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La amenaza que no debería existir: la bomba atómica

80 aniversario del infierno nuclear de Hiroshima y Nagasaki que puso fin a la Segunda Guerra Mundial e inició la era de la amenaza atómica. 

Ali Jamenei, lider del régimen de los Ayatolás. Teherán lleva años detrás de la bomba atómica.CEDIDA

Natàlia Rodríguez

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Desierto de Los Álamos, 16 de julio de 1945. La guerra en Europa ha terminado, pero en el segundo teatro, el Asia-Pacífico, las cosas no pintan bien. Robert Oppenheimer lleva su cigarrillo en la boca y sabe que está a punto de ver lo impensable: la primera detonación de un arma nuclear. El Apocalipsis. Mientras ‘Trinity’ (ese era el nombre de la primera bomba) explota en el aire, y un hongo mortal se dibuja en el cielo, un pasaje de las escrituras hindúes recorre su mente: «ahora me he convertido en la Muerte, la destructora de mundos». Es, quizás, la frase más conocida del Bhagavad Gita, pero también la más incomprendida.

El Bhagavad Gita es una escritura hindú de 700 versos, escrita en sánscrito, que se centra en un diálogo entre un gran príncipe guerrero llamado Arjuna y su auriga, el Señor Krishna, una encarnación de Visnú. Enfrentado a un ejército enemigo que incluía a sus amigos y familiares, Arjuna se siente dividido. Pero Krishna le enseña una filosofía superior que le permitirá cumplir con sus deberes como guerrero independientemente de sus preocupaciones personales. Esto se conoce como el dharma, o deber sagrado. Eso deseaba Oppenheimer, hacer su deber, hacerlo bien, darle a los Estados Unidos el arma más potente jamás imaginada, y poder dormir en paz con la conciencia tranquila. Pero Oppenheimer nunca logró alcanzar esta paz. Dos años después de la explosión de ‘Trinity’ declaró que «los físicos han conocido el pecado; y este es un conocimiento que no van a olvidar». Ni los físicos ni el resto del mundo.

Aniversario

Este año, 2025, marca varios eventos históricos de la era nuclear, que pasaron de los cálculos teóricos a la realidad física a las 15.25 hora local del 2 de diciembre de 1942, cuando el físico italiano Enrico Fermi (el auténtico padre de la bomba) logró la primera reacción en cadena de fisión atómica autosostenida y controlada desde la Universidad de Chicago. Tres años después, exactamente a las 17.30 del 16 de julio de 1945, comenzó la era de las armas nucleares con la detonación de ‘Trinity’ sobre el desierto de Nuevo México.

Menos de un mes después, aproximadamente a las 8.15 hora local en Japón, del 6 de agosto de 1945, la Fuerza Aérea de los Estados Unidos desató la bomba ‘Little Boy’, una bomba de uranio de 4.400 kilos, sobre Hiroshima. Tres días después, el 9 de agosto de 1945, a las 11.02 am, la Fuerza Aérea estadounidense detonó el artefacto de plutonio ‘Fat Man’ sobre Nagasaki, con una potencia explosiva estimada en 21.000 toneladas (kilotones), aproximadamente un 40% mayor que la de la bomba atómica de Hiroshima.

Según los últimos registros, la detonación de las dos bombas atómicas causó la muerte de entre 150.000 y 246.000 niños, hombres y mujeres, en su mayoría civiles. Afortunadamente, hasta la fecha, estos siguen siendo los únicos usos de las armas nucleares. Pero la posibilidad de su uso en un teatro de conflicto parece más plausible que nunca. La posesión del arma se ha convertido en el objetivo de numerosos países. Incluso los supuestamente antibelicistas europeos sueñan con tener alguna cabeza nuclear para poder frenar al oso ruso. Ya nadie se excusa cuando dice que se vive mejor con una bomba nuclear bajo el brazo.

Manifiesto Russell-Einstein

Este año también se conmemora el 70º aniversario del 9 de julio de 1955 del Manifiesto Russell-Einstein. En él, los dos grandes genios de la física y la filosofía avisaban que la humanidad debía renunciar a la guerra o enfrentarse al riesgo de una «muerte universal». Este Manifiesto fue firmado conjuntamente por otros ocho de los científicos y premios Nobel más destacados del mundo en aquel momento. El Manifiesto Russell-Einstein advertía: «Nadie sabe cuán ampliamente podrían difundirse estas letales partículas radiactivas, pero las autoridades más competentes coinciden en que una guerra con bombas H podría muy posiblemente acabar con la raza humana. Se teme que si se utilizan muchas bombas H, se producirá una muerte universal: repentina solo para una minoría, pero para la mayoría, una lenta tortura de enfermedad y desintegración. En vista de que en cualquier guerra mundial futura se emplearán sin duda armas nucleares y que dichas armas amenazan la existencia de la humanidad, instamos a los gobiernos del mundo a comprender y reconocer públicamente que su propósito no puede lograrse mediante una guerra mundial, y los instamos, en consecuencia, a encontrar medios pacíficos para la resolución de todas las controversias entre ellos».

Fracaso del control de armas nucleares

Los nueve estados poseedores de armas nucleares, así como la mayoría de sus diplomáticos y los de más de 30 países con acuerdos de defensa militar basados en armas nucleares, aún no comprenden ni aceptan plenamente las amenazas existenciales que representan las armas nucleares. Del 28 de abril al 9 de mayo de este año, en las Naciones Unidas en Nueva York, se reunieron los miembros del Tratado de No Proliferación Nuclear (TNP). Tras 10 días de debates, consultas y negociaciones, el resultado fue precisamente: cero, nada. Ningún acuerdo sobre ninguna medida, por pequeña que fuera, para intentar reducir los riesgos existenciales para la humanidad presentes y continuos de las armas nucleares. Lamentablemente casi ninguna delegación, conmemoró el triste aniversario de los bombardeos de Hiroshima y Nagasaki para reflexionar sobre la memoria de todos los afectados por las armas nucleares durante las últimas ocho décadas, el sufrimiento de los supervivientes y las víctimas y la obligación del TNP de promover el desarme nuclear. Tal es la desconexión y la indiferencia actual.

Además la concesión del Premio Nobel de la Paz 2024 a Nihon Hidankyo (Confederación japonesa de víctimas de las bombas de Hiroshima y Nagasaki) pasó prácticamente desapercibida. Nadie pareció celebrarlo.

Nueve países poseen cerca de 12.250 ojivas nucleares, cada una de magnitud más potente que las detonadas en 1945, desplegadas en más de 100 ubicaciones en 15 países. Irán está cerca de poseer el arma atómica a pesar de los bombardeos israelíes; Pakistán e India en continuo conflicto poseen el arma y Corea del Norte amenaza con su uso cada vez que a su líder Kim Jong-un le duele la cabeza (y eso le ocurre cada vez más a menudo). Vladimir Putin no ha recurrido a ellas en su invasión de Ucrania, de momento, pero todos amenazan a todos, todos juegan el peligroso juego de exhibir su juguete. Y mientras la humanidad prefiere mirar a otro lado, no hacer nada, manifestarse por otras cosas. El destructor de mundos espera en los arsenales subterráneos, mientras hay quien le limpia el polvo que acumula en silencio y lo prepara para actuar de nuevo.

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