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    Tarragona bate su récord del precio del alquiler

    El fin del teletrabajo y la vuelta de alquileres vacacionales merman la oferta y suben precios, que crecen el doble que los salarios. Tarragona capital, en máximos de la serie histórica

    18 mayo 2022 20:17 | Actualizado a 19 mayo 2022 14:00
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    «El mismo piso que alquilé hace tres años por 275 euros ahora vale 450. Y acabo de alquilar un piso que es cuarta planta sin ascensor por 450 euros en Tarragona. Los precios han subido una barbaridad y lo siguen haciendo», explica un agente inmobiliario.

    Tres estudios recientes radiografían los incrementos de precios del alquiler en los últimos meses. Un informe de la plataforma Idealista sitúa a Tarragona entre las 18 capitales de provincia que han batido el récord de la serie histórica en las tarifas del arrendamiento. El metro cuadrado se situó en abril en 8,7 euros al mes, un 4,6% más que en el mes anterior y un 3,1% más que hace un año.

    Ese aumento se queda por debajo de lo que está aumentando el IPC general en la provincia (un 8,9% debido sobre todo a la energía) pero supera con creces el alza de los sueldos. Los salarios (y solo los que están bajo convenio) han crecido un 1,66% hasta abril en Tarragona, lo que arroja una proporción dolorosa para el inquilino, ya que en el último año el coste del arrendamiento ha crecido el doble que el salario.

    La inflación impacta pero también lo hace una casuística que sigue cronificada. «Hay mucha demanda y no hay oferta. Los propietarios lo saben y por eso suelen poner estos precios abusivos», explica un agente inmobiliario. El portal Fotocasa, en un índice inmobiliario que dio a conocer ayer, sitúa el precio medio en Tarragona en 8,95 euros el metro al mes y coloca el incremento provincial en un 4,9%. «Continúa la escalada de precios en Catalunya, que ya detectamos a principios de año, aunque cada vez se hace más sólida y es de mayor envergadura, hasta alcanzar una fuerte subida en el mes de abril que hace que se sitúe a tan solo 56 céntimos de volver a alcanzar precios máximos. El mes de abril marca un punto de inflexión en la evolución histórica del coste del alquiler», explica María Matos, directora de estudios y portavoz de Fotocasa.

    Ella también coincide en una de las causas. «Las razones de este gran cambio podrían deberse a la inflación, y también al descenso de la oferta, que se ha reducido de manera muy importante en los últimos meses. Este aspecto hace todavía más difícil el acceso a la vivienda, ya que cada vez hay menos stock y presentan precios más altos», explica Matos.

    Alquiler turístico en Ponent

    Después de dos años con un enorme socavón turístico, el resurgimiento del sector puede tener un efecto contraproducente en la vivienda. «Hay muchos dueños que prefieren un alquiler vacacional porque les sale más a cuenta, es más rentable. Eso está haciendo mucho daño, porque son plazas de alquiler residencial que se están perdiendo, baja la oferta disponible y suben los precios. Hemos llegado a ver que eso pasa incluso en los barrios de Ponent, lejos de cualquier zona turística», explica un agente.

    El estudio de Fotocasa pone un ejemplo: en un año entrar en una casa de 80 metros cuadrados en Tarragona ha pasado de costar 641 euros a 674. Son 33 euros más al mes. Es una diferencia de 400 euros más al cabo del año.

    Ferran Font, director de estudios de Pisos.com, admite que en lugares como Tarragona «durante el año pasado se vieron crecimientos bastante moderados que ahora se han acelerado» y lo atribuye a las «consecuencias de la normalización» en este escenario posterior a lo más duro de la Covid-19: «No solo se ha reactivado la economía, sino los trabajos en sí mismos, lo que combinado con la menor implementación del teletrabajo ha hecho que se reactive la búsqueda de inmuebles».

    Cuando se prefiere vender

    Para Font, también es decisiva «que aquella oferta vacacional que se fue al residencial» ha hecho ahora el viaje de vuelta, en busca de una mayor rentabilidad. Pero a ese caldo de cultivo contribuye también un creciente recelo de los arrendadores. «Los pequeños propietarios, que son un porcentaje elevadísimo, alrededor del 90% de todo el parque del alquiler, también están viendo que no existe un marco de confianza. Por eso vemos que la oferta en algunos sitios ha disminuido entre un 20 y un 30%, y hay poco stock. Es una situación de poca previsibilidad, de cierta indefensión, en la que poco menos que el propietario se sienten demonizado, y al final opta por vender en lugar de alquilar».

    Manuel Sosa, abogado en Tarragona y experto inmobiliario, también ha notado esa tendencia: «Ahora para alquilar hay muchas reservas. Cada vez se es más consciente de las dificultades, de las malas experiencias cuando un inquilino te sale difícil. A veces hay la impresión de que alquilar un piso es una lotería. De ahí que se pidan muchas garantías y de que en algunos casos se opte por vender, a pesar de que arrendar da mucha rentabilidad».

    La ecuación es simple, pura economía de mercado: a menos oferta, cuotas más altas. «Este aumento de los precios no va acompañado de una subida de los salarios, así que cada vez habrá más familias a las que les costará más pagar y que tendrán que destinar un porcentaje más elevado de sus ingresos a la renta de su vivienda», indica Font desde Pisos.com.

    La puntilla del IPC

    A todo esto, el endiablado desboque de los precios del IPC puede dar la puntilla, a pesar del tope del 2% en la revalorización de contratos instaurado por el Gobierno hasta junio. «Es una medida con los efectos muy limitados. Afecta solo a los contratos que se tienen que regularizar pero no a los nuevos que se hacen o a las ofertas que salen al mercado. Y de todas formas, la gran mayoría de propietarios ya no regularizaban con un 6 o un 8%, que son los porcentajes del IPC, porque eso suponía comprometer mucho al inquilino», reconoce Font.

    Este encarecimiento abre el melón de otro tema: ¿es necesaria la construcción de más pisos, teniendo en cuenta que hay una cierta cantidad de inmuebles vacíos que podrían satisfacer esa necesidad? Un estudio elaborado por la cátedra Habitatge i Futur de la UPC y la Associació de Promotors de Catalunya (APCE) sostiene que Tarragona provincia necesita entre 3.000 y 9.000 viviendas nuevas para cubrir la demanda. El informe expone que la mayor parte de bolsas vacías son stocks en zonas de baja demanda, fruto de una mala planificación durante la burbuja. «La gran mayoría de pisos vacíos lo siguen estando con el paso de los años, porque o están muy mal ubicados o no tienen las condiciones mínimas, como infraestructuras de transporte. No están en lugares de demanda, por supuesto ni en Tarragona capital pero tampoco en ciudades como Salou», define Ferran Font. El sector de la construcción recalca que las nuevas edificaciones se venden con rapidez y reclama a la administración políticas urbanísticas que permitan la generación de nuevo suelo para producir.

    Un informe del Ministerio de Transportes, Movilidad y Agenda Urbana arroja algo de luz a ese remanente. Un estudio establecía que en la provincia quedaban 11.578 viviendas nuevas sin vender a finales de 2020, el 2,16% del total. La cifra se redujo un 0,35% respecto a 2019 y se ha ido rebajando progresivamente en la última década. En 2011 ese stock era de 15.739 inmuebles.

    Poco a poco se ha ido dando salida a una tipología de vivienda que, en general, se construyó durante la primera década de los 2000. Se estima que una buena parte de esos más de 11.000 pisos y casas que no encuentran comprador es un producto difícilmente vendible, mal ubicado y con carencias, rémora del boom del ladrillo. Son, por tanto, casas que engrosan la estadística de pisos vacíos pero en las que nadie quiere vivir.

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