera salido el arco iris–, que pone a prueba el sentir feminista en tiempos de normalización y convivencia con la pandemia. «Queremos que los planes de igualdad sean reales», añade Soraya, y menciona esa sensación en la que la concienciación avanza y progresa pero no parece reflejarse siempre en el día a día. Lídia Moreno ha venido desde Vila-seca para sumarse: «Aún en el siglo XXI es necesario que las mujeres estemos juntas y unidas, todavía hay muchos objetivos por alcanzar a nivel laboral, jurídico y económico. Además, esta sociedad es cada vez más heterogénea, así que también salimos por las recién llegadas, ellas también tienen que conseguir cosas».

El movimiento se aferra a las batallas de toda la vida, desde la brecha salarial a la violencia machista, pero también a los pilares culturales de la discriminación, como explica Lídia: «A nivel biológico, si quieres formar una familia, está claro que el papel de la mujer es más importante a la hora de criar. Volver al trabajo, recuperar tu labor, tu posición… es mucho más complicado, cuando debería ser mitad y mitad».

Hay conciencia de que se ha progresado pero también de que el camino se antoja todavía largo. Lo dice el lema de la manifestación (‘molt per defensar, molt per avançar’) pero también Lídia: «Se avanza, se retrocede. No hay una continuidad, no es lineal. En la historia siempre repetimos muchos errores del pasado. Hay que seguir luchando para estar alerta».

Empoderamiento y reivindicación

Nutren la marcha lemas clásicos de las manifestaciones, que alientan a la revolución femenina y al empoderamiento: ‘No seré libre hasta que no lo seamos todas’, ‘Sense les dones no hi ha revolució’. Otro eslogan puramente informativo sirve para una pancarta: «Cada minuto se denuncia una violación en España». También es recurrente la mención costumbrista, casi de sitcom («Manolo, esta noche la cena te la haces solo») y esa reivindicación de la libertad femenina que a estas alturas todavía hay que reclamarla: ‘Quiero volver a casa borracha o sola’. La transversalidad del movimiento acaba con la crítica al sistema capitalista y también se ven algunas pancartas solidarizadas contra la guerra de Ucrania.

Y luego hay casos, muchos casos. Como los de Natasha y María, testigos de desigualdades en sus puestos de trabajo: «Veías a mujeres que sabían mucho más en sus puestos, que llevaban más tiempo, pero hacían jefes a los hombres, que habían llegado más tarde y sabían menos». Como el de Claudia Chicano: «Está normalizado el acoso callejero. Te llaman guapa y no tiene por qué ser así». Como el de la propia Melyssa: «No quiero el piropo de nadie y menos si no le conozco». Con ese objetivo, la pancarta más ilustrativa de todas dice: ‘No me llamo guapa’. Maria Rodríguez, Maria Casanova e Irene Muñoz acuden juntas. «Hay que venir a gritar por las que no están. Hace años esto no era así», cuenta Irene.

A veces la brecha de género no es cuestión de cifras ni de estadísticas. «Vivimos en un sistema patriarcal, la discriminación es estructural. Por el hecho de ser mujeres muchas cosas se nos cuestionan, se ha avanzado pero queda mucho», dice Maria Casanova. «Todavía es necesario salir cada 8 de marzo, por las que no pueden hacerlo o no han podido», añade Maria Rodríguez.

El ambiente es festivo. Un punto álgido es el despliegue de una gran pancarta cuando los asistentes se adentran en la Plaça de la Font, punto final de una manifestación que supone el broche a un día intenso con decenas de actos en la provincia. Melyssa acaba la marcha con orgullo, como todos los presentes. «Sobre todo el problema es en la noche, por los comentarios que te sueltan cuando vas por la calle. Gente que no conozco de nada me ha insultado y eso duele. Y mis padres sufren», cuenta ella, que añade: «No tengo que tener cuidado por cómo voy vestida, tiene que tener cuidado el que me molesta. Yo tengo que ser feliz y libre pero hay personas que no te dejan. Soy una mujer como cualquier otra y estoy orgullosa de estar aquí y de luchar por mis derechos, por no tener miedo a ser quien soy, por poder ir sola por la calle».

La comitiva llega ante la puerta del Ayuntamiento, hay música en directo, parlamentos, corros y más celebraciones. Ha habido una pandemia pero el movimiento del 8-M sigue en forma. La Covid-19 no ha acabado, pero tampoco la lucha de la mujer por la igualdad.

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