Escapadas
De ruta por Tarragona: Entre dos fuegos
Seguimos los pasos de la Cova dels Patacons hasta La Mussara, un
pueblo convertido en un improvisado anfiteatro de operaciones, cuyos
vecinos vivieron, en los años 40, entre la espada y la pared

La Cova dels Patacons.
“Tan guapa y tan dulce que eres, vida mía, y haber de llevar una vida tan arrastrada. Si quieres vivir conmigo, Carmeta, ruego a Dios que esto se acabe pronto, porque mi vida está harta de padecer”. Esta era la carta que llevaba encima Miquel Pàmides Òdena, uno de los integrantes de Els Patacons, cuando fue abatido en la Muntanya de la Vila (Valls) el 23 de agosto de 1941, apenas un mes después de que la partida fuera sorprendida en un campo de avellanos de Vila-seca, donde la Guardia Civil abatió a uno de sus hermanos y encarceló al otro, de acuerdo con el documental Maquis a les Muntanyes de Prades. Tras aquel golpe, Ramon Roig Recasens —el pare patacó— y sus hijos, Fernando y Ramon, dejaron el llano en busca del refugio de la montaña, ocultándose en la Cova Llonga, que desde entonces sería conocida como la Cova dels Patacons. En la ruta de esta semana, seguimos sus pasos hasta La Mussara, el pueblo convertido en un improvisado anfiteatro de operaciones, cuyos vecinos vivieron, en los años cuarenta, entre la espada y la pared.
Datos de la ruta
- Distancia: 12,12 kilómetros
- Desnivel positivo: 667 metros
- Dificultad física: Exigente
- Duración: ±5 horas
Instrucciones de la ruta
Seguimos su pista desde Vilaplana, el municipio donde serán encarcelados algunos vecinos acusados de colaborar con la partida. Estacionamos en el pàrking del dipòsit y emprendemos la ruta por el Carrer Sant Isidre. El recorrido, de dureza física exigente, nos obligará a lidiar con pendientes pronunciadas, trepadas y tramos expuestos al vacío, concentrándose las dificultades cerca de la Font del Roure.

Uno de los saltos de agua de Les Tosques.
Tan pronto llegamos a la fuente, ascendemos hasta la Cova dels Patacons a través del Grau de Latrencanous, equipado con un cable de vida del que podemos ayudarnos. Cruzamos la cavidad y seguimos el camino, ahora de ascenso, para alcanzar un llano presidido por las características antenas que divisamos desde el camp. A continuación, descendemos hasta la Font del Roure a fin de regresar al cruce donde nos hemos desviado para tomar el grau. En esta ocasión, sin embargo, continuamos por el Camí de les Cingles, entre el risco y el bosque, hasta el Pla de Les Tosques. Llegados a este punto, regresamos al punto de inicio, Vilaplana, por el Camí de les Tosques.

Placa instalada en la cueva.
Entre la espada y la pared
La Mussara, de igual forma que otros pueblos de montaña, como Paüls (Baix Ebre), se convirtió en escenario de las acciones guerrilleras. Los vecinos, por el simple hecho de vivir en las Muntanyes de Prades, eran considerados posibles colaboradores de Els Patacons, anulándose así su presunción de inocencia. En el caso de que nos ocupa, se creía que los mussarencs podían sostenerlos de forma pasiva, ignorando su presencia, o activa, facilitándoles financiación, suministros e información.

Vista de las antenas de La Mussara.
El régimen era consciente de que, para acabar con las partidas, era necesario asfixiar a quienes pudieran sostener aquellos que tildaba de huidos o bandoleros. Así las cosas, los vecinos de La Mussara sufrían el acoso de Els Patacons, en forma de amenazas y robos, y la represión de la Guardia Civil, de la que Anton Agustench, uno de sus últimos vecinos, recuerda que “van abusar de la situació i tot seguit van obligar-nos a entregar una determinada quantitat de pa, cosa que féiem per torn; pagaven el preu que ells volien i el més greu de tot era que moltes famílies el tenien just o més aviat els en faltava per poder pasar l’anyada”.

Cabras en las inmediaciones del bosque.
Un grito en la noche
El 8 de agosto de 1944, meses después de que se produjera el asesinato de Pere Juncosa en el mas de la Barba (Siurana), el caporal del destacamento acantonado en La Mussara –he aquí una de las prácticas de control social implementadas– avisó al Juez de Paz del pueblo, Ambròs Agustench, de que salían a realizar una diligencia de cuyo propósito no informaron. A la una de la madrugada, tras rodearlo previamente, tocaron la puerta del mas d’en Grau. Entonces, Francesca Cabré alertó a Fernando Roig Suñer, con quien mantenía una relación, gritando: «fills meus, estem envoltats de guàrdia civil!». Aunque hay diferentes versiones de lo que se produjo a continuación, el hijo del pare patacó trató de huir usando su revolver, pero acabó siendo reducido.
El último refugio
Si hubo un día en que Els Patacons buscaron la protección de la montaña, donde vivieron impunemente algún tiempo, la detención de Fernando y la presión ejercida por el régimen tras los asesinatos cometidos 1945 hicieron que la partida regresara al llano, concretamente, a la Caseta del Llamp. A Ramon Roig Recasens y a su hijo Ramon se les unirá un nuevo integrante, José Martí Menéndez, el Capità Pipes, un miembro del ejército republicano. De nada servirá la incorporación de dicho guerrillero: el 26 de enero de 1945, la Guardia Civil rodeó el inmueble, desencadenándose una serie de acontecimientos que supondrá o la muerte o la detención de la partida.