2023, el año de la reindustrialización

En 2001 China entró en la Organización Mundial del Comercio y la desindustrialización del sur de Europa se aceleró a marchas forzadas. Hacía más de diez años que la globalización llevaba a algunos fabricantes a mover una parte de la producción a países con costes laborales más bajos, pero en poco tiempo aquel proceso cogió mucha velocidad.

Durante diez o quince años fueron muchas las industrias que abandonaron gran parte de la producción propia y pasaron a importar productos de China, el sudeste asiático o, con menos intensidad, Marruecos. En muchos casos las empresas pasaron de importar producto a establecerse en aquellos países. Enviaron la maquinaria y formaron a los trabajadores. Una parte importante de la educación industrial de China la han pagado los industriales europeos que se establecieron allí. Asia se enriquecía y el sur de Europa conseguía precios bajos a cambio de un incremento de la precarización laboral.

Dos décadas después tres acontecimientos recientes han cambiado el panorama y alimentan la reindustrialización de Europa:

-La pandemia ayudó a tomar conciencia de que la industria puede ser tan estratégica como la producción alimentaria. Sin capacidad para producir mascarillas o respiradores, un continente puede ser tan vulnerable como si dependiera al 100% de la importación de alimentos.

-Un barco embarrancado en el canal de Suez tuvo el comercio internacional parado durante una semana y, de repente, la fragilidad de la cadena de valor global se hizo evidente para todos.

-La invasión rusa de Ucrania y la tensión creciente entre occidente y China pone negro sobre blanco que el mundo estable, libre y abierto al comercio es más frágil y provisional de lo que parecía.

Europa se encamina a una reindustrialización. Los mismos fabricantes que hace veinte años pensaban en externalizar su producción están ahora concentrados en recuperarla. El textil, el plástico y el metal vivirán un crecimiento importante en los próximos años y se abren oportunidades extraordinarias. Solo que el 10% o el 20% de la producción perdida vuelva al continente el crecimiento puede ser enorme. El viento vuelve a soplar a favor de la industria.

La industria que retorne será diferente a la que se marchó. La tecnología ha evolucionado en veinte años y la impresión 3D, la fabricación aditiva y otras innovaciones hacen posible una industria más limpia, más rentable y más avanzada. Series cortas, productos adaptados prácticamente a cada cliente, reducción de residuos y plena sintonía con la economía circular. Una industria que demanda más conocimiento y formación, capaz de funcionar con menos inversión y economías de escala más accesibles.

La crisis energética que provoca el corte del gas ruso en el centro de Europa suma a favor de la reindustrialización de los países del sur. Portugal, España e Italia disfrutan del gas argelino y, a pesar del encarecimiento, tienen una ventana de oportunidad para atraer oportunidades industriales durante el tiempo que se prolongue el conflicto.

La oportunidad existe, pero la nueva industria no tiene por qué establecerse allí donde estaba hace veinte años. Cataluña y el Camp de Tarragona no deberían distraerse. Las empresas deben invertir en esta oportunidad; los emprendedores deben tenerla presente; la administración debe apostar por la formación, ofrecer beneficios fiscales y facilitar los nuevos establecimientos industriales. Abrir un centro de producción industrial no puede ser cien veces más difícil que poner en marcha una cafetería.

Parecía el camino del pasado y ha resultado ser el camino del futuro. ¡Es de donde venimos, volvamos a ello!

Marc Arza CEO Startsud Studio