Literatura
Miguel Dalmau: «Los muertos no desaparecen de la vida porque los enterremos»
El escritor reflexiona sobre el dolor, la pérdida y el trauma en el thriller ‘Las cenizas de Berta’

Miguel Dalmau.
Presentada en forma de thriller, la última novela de Miguel Dalmau, Las cenizas de Berta (Galaxia Gutenberg), es una reflexión sobre la pérdida, el trauma y el dolor con la que se llevó el Premio Ciudad de Barbastro 2025. En ella, el arquitecto Julio Denis se dispone a arrojar al Guadalquivir las cenizas de su mujer fallecida, cuando cree ver un asesinato en la orilla de Doñana. Sin embargo, no está seguro. A partir de aquí, Dalmau plantea dilemas morales y la gran pregunta, ¿qué haríamos por recuperar nuestros días más felices? ¿Hasta dónde estaríamos dispuestos a llegar?
Es un thriller a fuego lento.
Una de las cosas que no me entusiasman de la novela en general y, sobre todo, del género es lo que ahora está de moda, que en un corto espacio de tiempo se producen 200 crímenes, descuartizamientos... Estos efectismos no me gustan demasiado. Parece que hoy en día nuestra sensibilidad, la del lector contemporáneo necesita imperativamente emociones muy fuertes para reclamar la atención. Pero a mí me interesa otra cosa. Creo que hay que volver a un territorio donde todo sea un poquito como es la vida real. Te quedas viudo o viuda, pierdes a una pareja o te echan del curro. Eventualidades que felizmente no están marcadas con violencia extrema.
¿Por qué le cuesta tanto a Julio Denis desprenderse de las cenizas de Berta?
Si normalmente se considera que un duelo puede ser de un año, incluso de dos, en el caso de la novela es mucho menos. Apenas es un invierno, unos meses. Pero viene a simbolizar la dificultad de cerrar capítulos. Los muertos no desaparecen de la vida porque los enterremos. Y ese es el símbolo. Es decir, nos acompañan siempre, no los vemos, pero están ahí. Y la clave es no obsesionarse mucho. Porque si no, no avanzas.

Le voy a hacer la misma pregunta que le hace Marchena a su protagonista, ¿por qué no ha venido antes a denunciar un crimen?
Es una pregunta muy buena y es lógico que el comisario se la haga. Tiene que ver con su personalidad. Es un tipo que está muy encerrado, es un arquitecto como podría ser un pintor. Es una personalidad muy poco práctica, que delegó muchísimo en su mujer. La gran protagonista del libro, curiosamente, es Berta. Es la mujer, todo el tiempo, no lo parece, pero es así. Él cree ver algo, pero no está en una situación normal. Es decir, cuando estás atontado por una muerte, por un duelo, no coordinas bien, no gestionas bien las cosas, no siempre las haces de una manera lógica porque estás arrasado emocionalmente.
En realidad, el comisario y el arquitecto son iguales.
Lo que ocurre es que parten de situaciones socioculturales diferentes porque uno es un hombre de estudios, de buena familia y el otro, un hombre de calle, de lidiar con criminales, con raterillos. Y en cuanto al temperamento, el comisario está muy marcado por el machismo, mientras que el arquitecto, no. De alguna manera, lo que les diferencia es que sus mujeres son diferentes. Tienes la sensación de que la mujer de Marchena, que no aparece prácticamente para nada, es una mujer clásica, convencional, que está en su casa. En cambio, la de Denis es una mujer de nuestro tiempo que trabaja en un periódico, mucho más moderna y eso también les hace diferentes a ellos.
‘Aquí no matamos a la gente’, le dicen... ¿Cada pueblo tiene sus mentiras o sus verdades?
Exacto, «esto aquí no pasa» dice Marchena. No digo que haya un rechazo al que viene de fuera y menos en Andalucía, pero hay un momento que le dicen que no puede ir preguntando por aquí y por allá. Cada pueblo tiene sus verdades, sus mentiras y sus secretos. Son microcosmos con unos códigos muy peculiares y no puedes entrar allí a arrasar. Y lo que ocurre es un poco lo que se ve muy bien en la película Tiburón: Esto aquí no pasa. Es lógico, no es bueno para el pueblo. Hay intereses en juego, hay dinero, no se puede desatar el pánico y, en general, para que la comunidad siga funcionando a veces hay que pactar, los trapos sucios se tienen que tapar. Se aplica una ley del silencio, a menos que sea un asunto muy gordo.
Hay dolor, soledad, trauma...
En realidad, es una novela de la pérdida. Quería señalar las diferentes formas de gestionar las pérdidas, sean pérdidas de la muerte o gente que hemos perdido en la vida, porque nos han dejado o porque nos hemos ido nosotros. Todo el caso policial que hay arriba es como un pretexto para tener al lector un poquito interesado porque si no, sería una especie de ensayo sobre el duelo. En este sentido, todos los personajes han perdido lo que más querían, la mujer, la hija, la novia, el marido, etc.
¿Cómo se sobrevive a eso?
El montaje mental que algunos se hacen para gestionar el dolor llega a extremos disparatadísimos. Sobrevives cuando aceptas las pérdidas y puedes volver a empezar a vivir otra vez desde otro ángulo. Si no lo aceptas, si te resistes o te quedas abrumado por ese dolor, pues no saldrás adelante, no volverás a salir a la superficie de la vida. En realidad, el libro más bien es un teorema de un caso policiaco pero para demostrar esto.
¿Es lo que le ocurre a Denis? ¿Que toda la experiencia le hace cambiar?
Claro, logra cambiar. Sobre todo, lo que hay es una gran historia de amor imposible. Porque ¿Qué haríamos por recuperar un sitio donde hemos sido felices? ¿Qué haríamos por recuperar un amor? ¿Seríamos capaces de matar? Hay gente que sí. Lo que se ha perdido es muy difícil de recuperar. Es el pasado y el pasado se puede ver pero no tocar. Esta idea la encontré en la película Deseando amar, del director Wong Kar-Wai. El pasado queda velado detrás de un cristal y no puedes rescatarlo como un objeto. Y esa es una de las claves de la novela. Y también uno se acostumbra a eso porque si no, estás toda la vida atrapado en aquel amor, en aquella casa, en aquel trabajo que tenías o en aquella hermana que perdiste. La novela habla sobre la vida y sobre el amor, que también te devuelve la vida.
El río es otro personaje, aunque para Marchena solo contenga agua y peces.
Es su distorsión de la realidad. El río es un reloj que marca la vida. «Nuestras vidas son los ríos que van a dar en la mar, que es el morir», como decía Jorge Manrique. Al final, acaban todos en el río, para que todo se lo lleve el agua. La novela transcurre en Sanlúcar de Barrameda, pero podría ser cualquier otro pueblo, de Galicia, por ejemplo. Deliberadamente, es una Andalucía muy poco tópica. La coloco en invierno, he huido de los crímenes en la Feria de Abril y le he quitado el folclore andaluz. Es una zona muy interesante, poco tocada en término de serie negra.