Encuentros
El arte en el centro del relato literario
El arte es fuente de inspiración para novelas y relatos; aquí un breve repaso a algunas ficciones recientes que tienen a artistas como protagonistas

La relación entre arte y literatura, o entre arte y ficción, es de lo más fecunda
La relación entre arte y literatura, o entre arte y ficción, es de lo más fecunda: relatos sobre cuadros reales, vidas de pintores noveladas, peripecias tras el caballete con inspiración real, podríamos decir. Se vienen a la cabeza un buen puñado de ejemplos: Artemisia, de Anna Banti, a El vestido azul, de Michèle Desbordes, El affaire Arnolfini, de Jean-Philippe Postel, o El vestido blanco, de Nathalie Léger, entre otros.

'El vestido blanco' de
Nathalie Léger
Editorial sexto piso
Dentro de las ficciones con cuadro, es imposible saltarse El retrato de Dorian Gray, de Oscar Wilde, aunque el tema no es tanto el arte como la vanidad y el deseo de impedir las huellas del paso del tiempo.

'El retrato de Dorian Gray' de Oscar Wilde
Editorial Espasa
Sobre una artista ficticia, X, escribió Catherine Lacey en Biografía de X, John Berger inventó un artista húngaro en Un pintor de hoy y la gente creyó que se trataba de un pintor real. En El mundo deslumbrante, Siri Hustvedt creó una artista que bebía de Louise Bourgeoise, a quien esta misma temporada ha dedicado dos libros la escritora Sara Herrera Peralta, uno es un ensayo, Me fui como una tormenta (Consonni), y el otro, un poemario, El piar de los pájaros y el goteo del agua que cae del techo (La Bella Varsovia). La protagonista y narradora de A cuatro patas (Random House), última novela de Miranda July, es una artista multidisciplinar en plena crisis creativa, luego vital, que querría tener una idea para un nuevo proyecto.

'Biografía de X' de Catherine Lacey
Alfaguara
En Piña, Gonzalo Maier (Talcahuano, 1981) inventa a Horacio Piña, artista contemporáneo chileno residente en Berlín, que cumple todos y cada uno de los tópicos sobre un tipo concreto de artista contemporáneo, un poco paródico: su talento artístico es cuestionable, su talento para promocionarse está fuera de toda duda. Piña es más artista conceptual que otra cosa, o sea, más de discurso que de obras. Su técnica más depurada es la de solicitar y conseguir becas, ayudas, residencias: “En la práctica, ser artista contemporáneo no era la culminación de una vocación romántica y artesanal, sino un trabajo con burocracia y una precariedad que nunca sospechó, pero él no se lo cuestionaba demasiado porque intentaba estar a la altura de sus ambiciones”.

'Piña' de Gonzalo Maier
Random House
La novela, que se ríe mucho de la vanidad y de las trampas que todo el mundo conoce y hace, es también una novela de fantasmas: la crítica de arte más importante de Chile y que, recordemos, solo escribió de Piña una vez y no fue precisamente a favor, muere. Piña es el único que no rinde homenajes a la muerta por la razón que podemos intuir y es también el único al que se le aparece el fantasma de la crítica, con quien tiene incluso alguna conversación. Piña acaba de ser publicado en España en un volumen, Una mano invisible (Random House), que se completa con otra novela, Mal de altura.

'El mundo deslumbrante' de Siri Hustvedt
Anagrama
Sin pertenecer a esa tradición de libros sobre becas, Piña me hizo pensar en La novela luminosa de Levrero, que es una especie de díptico. Levrero obtiene una beca Guggenheim para escribir una novela, que a su vez retoma un proyecto de novela empezado años antes, y se pasa trescientas páginas contando cómo no escribe esa novela en los diarios para luego presentar La novela luminosa al final, en las últimas cien páginas. En los diarios, Levrero habla de los de Rosa Chacel, que también obtuvo una Guggenheim y también hablaba de la imposibilidad de escribir. También Hasta aquí todo va bien (Candaya), el debut narrativo de Estela Sanchís, se abre con una artista en una residencia artística. En Spain (Los tres editores), Caren Beilin inventaba el nombre del pueblo del sur de España donde estaba la residencia de escritores a la que acudía la protagonista. Los libros de residencia son casi un género, a veces son un peaje por la estancia, lo que no significa que para todos los escritores sean un trámite.

'Hasta aquí todo va bien' de Estela Sanchís
Editorial Candaya
Volviendo a las ficciones sobre becas de artista, la escritora estadounidense Deborah Eisenberg tiene una, “Tu pato es mi pato”, que aparece en el volumen Taj Mahal de Chai editora. Es un cuento sobre una pintora a la que un matrimonio rico invita a una de sus casas en un país en vías de desarrollo; es una especie de residencia artística pero sin formalizar. El matrimonio conoce a la pintora porque el exnovio de la artista vendió le vendió uno de los cuadros que ella le había regalado. Va de eso, sí, y también de lo que sucede una vez que llega allí la pintora, también de los otros residentes, como un titiritero más bien consciente de su fatuidad.
En parte, podríamos leer todas estas ficciones como reescrituras o reelaboraciones del cuento chino que recoge Italo Calvino en Seis propuestas para el próximo milenio, sobre el emperador que le encarga al filósofo y también pintor Chuang Tzu que pinte el cangrejo más bello del mundo. Tzu acepta, pide cinco años y doce sirvientes. Pasado el tiempo, pide otros cinco años, tras los cuales el emperador reclama su cangrejo y como no está, manda llamar al vergudo. Entonces, Tzu, con un solo gesto, dibujó un cangrejo perfecto y hermoso.