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«Gaudí sería el primero que se opondría a su beatificación»

Historia. El prestigioso historiador Borja de Riquer dirige un libro de reciente publicación, ‘La memòria dels catalans’, que repasa de forma ágil y amena el pasado y el presente de Catalunya

Borja de Riquer, el martes por la mañana en la Avinguda President Companys, junto a la sede del ‘Diari’.

Borja de Riquer, el martes por la mañana en la Avinguda President Companys, junto a la sede del ‘Diari’.Foto: Alba Mariné

Xavier Fernández José

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Borja de Riquer, catedrático emérito de Historia Contemporánea de la Universitat Autònoma de Barcelona, estuvo el martes en Tarragona para presentar un libro imprescindible, La memòria dels catalans (Edicions 62). Numerosos historiadores, entre ellos una decena de tarraconenses, colaboran en una obra que, bajo la dirección de Borja de Riquer, repasa en capítulos breves y de interesante lectura la construcción histórica de la identidad catalana.

Uno de los capítulos del libro está dedicado a Gaudí. Lo escribe la catedrática de la Universitat de Barcelona Mireia Freixa, que, por cierto, defiende que Gaudí nació en Reus. Háganos un pronóstico, profesor. ¿Harán santo a Gaudí?

Espero que no porque la Iglesia Católica está para cosas más importantes que intentar utilizar la figura de un genio de la arquitectura universal para patrimonializarlo, es decir hacérselo propio. Seguramente a él no le hubiera gustado en absoluto que pretendieran beatificarlo. El primero que se opondría sería el propio Gaudí, que era muy suyo.

El catedrático de Antropología Social de la Universitat de Barcelona Manuel Delgado habla de los bous. ¿Cómo los ve? ¿Son una tradición? ¿Una salvajada?¿Maltrato animal?

Un poco de todo. En el libro se intenta explicar cómo en ciertas zonas de Catalunya, pese al famoso debate parlamentario sobre la prohibición de las corridas de toros, hubo un apartado de tolerancia para aquello que se consideraba una tradición. Pero claro, hay tradiciones muy bestias. Estamos en el siglo XXI. Las tradiciones se tienen que adaptar a los valores y la sensibilidad de la actualidad. Ciertos aspectos, yo diría que los más brutales de este tipo de tradiciones, tendrían que desaparecer.

Sigamos con la parte local del libro. La catedrática de Historia Contemporánea de la URV Montse Duch critica que los espacios memoriales de la Batalla del Ebre se centran en el sufrimiento de los soldados y obvian el aspecto más político de la Batalla.

Duch cree que se explica poco el carácter político de aquella batalla, de aquella guerra. Yo estoy de acuerdo con esta opinión, pero es una opinión discutible. Claro, es una opinión de historiador de decir, «sí, pero no es suficiente hablar solo de lo mal que lo pasaron los soldados de los dos lados, evidentemente, porque sufrían tanto calor los unos como los otros, sino que también hay que tratar el contexto para explicar la Guerra Civil y su significado que adolece de una demasiado simplista explicación».

¿Qué cree que habría que hacer con el monumento a la Batalla del Ebre de Tortosa? ¿Derruirlo? ¿Reinterpretarlo?

Es la gente de Tortosa la que tiene que decidir, pero, si se habla de reinterpretación, que se explique qué quiere decir reinterpretación, porque yo no lo veo tan claro. Sobre todo por el sitio donde está ubicado. No es un sitio de acceso público, está en medio del río. El tema se parece en parte al del Valle de los Caídos, Cuelgamuros, que es como se le tiene que llamar ahora porque es el nombre auténtico. No tiene sentido derribarlo.

¿Que haría con Cuelgamuros?

Hay que reinterpretarlo como monumento de la dictadura construido por presos políticos para exaltación del dictador, de sus glorias y de su Guerra Civil.

Un ‘monumento’ en el que fueron enterrados republicanos.

Involuntariamente enterrados, llevados los restos a la fuerza sin conocimiento de las familias.

El libro habla de la historia de Catalunya, de cómo hemos llegado hasta aquí. ¿Y ahora qué? ¿El independentismo ha ‘muerto’ o cree que sigue vivo?

La identidad y los sentimientos que se vinculan a la identidad son cambiantes. Son una construcción histórica que en ciertos momento, en función de las coyunturas políticas, se pueden acentuar o se pueden de alguna manera mitigar. Ahora estamos en una coyuntura compleja. El resultado del Procés aún no se acabado de digerir del todo. Por otra parte, hay otro reto que es la nueva migración de los últimos 20 años.

¿En qué sentido no se ha digerido el Procés?

En buena parte los responsables políticos aún no han hecho una reflexión autocrítica, sobre todo porque algunos de ellos aún continúan animando como si las cosas estuvieran igual que en 2017. «Hemos de repetir lo mismo, hay que volver a lo mismo...», dicen.

No es así, desde luego.

Tal como está el patio, es necesario un político responsable que diga en qué nos equivocamos y en qué no. Puedes continuar manteniendo ciertas expectativas y ambiciones, pero partiendo de una realidad autocrítica. Creo que se ha hecho poca.

¿Y por el lado de los líderes del Estado español?

Continúa habiendo una incomprensión absoluta del problema. Piensan y actúan como si no hubiera más identidad que la nacional española, que las otras identidades, en el caso de que puedan existir, son de inferior rango. Creen que su idea de nación tiene que imponerse como una verdad absoluta. Es un gran error.

En la línea del lema franquista «¡Una, grande y libre!».

Es un planteamiento ideológico exclusivista, absolutamente discutible y en términos democráticos revisable. Pero ellos no están dispuestos a ningún tipo de revisión. Ciertos sectores, no todos. Hasta que no vuelva a haber un conflicto político importante que obligue a negociar, me temo que las cosas estarán bastante paralizadas.

¿El 1-0 fue un fracaso o un éxito? El libro también trata en un capítulo aquel referéndum.

En este momento hay 50 ó 60 localidades catalanas que tienen una calle o una plaza dedicada al 1 de octubre de 2017, pero no al 27 de octubre. ¿Por qué?

Se refiere al día en que el Parlament proclamó unilateralmente la independencia.

Los ayuntamientos que decidieron recordar el 1 de octubre consideran que es un día reivindicable por lo que significó de una movilización ciudadana excepcional, que, a pesar de todas las prohibiciones y de la violencia, implicó de alguna manera un acto de afirmación del derecho a decidir. Mientras que el 27 fue una decisión de unos políticos en el Parlament que optaron por lanzarse a la arena sin haber reflexionado qué pasaría al día siguiente, cometiendo el error de confundir las aspiraciones con la realidad, no valorando la situación real del momento.

El 1-0 para recordar, el 27-0 para olvidar.

Pienso, igual que muchos catalanes, que el 1 de octubre fue una fecha memorable y el 27 fue un error. El día antes, el 26 de octubre, escribí en ‘La Vanguardia’ un artículo pidiendo al Govern que no hiciera una proclamación unilateral, sino que convocara elecciones al Parlament con una candidatura unitaria del sector independentista que hubiera ganado por mayoría absoluta en aquellas circunstancias.

Hablaba de la inmigración como otro gran reto.

Hemos de arbitrar las políticas para que esta acogida sea posible sin que haya renuncias excesivas. Unos tienen que reconocer que están en un país que es Catalunya, con una lengua, una historia y una cultura propias y por lo tanto han de hacer el esfuerzo de integrarse en ella. Los otros tienen que ver que esa gente también tiene derecho a mantener sus tradiciones culturales.

Falta empatía de unos y otros.

Con buena voluntad por ambos lados puede haber un entendimiento. Lo hubo con la migración masiva, sobre todo andaluza, de los años 50 y 60 y lo hubo en la Transición y en democracia. ¿Por qué no lo puede haber ahora?

¿Cree que la ultraderecha, ya sea la española (Vox) o la independentista (Aliança Catalana) se aprovecha de la situación? Cargan de manera brutal contra los inmigrantes, especialmente los de origen magrebí.

Hay una hipocresía absoluta. En Catalunya siempre ha habido inmigración porque aquí se ha necesitado mano de obra. ¿Por qué?

Díganoslo.

Porque la gente de aquí, del país, ahora no quiere ir a recoger las peras o las manzanas. No quiere trabajar 8 horas en la construcción. Queremos construir casas, ¿no? Queremos exportar naranjas. ¿Quién las recogerá? ¿Los militantes de Vox? ¿Quién va a cuidar de la gente mayor? ¿Los militantes de Vox irán a cuidar a la gente mayor? Menos hipocresía.

¿Se está difuminando la identidad catalana?

No, siempre está en conflicto. Históricamente ha pasado siempre. No es ninguna sorpresa. Ahora uno de los problemas es el uso normal del catalán. Cuando yo estudiaba, se impartían las clases en español, pero en el patio hablábamos en catalán. Ahora pasa al revés. En muchas escuelas el catalán es la lengua del profesor y la lengua del patio es el castellano. Esto hay que revertirlo de alguna manera.

¿Cómo?

Con diferentes instrumentos, con formas de sociabilidad popular: equipos de fútbol, collas de castells, grupos excursionistas, etcétera, donde haya gente de todo tipo de procedencias. Eso puede ser una escuela de catalanidad. Conozco en Barcelona casos, por ejemplo, de collas castelleras donde hay gente de 50 nacionalidades diferentes. Ese es uno de los caminos.

Su libro es un buen ejemplo de memoria histórica, didáctica, que se deja leer. ¿Por qué la derecha tiene tanto miedo a la memoria histórica?

Porque les sale la genealogía, le salen los padres y los abuelos. La derecha no se ha atrevido seriamente a condenar el golpe de Estado del 18 de julio del 36 porque sería condenar a su propia familia.

¿Por qué el auge mundial de la extrema derecha?

En momentos de incertidumbre y de crisis, hay sectores que privilegian la conservación e incluso el retroceso. Tienen miedo al cambio. El miedo al cambio es comprensible, pero se puede convertir en reaccionario.

¿La izquierda tiene alguna responsabilidad?

Las izquierdas europeas no han sabido renovar su discurso y enfrentarse a estos cambios. El tipo de políticas públicas nuevas que hay que hacer en el mundo de la globalización económica y de la inmigración no se han renovado. Faltan ideas nuevas.

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